Más allá del vicio y la virtud. Группа авторов
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En Viena, las feministas de derechos humanos lograron reducir la exposición del trabajo sexual de la penalización obligatoria a circunstancias que implican fuerza y explotación: la prostitución está incluida explícitamente como ejemplo, pero también otras formas de trabajo forzado.[77] Pero justo antes de que se adoptara el protocolo de Palermo, las feministas de la dominación con base en los Estados Unidos consiguieron (como era de esperar) mucho más en el Congreso de su país, donde, en el mejor de los casos, la voz de los derechos humanos fue silenciada y donde las feministas de la dominación pudieron empezar a relacionarse con sus aliados clásicos, los conservadores religiosos y sociales. La resultante Ley de Protección de las Víctimas de Trata (TVPA, por sus iniciales en inglés) de los Estados Unidos incluye una categoría especial de “trata con fines de explotación sexual” bajo la cual las feministas de la dominación están produciendo feministas de la gobernanza con quienes simpatizan ideológicamente.[78] Por un lado, la prostitución (de mayores de 18 años), por sí misma, no es una forma grave de trata y, por lo tanto, no está sujeta a un procesamiento penal obligatorio según la ley TVPA: para ello, debe obtenerse por la fuerza, fraude o coacción, como todas las demás formas graves de trata en todos los demás sectores de la economía. Por otra parte, la trata con fines de explotación sexual se llama ahora así en un estatuto federal y, a escala nacional, la empresa federal de aplicación de la ley penal está presionando a los estados para que la conviertan en un delito concreto. En Massachusetts, por ejemplo, en la persecución penal contra un consumidor de prostitución o un proxeneta, el mínimo de la pena por el delito de “prostitución” se duplica cuando la imputación es por el delito de “trata con fines de explotación sexual”.
Uno de los elementos fascinantes del proceso de creación de la historia de la “trata” por parte de las feministas es lo que podríamos llamar sus condiciones de audibilidad, sus condiciones de inteligibilidad. El feminismo de la dominación había dado su giro carcelario unos años antes. En el auge de la lucha contra la trata, sus defensoras hablaron convincentemente en términos de control social con las personas que querían controlar la migración del sur al norte en el mundo de la posguerra fría. Se hicieron oír con fuerza. En cambio, las defensoras de los derechos humanos hablaban un lenguaje completamente ajeno a los participantes de las reuniones de Viena, que llevaron al protocolo de la trata. Recordemos que este fue el “niño mimado” de la UNODC. Las herramientas paradigmáticas en discusión eran los controles internacionales del tráfico de drogas y armas. Creo que la gente del control de drogas y armas vio a las feministas de derechos humanos y simplemente pensó: “¿Qué? ¿Quiénes son ustedes y de qué están hablando? Queremos castigar el crimen organizado transnacional, ¿y ustedes hablan de albergues? ¿Hablan de proteger a los refugiados? No lo entendemos; no las entendemos”. Así que creo que hubo una interacción entre activistas feministas vigorosas de ambos lados, con cierta ventaja para hacerse oír del lado de las feministas que ya tenían una mentalidad punitiva, por así decirlo.
AA: Vemos una dinámica similar en el derecho penal internacional de la violación, donde mujeres con diversas ideologías feministas se volvieron internacionales juntas. ¿El conflicto que surgió en la lucha contra la trata de personas también se desarrolló allí?
