El enviado del Reino. Carlos Silgado-Bernal
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• El de la atestiguación múltiple que busca verificar la presencia de un hecho o dicho de Jesús en fuentes literarias independientes.
• El de rechazo y ejecución de Jesús que autentica las palabras y las acciones que explican o resultan acordes con el relato de la crucifixión de Jesús, narrativa considerada como la parte más antigua de las tradiciones acerca de él.
• El de dificultad que opta por los textos que levantan dificultades teológicas o situaciones embarazosas, pues resulta dudoso que hayan sido inventados por quienes transmitieron la tradición en la iglesia primitiva.
• El de coherencia que sostiene que tienen probabilidad de ser históricos los materiales congruentes con los dichos y hechos que previamente han pasado el examen de los criterios antes citados.
Sumado a lo anterior, un cambio profundo se produjo en la imagen de Jesús de Nazaret en la segunda mitad del siglo XX. Fue provocado por dos hallazgos fortuitos que causaron sensación en los medios de comunicación, levantaron toda clase de inquietudes acerca de la historicidad de las tradiciones cristianas y pusieron en las manos de académicos e investigadores —dentro y fuera de los círculos religiosos— un valioso alijo de manuscritos antiguos y otros artefactos.
El primer descubrimiento sucedió en 1945 y se conoce como la biblioteca de Nag Hammadi, un pueblo del Alto Egipto, entre cuyos códices escritos en copto se encontró una colección de dichos de Jesús de una corriente religiosa gnóstica cristiana, colección conocida hoy como Evangelio de Tomás. Los manuscritos de esta biblioteca ampliaron la comprensión acerca de la diversidad del cristianismo durante sus primeros tiempos. Luego, entre 1947 y 1956, se encontraron más de ochocientos rollos de pergamino escritos que estaban ocultos en las profundidades de once cuevas ubicadas cerca de Qumrán, en Israel y que fueron denominados genéricamente como «los Manuscritos del Mar Muerto». Este segundo descubrimiento era parte de las colecciones de textos, en su mayoría sagrados, escritos en hebreo, arameo y griego, que pertenecieron a la secta de los esenios: una comunidad y una escuela de pensamiento que había sido mencionada en relatos antiguos. La identificación, clasificación, conservación y divulgación de estos textos traducidos a las lenguas modernas, más allá del círculo de los especialistas, tardó años. Sin embargo, el efecto que la interpretación de estos hallazgos tuvo sobre la comprensión histórica de la antigüedad judía y del período de formación del cristianismo fue enorme, así como su impacto en nuestro tema: Jesús y su contexto histórico y cultural.
En el campo de la literatura religiosa judía, los rollos del Mar Muerto proporcionaron manuscritos de la Biblia hebrea de gran calidad y con mayor antigüedad que los conocidos en su momento, entre los que sobresalía el texto de Isaías, un libro profético, preservado actualmente en el Santuario del Libro, en el Museo de Israel, en Jerusalén. Además, los pergaminos representaron una evidencia de primera mano para entender mejor la vida de los esenios y la diversidad de las tradiciones religiosas judías de la antigüedad. Asimismo, para la historia del cristianismo primitivo, su estudio acrecentó la comprensión del judaísmo de la época de Jesús y de tradiciones como la esperanza mesiánica y el fin de los tiempos.
En consecuencia, estos hallazgos y las investigaciones posteriores dinamizaron la interpretación textual, literaria e histórica del Nuevo Testamento, así como el interés por la figura de Jesús. Sin ellos, mucho de lo elaborado por los autores que reseño en este libro probablemente nunca se habría escrito.
