Innovación pública: Experiencias y retos en Colombia. André-Noël Roth Deubel

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que están reflexionando sobre la complejidad de las políticas, podemos mencionar el enfoque de diseño (Peters, 2015; 2017; 2018) y los aportes del experimentalismo en política pública (Ansell y Bartemberg, 2016). Peters (2015) afirma que, para innovar en políticas públicas y abordar la complejidad de los problemas, primero tenemos que conceptualizar la política pública como prospectiva y experimental, a diferencia de la producción de conocimiento en ciencias sociales, que es explicativa y retrospectiva. Con este fin, propone tomar las bases del enfoque de diseño (policy design)4 que se desarrolló en los años ochenta (como ejemplos, Dryzek 1983; Bobrow y Dryzek 1987; Schön y Rein, 1984; Dryzek y Ripley, 1984; Linder y Peters, 1984; 1991) y por tanto, avanzar hacia una visión sistémica, anticipatorio y experimental de la política pública (Ackoff, 1974; Checkland, 1990), haciendo énfasis en la centralidad de los marcos interpretativos que dan forma al entender y responder al problema, que condicionan los instrumentos seleccionados y la forma en que evaluamos las políticas (Rein y Schön, 1991; Weiss 1999).

      

      En este enfoque de diseño es posible identificar aspectos comunes. Todas estas aproximaciones plantean que el diseño de políticas públicas se ha tecnocratizado y se ha olvidado de la política. El propósito de las políticas públicas no es centrarse en objetivos sino en cambiar el comportamiento humano, su objeto son seres humanos y, por tanto, el diseño de políticas se centra en procesos, aceptando la impredictibilidad del comportamiento humano, la complejidad y la indeterminación del sistema social. Ello implica aceptar la ambigüedad e imperfección del conocimiento, por lo cual, no es posible abordar los problemas complejos del siglo XXI mediante el uso de enfoques convencionales disciplinarios, reduccionistas y compartimentados, que despolitizan el conocimiento y hace caso omiso a los valores, restando importancia a la deliberación democrática sobre valores públicos que requiere la formulación de una política pública (Peters, 2018).

      

      Por ello, exige ser consciente de la manera en que los distintos marcos de análisis de los actores definen y discuten los problemas, y cómo estos chocan, convergen y cambian. Estos marcos de análisis traducidos en discursos tienen fuerte énfasis en qué priorizamos y en qué instrumentos de políticas elegimos. Por tanto, la fundamentación de la política no puede basarse solo en la evidencia, sino que también se basa en los valores que están implícitos en el propio discurso y accionar. Schön y Rein, (1994) definen los marcos como estructuras de creencia, percepción y apreciación que subyacen en las posiciones políticas. Es decir, la forma de seleccionar, organizar, interpretar y dar sentido a una realidad compleja para proporcionar guías para saber, analizar, persuadir y actuar. Los marcos vienen como historias cortas o metáforas que hacen un reclamo ontológico de qué es ‘y’, y se refiere explícitamente o implícitamente a un salto normativo entre lo que es y lo que debería ser (Schön y Rein, 1994).

      Una segunda característica común es que el enmarque de una política siempre ocurre en un contexto animado. Cuando se modifica alguna dimensión del contexto (interna, externa, global), puede ser que la política ya no funcione. El diseño de políticas se ve como la dialéctica entre construcción y adaptación ecológica de la política, equilibrio entre principio y contexto. Se considera como parte de un proceso, las prácticas de formulación de políticas, los problemas políticos y los mecanismos de evaluación y aprendizaje de los responsables políticos.

      Una tercera característica es la centralidad del entendimiento sistémico del problema y sus causas profundas: holística, integral de los procesos públicos que rechaza el enfoque cartesiano de racionalidad instrumental. La política es una construcción social más que científica. Una cuarta característica común es que el objetivo del diseño de políticas es cambio, un nuevo orden de cosas, y que este cambio ocurre en un complejo mundo lleno de incertidumbres; por lo tanto, está destinado a ser desordenado y difuso, con muchas consecuencias. Una quinta esencialidad del diseño de políticas, como actividad, se anida en un proceso social o un sistema llamado multiactor. El sexto elemento es que el diseño de políticas siempre requiere conocimiento sobre situaciones pasadas, presentes y futuras. Por lo tanto, el diseño de políticas es hacer un cambio intencionado en un mundo social ayudado por algunos conocimientos, pero también con una gran incertidumbre (Ansell y Torfing, 2014; Steenhuisen, 2014).

