Más allá del vicio y la virtud. Группа авторов
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“Rape in Berlin” fue un desarrollo inusual en todo mi abordaje de esto porque en ese momento estaba en un punto muerto respecto de cómo escribir sobre la violación. Creía que era un territorio sagrado y que simplemente no podía repensarse. La violación era un tema muy estudiado sobre el que se había escrito mucho, y sin embargo yo tenía cada vez más dudas respecto de la reforma feminista de la normativa en torno al abuso sexual y la violación.[50] Pero no sabía cómo hablar sobre lo que me inquietaba.
Entonces, pensé: “¿Por qué no vuelvo a mi yo literaria y salgo de mis contextos jurídico y político, y en especial de ese contexto feminista, y leo algo que represente un tratamiento literario realmente bueno del problema, de lo que es la violación y lo mala que es en comparación con otras cosas, como la muerte?”. “Rape in Berlin” fue un intento de usar la literatura para escapar de algunas de las restricciones a las que me sentía atada por mi trabajo en una escuela de leyes, el contexto del derecho y el mundo creado por la política del feminismo jurídico en la que me encontraba inmersa.
Bueno, tuve mucha suerte. Mi hermano me comentó acerca de la existencia del diario de una mujer que había estado en Berlín cuando la ciudad cayó en manos de los soviéticos en 1945, y muy pronto me quedó claro que este era una obra de arte fabulosa, lo cual, por extraño que parezca, fue una razón para que en algunos círculos políticos alemanes lo desacreditaran y consideraran “una fabricación”. Pero a mí me parecía una gran oportunidad para pensar en cómo la violación es tanto una representación como un evento. Lo que quiero decir es que la violación ocurre, pero incluso mientras está ocurriendo los participantes de cualquier “evento de violación” advierten toda una serie de tropos culturales y las narrativas sobre ella.
El montaje de estas narrativas y tropos es lo que Sharon Marcus llamó, en “Fighting Bodies, Fighting Words”, el “guion de la violación”.[51] Marcus argumenta que la violación, incluso como evento, sigue un guion. No es un gran acontecimiento único. Ocurre temporalmente, a lo largo del tiempo, entre personas que tienen diversas interpretaciones de lo que el evento debe significar. Por lo tanto, un enfoque feminista para pensar en reducir la violación o reducir el daño de una violación o reducir el peligro de violaciones particulares podría ser entenderlo como un suceso literario que conocemos y en el que desempeñamos un papel, como una obra de teatro en la que podemos participar e intentar llegar a diferentes finales. Este enfoque no reduccionista de la violación me parece que es un punto político muy importante que hay que señalar sobre esta forma particular de vulneración de derechos, aunque… no, mejor dicho, porque la violación tiene esta dimensión literaria profunda.
AA: Volvamos a tu libro, Split Decisions: How and Why to Take a Break from Feminism. Su publicación ha tenido varias consecuencias. Primero, produjo una “división de bandos” predecible entre las feministas y aún continúa arruinando conversaciones feministas. En segundo lugar, proporcionó algunos marcos clave para criticar las actuales interacciones feministas con el derecho. En tercer lugar, despejó el camino para sumar marcos teóricos queer a los debates dentro del feminismo. Y, en cuarto lugar, ayudó a dar espacio a la impugnación intrafeminista como motor clave de la defensa del feminismo jurídico.
Por eso, pensé que podríamos conversar sobre estas consecuencias de Split Decisions, una por vez, ya que se relacionan con nuestro tema de interés: criminalización y derecho internacional de los derechos humanos.
Pero primero, en Split Decisions y en la sección “Queer Theory by Men”, estableces un marco para interpretar el feminismo como una analítica muy peculiar. Esperaba que pudiéramos empezar por allí. ¿Cuáles son los elementos y la forma de esta “analítica feminista”? ¿Por qué desarrollaste tu crítica con este enfoque, y qué advertencias te parece que plantea?