JH: Te refieres a la política intrafeminista en el establecimiento y la administración de la nueva corte penal internacional (CPI). El establecimiento de los derechos humanos, por lo que puedo decir desde fuera, no ha hecho mucho para resistirse al surgimiento de un tribunal penal internacional.[79] E incluso a nivel académico, la crítica a la CPI está recién comenzando. Hay una necesidad imperiosa de análisis distributivos de esta corte. En “Rape at Rome”, examino el trabajo de las feministas en las negociaciones que condujeron al estatuto de Roma, que estableció la CPI, y no es casual que esas reuniones se dieran casi en simultáneo con el proceso para la trata en Viena, aunque algo diferentes desde el punto de vista genealógico. En este caso, los precedentes son tribunales ad hoc establecidos poco antes: el tribunal penal internacional para la ex-Yugoslavia (TPIY), el tribunal penal internacional para Ruanda (TPIR) y algunos otros.[80] Cuando se convocó la conferencia de Roma, las activistas feministas internacionales ya habían decidido poner a la violación en un lugar tan elevado como fuera posible en la jerarquía de los delitos en conflictos armados y garantizar el mayor número posible de juicios y condenas por violación. Y en los casos en que la lucha contra la trata podría haber adoptado la forma de empoderamiento de la víctima en lugar de su criminalización, la CPI estaba predeterminada a ser un sistema penal.
Aquí es donde la interacción entre las feministas fue muy diferente en Roma, para la CPI, y en Viena, para el protocolo de la trata. En Viena, las feministas estaban involucradas en un rotundo conflicto intrafeminista, mientras que en Roma había una amplia variedad de ideologías feministas in situ, pero se compartía una línea, el feminismo de la dominación. Es algo muy desconcertante, y creo que requiere una explicación. ¿Cómo pudieron las feministas liberales y del trabajo sexual, que sin duda estaban comprometidas, caer en una estrategia general y en una serie de reformas de las reglas, animadas por una ideología feminista que regularmente considerarían tan problemática?
Creo que esto sucedió por diversas razones, y creo que incluyen indicadores de peligro que las feministas de la no dominación podrían buscar si participan en procesos de reforma en los que las feministas de la dominación tienen la ventaja de hacerse oír más. Las feministas fueron invitadas a la mesa –de hecho, al comité central que dirigía la coalición de ONG a favor del tribunal en la conferencia– con la condición de que presentaran una única línea de coalición. El esfuerzo por encontrar una única etiqueta para el objeto de reforma feminista, que evolucionó de la violación a la violencia sexual y de ahí a la violencia de género, privilegió el impulso de las feministas de la dominación para extender el alcance de las prohibiciones y mezclar circunstancias sociales muy diferentes. Las feministas de la dominación de por sí colapsan el continuum.[81] Esto significaba que articular los contrapesos contra el impulso de la penalización y las diferencias entre los daños graves y menos graves era difícil, posiblemente incorrecto. Y el terreno en que todos operaban no eran los mercados, donde muchas feministas de la no dominación buscan la autonomía y/o la agencia de las mujeres, sino la delincuencia, precisamente el terreno más fuerte para las feministas de la dominación. Ellas saben cómo vigilar y castigar.
Sin embargo, otro factor era el sentido común que estaba surgiendo dentro del feminismo internacional que estaba diseñado específicamente para evadir la crítica feminista interna: la idea de que la violencia sexual afecta a todas las mujeres del mundo y es una prioridad que no causa divisiones ni dilemas para las feministas de todas partes. Ya sea del norte o del sur, ricas o pobres, dentro o fuera del espacio de batalla, religiosas o no, modernas o tradicionales, de izquierda o de derecha, ninguna podía posicionarse en contra de tomar una postura contra la violencia sexual. Como dijo una activista feminista, la violencia sexual daba a las feministas la esperanza de encontrar “lenguajes que no se pueden rechazar”.[82]
Pero un análisis distributivo e interseccional de este marco debería darles que pensar al menos a algunas feministas. Por un breve tiempo, por ejemplo, el TPIY tuvo una regla inspirada en las feministas según la cual un cargo de violación no podía tener una defensa basada en el consentimiento: el contacto sexual entre un hombre de un lado del conflicto armado y una mujer del otro lado sería una violación. Karen Engle ha argumentado que esta y otras reformas buscadas por las feministas en el TPIY confirmaron los marcos nacionalistas del conflicto,[83] y una vez que entendí realmente su argumento, el resultado de esta regla continuó conmocionándome de manera profunda. Aplicada en el contexto de los conflictos armados nacionalistas, esta norma