      

      Por tanto, la actitud de diseño y el proceso de diseño en política pública está basados en clave política, prospectiva y experimental. En el enfoque de diseño de política pública, la intención es ampliar el espacio del problema/diseño en el primer paso, incluso cuando algún conocimiento preexiste. Si la complejidad no es suficiente para alcanzar soluciones novedosas (y los diseñadores supondrían que nunca lo es), tales diseñadores aumentan la complejidad mediante la divergencia (Jones, 1992) y el aumento de la densidad (la variedad requerida) del desorden. El proceso continúa hasta el punto de transformación o emergencia, cuando el proceso comienza a converger hacia el resultado final a través de la creación de prototipos. Este no es un proceso lineal, porque cada una de estas etapas se itera hasta que se alcanza el resultado satisfactorio (lo suficientemente bueno) (Peters, 2017).

      El verdadero problema de diseño no es resolver un problema, sino aproximar la solución idealizada (la desiderata original) a la real que surge al final del proceso de diseño. Por lo tanto, el diseño no resuelve los problemas ni debe considerarse un proceso de establecimiento o cumplimiento de metas. El foco principal en el diseño está en la llamada desiderata (Nelson y Stolterman, 2014), que se considera una intención o un objetivo de diseño. El éxito del diseño no se evalúa mediante el logro de un objetivo determinado, sino por el grado en que el resultado final se alinea con la intención original. Sin embargo, el diseño no es solo un proceso salvaje y caótico; siempre hay un cierto andamiaje, pero esta estructura generalmente pretende ser una brújula. La dificultad para diseñar, por lo tanto, es decidir qué tan extenso puede ser el andamiaje y cuán extensa debe ser la consideración de las alternativas.

      El diseño tiene menos que ver con los métodos y mucho más con la cultura del diseño (habilidades, competencias, actitudes, valores). Esto se refleja mejor ante la diferencia entre la actitud de diseño y la actitud de decisión, ya que esta última se centra en la mayoría de los enfoques tecnocráticos de la política. La actitud de decisión está representada en la forma dominante en el pensamiento de gestión y el análisis positivista de políticas que se centran en elegir entre alternativas, mientras supone que estas son fáciles de generar. En términos prácticos, los responsables de la toma de decisiones se presentan con un conjunto limitado de opciones y la intención es buscar medios elaborados para elegir entre ellas. Sin embargo, la actitud de diseño está en identificar nuevas alternativas que podrían conducir a la mejor posible (es decir, satisfactoria), dadas las habilidades, el tiempo y los recursos disponibles (Peters, 2017).

      

      Conocer fenómenos emergentes requiere anticipación, no solo para generar conocimiento en relación con el futuro (horizonte temporal), sino también para el fortalecimiento de capacidades y competencias (individuales y colectivas) anticipatorias que orientan (dan y crean) sentido a lo nuevo, desconocido en el presente. La anticipación es clave —como una acción, como una competencia y como un fenómeno sistémico emergente— para los procesos de cambio social que implican disrupciones, tales como los que caracterizan estos tiempos, por lo cual son una parte intrínseca del aprendizaje y la resiliencia creativa. Esto enfatiza la reflexión crítica que constituye la columna vertebral del aprendizaje (Argyris y Schön, 1978). La determinación de ventanas para resolver preguntas emergentes permite a los investigadores y participantes desarrollar y probar teorías e ideas a través de la acción y facilitar el aprendizaje sobre situaciones complejas.

      El énfasis está en la interacción y la deliberación entre distintos actores con el fin de permitir la innovación. El aprendizaje en la arena de la política consiste en aprender haciendo, en la generación

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