JH: El argumento de Split Decisions se desarrolla en el marco de eventos del feminismo estadounidense –“eventos de ideas” feministas si se quiere– en los que participé durante mi vida. Lo que descubrí en años de lectura de textos y prácticas fue que el feminismo estadounidense enmarca de manera bastante sistemática el sexo, la sexualidad, el género y la familia en función de la distinción m/f. Y quiero ahondar en esto –porque creo que ha sido malinterpretado– de que este elemento fundamental del feminismo estadounidense no debía ser así. No estoy anunciando una esencia platónica ni una orden del comité central. Simplemente descubrí que cada libro o artículo que leía y que profesaba ser feminista también recurría, con frecuencia en el momento normativo crucial, en el momento de visualizar el problema y/o la solución, a la distinción m/f.
Creo que puede haber muchas formas de feminismo sin recurrir a lo que es básicamente la diferencia heterosexual, y ocuparse de que estas existan es el proyecto preeminente de El género en disputa, de Judith Butler. Aunque, en realidad, el feminismo de Butler tampoco termina de romper con la distinción m/f. En toda la bibliografía que leí mientras me preparaba para escribir Split Decisions, me pregunté: “¿Acaso este artículo, o este libro, rompe con la distinción m/f?”. Lo que me llamó la atención, una y otra vez, fue que no lo hicieran.
AA: ¿Y te refieres al libro de Butler en particular?
JH: En mi opinión, la belleza de El género en disputa está en la poderosa lucha que Butler plantea para que la distinción m/f sea opcional. Pero muchos otros trabajos feministas ceden. Permíteme decirlo de esta manera. El intento de interseccionalidad, como digo en mi libro, es un intento de encontrar maneras de poner otros marcos de diferencia social junto al proyecto feminista para descubrir sus interacciones en el mundo, la política y el pensamiento. Los teóricos de los estudios críticos sobre la raza (o críticos de la raza)[52] y el trabajo feminista poscolonial o subalterno[53] a menudo se alejan de la distinción m/f. Los llamé la “rama divergente” del feminismo híbrido, y me parecía muy prometedora. La gente hace un montón de cosas notablemente creativas en clave de género al alejarse de esa distinción. Pero lo que vi una y otra vez fue que, en el momento en que el autor o la autora debía reafirmar su feminismo, el texto retomaba la distinción m/f. Al preguntar al respecto, a menudo oí a académicos quejarse de que los editores de las revistas feministas insistían en esa afirmación: “¡Mi editor me obligó a hacerlo!”. Me pareció que había demasiada energía refrenada.
“Can the Subaltern Speak?”, de Gayatri Spivak, es un típico ejemplo.[54] Spivak llevó la suposición de que la distinción m/f es clave para hablar de sexo, sexualidad, género y familia a un espacio muy reducido en ese notable ensayo. En los estudios de derecho, la productividad del trabajo divergente es notable. “Race and Essentialism”, de Angela Harris, y “The ‘Black Community’”, de Regina Austin, son ejemplos típicos.[55] Ambos contemplan la idea de una realidad conflictiva, múltiple y dividida internamente, a la que su antirracismo y feminismo se enfrentan de manera directa: está claro que la armonía desde el principio no es el objetivo. Esto es productivo a simple vista en el trabajo interseccional. ¿Por qué no sería igual de productivo en el trabajo dentro de los límites del sexo, la sexualidad, el género y la familia?
Por otro lado, en lo que llamo el “trabajo feminista convergente”, la moraleja de la historia está determinada de antemano. En un momento, la distinción m/f se transforma en m>f, y con ese movimiento llega la idea de que algo de m –los varones, la virilidad, la masculinidad– tiene cierto tipo de ventaja conceptual, política y material sobre f que no se ve como algo bueno, a priori, sino como un problema, algo de qué preocuparse, una crisis normativa para la que necesitamos el feminismo como solución.
No era que el feminismo debía ocuparse del poder únicamente como m/f o m>f, pero noté que lo hacía en forma constante, a menos que una feminista tuviera otro objetivo secundario o un proyecto interseccional que la hiciera divergir. Y una vez que uno lo buscaba, el trabajo del feminismo divergente en el dominio interseccional no era solo un riachuelo; era más como