Como he indicado, el trabajo de divulgación —objetivo de mi libro— surgió del interés que me suscitó la lectura de la obra clásica de Albert Schweitzer, cuya primera edición se publicó en 1906. Sin embargo, he adoptado como pilares los trabajos de investigadores contemporáneos —publicados entre el último tercio del siglo XX y la segunda década del siglo XXI— que corresponden a la fase actual de la indagación acerca del Jesús histórico, conocida en medios académicos como «third quest»5. La cual se caracteriza por el marcado acento histórico-social en la interpretación del destino de Jesús en la sociedad de su tiempo, la reinserción de su movimiento en el judaísmo, y la utilización de fuentes no canónicas al lado de las fuentes canónicas. Dada la vastedad de sus perspectivas, esta fase ha conducido a cierta pluralidad de imágenes de Jesús que están estrechamente relacionadas con la decisión de los estudiosos de privilegiar unas fuentes sobre otras.
En mi caso, opté por mantener un diálogo constante entre las fuentes canónicas —de manera especial los evangelios sinópticos Mateo, Marcos y Lucas— y la literatura judía de los siglos II a.e.c. y II e.c., manteniendo como fondo la tradición profética ancestral de la cultura religiosa hebrea. Coincido con el siguiente criterio metodológico general: en la vida de Jesús «lo que es plausible en el contexto judío y permite comprender la génesis del cristianismo primitivo, puede ser histórico»6.
Así pues, mi trabajo sigue especialmente las obras de Geza Vermes, autor de Jesús el judío, La religión de Jesús el judío y El auténtico Evangelio de Jesús; Ed Parish Sanders, autor de Jesús y el judaísmo y La figura histórica de Jesús; Antonio Piñero, autor de Guía para entender el Nuevo Testamento, Aproximación al Jesús histórico y Jesús y las mujeres; John P. Meier, autor de Un judío marginal; Bart D. Ehrman, autor de Jesús, el profeta judío apocalíptico; Paula Fredriksen, autora de When Christians Were Jews, The First Generation y Jesus of Nazareth, King of the Jews; Gerd Theissen, autor de La religión de los primeros cristianos y coautor junto con Annette Merz de El Jesús histórico, y Mauro Pesce, coautor junto con Corrado Augias de Investigación sobre Jesús y, junto con Adriana Destro, de La muerte de Jesús. También menciono a otros autores influyentes en los capítulos correspondientes.
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Este libro está dirigido, de forma exclusiva, hacia la investigación histórica de la figura de Jesús de Nazaret, expone sus temas, problemas y métodos, y no debate doctrinas religiosas o teológicas. Se divide en seis capítulos que destacan hitos de la investigación.
El primer capítulo trata sobre los orígenes de la investigación acerca de la vida de Jesús y revela el hito originario, la primera reconstrucción histórica de su imagen: la del caudillo religioso que anunció un reino terrenal glorioso para los israelitas. Expone el camino y las motivaciones que, en la época de la Ilustración, llevaron a H. S. Reimarus, profesor alemán de lenguas orientales, a plantearse la necesidad de descubrir el propósito de la predicación de Jesús y las expectativas de sus seguidores, y los resultados que alcanzó su investigación. El capítulo presenta la forma característica en la que Jesús esperaba la liberación política y religiosa de su pueblo movido por la esperanza en un reinado de Dios que llegaría con el fin de los tiempos, una de las primigenias utopías socio-religiosas de la humanidad.
El segundo capítulo valora las fuentes para emprender el estudio de la imagen histórica de Jesús y la separa del culto al Cristo de la fe. A pesar de presentar temas técnicos como la teoría de las dos fuentes de la tradición evangélica y la caracterización de los evangelios como mitos cultuales, dicha exposición le facilita al lector la comprensión de la historia de la redacción y la datación de los relatos evangélicos, el descubrimiento de las comunidades de «cristianos antiguos» en los que estos adquirieron forma, la cuestión de sus autores y el modo en que se valoran hoy en día las fuentes cristianas, judías y romanas respecto a la existencia y la vida de Jesús, empleando criterios de autenticidad histórica. El mayor hito histórico, descrito en este capítulo, es el proceso que condujo de la interpretación sacral del texto de los evangelios a su estudio socio-cultural,