Más allá del vicio y la virtud. Группа авторов
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AA: Entonces, no debemos creer que el feminismo de la gobernanza incluye solo los instrumentos del derecho penal o solo las aspiraciones del feminismo de la dominación.
JH: El feminismo de la dominación suele estar orientado al castigo, pero incluso ahí se enfrenta con la impugnación feminista.[71] Por ejemplo, la construcción del nuevo sistema contra la trata de personas, desde el punto de vista feminista, fue en términos generales una lucha entre las feministas de la dominación, que consideran que todo trabajo sexual es una explotación y piensan que la trata de personas y la prostitución son categorías muy cercanas, y las feministas inspiradas por líneas muy diferentes de pensamiento y acción feministas que se oponen a lo que consideran una confluencia peligrosa entre prostitución y trata. En este contexto, las feministas antidominancia variaban mucho; algunas eran feministas liberales “de la autonomía”, otras eran posmodernistas de Placer y peligro y otras eran feministas poscoloniales con una crítica de la hegemonía occidental sobre lo que solíamos llamar el “tercer mundo”. Las feministas liberales llevaron sus proyectos de libertad, igualdad y participación democrática, mientras que las feministas laborales usaron palancas legales para promover el poder de negociación de los obreros en la parte más baja de la escala salarial.[72] Ni siquiera en la lucha contra la trata hay un único feminismo o una única gobernanza.
AA: Por supuesto que no estás restándole énfasis al papel del feminismo de la dominación en el giro del feminismo hacia lo penal. Lo vemos en la guerra contra el terrorismo. Lo vemos en la violación y lo vemos en la trata.
JH: No estoy segura de cuál sea el grado correcto de énfasis, pero estoy muy contenta de que el proyecto llegue para darle un tratamiento extendido en este libro. En el proceso, recordemos que el feminismo nunca tiene una gran influencia en el gobierno a menos que “se ajuste” a los poderes existentes, y que la criminalización es una característica clave de la economía política neoliberal contemporánea. Consideremos, por ejemplo, la lección que nos ofrece la fascinante disertación de Allegra McLeod.[73] Para mi satisfacción, muestra que el reciente auge del derecho penal internacional y la cooperación transnacional en la aplicación estatal de la ley penal fue bastante anterior al 11-S. En cambio, una de las principales fuerzas que impulsaron la construcción del derecho penal internacional que vemos hoy en día comenzó con la idea de la gestión de Clinton sobre cómo hacer que los Estados Unidos fueran eternamente relevantes a escala internacional luego de la caída del muro. El as en la manga de Clinton, argumenta convencida McLeod, fue fortalecer las redes de aplicación de la ley penal para que fueran internacionales y estuvieran integradas profundamente a los sistemas nacionales, y que luego se coordinaran entre sí de forma estrecha. La parte de la influencia estadounidense en esto fue que este sistema penal internacional recientemente interoperable estaría sujeto al control directo e indirecto de los Estados Unidos en la medida de lo posible, coherente con la ambición de asegurar la cooperación internacional, que es lo que tenemos ahora.
El nuevo sistema contra la trata se forjó en este crisol. Fue un proyecto de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus iniciales en inglés), ¡no de una organización de derechos humanos! Cuando, a fines de la década de 1990, como parte del esfuerzo más amplio descripto por McLeod, los países del hemisferio norte identificaron el crimen transnacional organizado como un desafío para este nuevo orden legal institucional, este llegó con un creciente interés en convertir la migración ilegal de trabajadores en trata. No creo que pueda hacer suficiente hincapié en que esto estaba relacionado con construir una economía de mercado global de la posguerra fría en la que el intercambio internacional de bienes y servicios, de dinero y armas, sería capitalista y transparente internacionalmente, mientras que el flujo internacional de mano de obra estaría bajo estricto control y limitado por las fronteras nacionales. Seguía un paradigma doctrinal de contrato/delito en el que los mercados serían “libres” en la medida en que se prohibiera penalmente el comercio coercitivo, y en el que el protocolo de la trata y el protocolo de contrabando garantizarían que la migración laboral internacional quedara bajo un nuevo control penal.[74] Y luego del 11-S, este sistema se volvió parte de una securitización intensificada de las órdenes internacionales y estatales.
Y esa fue la puerta de entrada para las feministas de la dominación: la trata ya había sido definida en la ley internacional en el contexto de la trata de mujeres y menores con fines de prostitución. Así es como lo definieron las convenciones internacionales de principios y mediados del siglo XX.[75] Un gran empuje feminista de la gobernanza llegó del lado de las feministas de la dominación para asegurarse de que, si la trata iba a incorporarse a este nuevo sistema de aplicación de la ley penal internacional, la antiprostitución tal y como la ven ellas debía ser una parte prominente. Fueron inteligentes. Se presentaron en las reuniones de Viena que dieron lugar a los protocolos de Palermo sabiendo exactamente lo que querían. Querían que la prostitución se convirtiera en un delito internacional para todos los involucrados, excepto la prostituta.[76]
Afortunadamente para quienes no están de acuerdo con la postura de las feministas de la dominación respecto de la prostitución, Mary Robinson, la entonces alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, envió a Anne Gallagher a Viena, y el mundo feminista de los derechos humanos envió a muchas activistas entendidas, lo que estableció un concurso de influencias entre feministas en las reuniones de Viena. Este grupo algo dispar estaba decidido a que las reuniones de Viena no degradaran ni desplazaran los derechos de los refugiados, se centraran en las necesidades de los migrantes vulnerables y no victimizaran a las trabajadoras del sexo que las feministas de la dominación querían “rescatar”. Estas feministas de derechos humanos ganaron muchísimo. Por ejemplo, al principio del proceso de Viena ayudaron a asegurar que la lucha contra la trata no solo se centrara en las mujeres y los menores, sino en la explotación laboral en general. El nombre del protocolo –“trata de personas”, no “trata de mujeres y menores”– indica una victoria para este cuerpo alternativo de defensa feminista.
Pero las feministas de la dominación aún querían equiparar la trata con la prostitución, y las feministas de derechos humanos tenían una especie de papel