El enviado del Reino. Carlos Silgado-Bernal

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El enviado del Reino - Carlos Silgado-Bernal Ciencias Humanas

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motivo del debate surgió luego de que, en la revista de la biblioteca, se publicaran una serie de textos, presentados como «Comentarios a los Fragmentos de un autor anónimo», en los que se sometían a la crítica racional tesis corrientes de la doctrina cristiana. Entre ellas, el carácter revelado de las Escrituras, la fundamentación del Nuevo Testamento en las profecías del Antiguo Testamento (es decir, en la Biblia hebrea del siglo I que incluía la Torá, Profetas y Escritos), la veracidad de los prodigios mencionados en el relato del paso del Mar Rojo por los israelitas y, por último, la verosimilitud y motivación de las narraciones sobre la resurrección de Cristo.

      El autor de los Fragmentos —cuyo nombre ocultó de manera deliberada Lessing— se apoyaba en un fino análisis filológico de los textos bíblicos para realizar una lectura crítica de la tradición religiosa. Su método de análisis histórico se sustentaba en preguntas preconizadas por los pensadores de la Ilustración: «¿Sucedieron realmente los acontecimientos? ¿Fueron las circunstancias que los rodearon tal y como se afirma? ¿Sucedieron de forma natural, por la acción de alguien o por casualidad?»9.

      Cuando los Fragmentos, publicados por entregas, abordaron el Nuevo Testamento en la publicación de un texto titulado Acerca de la finalidad de Jesús y sus discípulos, el debate alcanzó su momento más álgido y el pastor jefe de la comunidad luterana, Goeze, se decidió a alcanzar una victoria a su estilo; es decir, de forma autocrática. Obtuvo de la corte la revocación del permiso que poseía el director de la biblioteca para publicar sin censura previa y, además, la prohibición de divulgar material sobre temas religiosos: artículos que atacaran «las pruebas de la verdad del cristianismo» no volverían a circular libremente.

      Pero ¿qué decía el texto acerca del propósito de Jesús y sus discípulos? ¿Acaso contenía un ataque a la doctrina convencional del cristianismo? Y, además, ¿quién fue su autor? A continuación responderé estos interrogantes, empezando por el último.

      Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) fue un erudito graduado en Teología, Filosofía y Lenguas en la Universidad de Jena; profesor de lenguas orientales en el Gymnasium illustre de la ciudad hanseática de Hamburgo —su ciudad natal—, anticuario y figura central de la filosofía deísta en Alemania10. A él se debe la autoría de los Fragmentos, la cual solo vino a confirmarse públicamente cuatro décadas después de su muerte, cuando su hijo entregó a la biblioteca de Hamburgo los manuscritos de su obra11.

      La circulación en forma anónima de escritos de pensadores de la Ilustración era frecuente. Así era posible escapar de la censura, en el mejor de los casos, y de la persecución o la cárcel, en el peor. En vida, Reimarus mostró sus trabajos a un número limitado de conocidos y su precaución no fue vana. Las preguntas que se atrevió a hacer implicaban una ruptura con las formas tradicionales del pensamiento religioso y con quienes las empleaban para detentar posiciones de poder. Tampoco fue infundada la cautela con la que procedió Lessing —el editor censurado—, al publicar anónimamente y por entregas dichos Fragmentos.

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       Ilustración 4. Hermann Samuel Reimarus (1694-1768). Grabado. Staats- und Universitätsbibliothek Hamburg.

      El trabajo de Reimarus acerca del propósito perseguido por Jesús y sus discípulos hacía una lectura de los textos evangélicos en la que fue retirado lo sobrenatural, para permitir otra interpretación del escueto acontecer humano. Dio a los evangelios el tratamiento de objetos históricos, el mismo que podía darse a otros textos de la antigüedad clásica, permitiendo examinar su autenticidad y su veracidad; además, consideró a los personajes de los relatos bíblicos y a sus autores como sujetos cuyas motivaciones y circunstancias históricas podían y debían investigarse. Utilizó el Nuevo Testamento como fuente de sus indagaciones y lo contrastó con otras referencias documentales cercanas al tiempo de los acontecimientos, como las conocidas obras del historiador judío Josefo (37-100)12, escritas en el mismo período de formación y fijación de las tradiciones neotestamentarias.

      También desarrolló una interpretación de tipo historiográfico acerca del movimiento liderado por el predicador de Galilea, de los motivos de su credo religioso y sus actividades. De ella comenzó a emerger, por primera vez, una figura histórica plausible del mesías de los Evangelios, Jesús de Nazaret, y un relato diferente de las tensiones que rodearon su vida y la de sus discípulos.

      Reimarus detuvo su atención en un acervo de tradición sobre la actividad de Jesús de Nazaret que aparece en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas): el anuncio de la llegada inminente del Reino de Dios, al que acompañaba un llamado vehemente a la conversión del pueblo; es decir, a una adhesión irrevocable a las leyes religiosas ancestrales de su comunidad. Este anuncio es el eje central de su predicación antes de la subida a Jerusalén y el argumento de un buen número de sus parábolas.

      En sus Fragmentos, Reimarus se dedicó a indagar el significado que pudo tener este anuncio y halló un estadio previo de tradición referido a Jesús, una veta de material histórico que supo diferenciar del resto de la enseñanza transmitida por sus seguidores en las cartas de Pablo y en los evangelios.

      Fue en esta tradición textual donde encontró señales que conducían al hombre y a sus propósitos originales. En ella se afirmaba que, al comienzo de su predicación, Jesús recorrió Galilea —una región al norte de Israel situada entre el Mar Mediterráneo y el lago de Genesaret, gobernada por el etnarca Herodes Antipas, nombrado por el emperador romano Augusto— y convocó a doce discípulos, instruyéndolos para que difundieran una advertencia de corte profético: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca». Jesús les dio normas detalladas, mencionó que el día del Juicio caería con rigor sobre las ciudades que no los recibieran ni los escucharan, y les aseguró: «No acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre»13.

      Reimarus se planteó los siguientes interrogantes: ¿A qué propósito servía esta predicación? ¿Qué objetivos perseguían Jesús y sus seguidores con ella? Su respuesta a ellos constituye una muestra del pensamiento ilustrado del siglo XVIII en Europa y permite apreciar el nacimiento de un cambio radical en la manera de concebir la imagen de Jesús de Nazaret desde una perspectiva histórica, que está consignada en un pasaje central de sus escritos:

      Si fuera verdad que el objetivo de Jesús era que todos los hombres creyeran en él como un salvador espiritual [...] y que con su muerte y sufrimiento deseaba salvar a la humanidad, aunque sabía que los judíos no esperaban un salvador de esa clase y no tenían otra idea que la de un liberador de Israel que los librara de la servidumbre y que construyera un reino terrenal glorioso para ellos, ¿por qué, entonces Jesús envió a anunciar en todos los pueblos, escuelas y casas de Judea que el Reino de los Cielos estaba por llegar? Lo cual significaba que el reino del libertador o mesías estaba por comenzar. Él sabía que el pueblo iría tras un rey terrenal […] a menos que recibiera otra enseñanza diferente sobre esta buena nueva que aquella que había aprendido de acuerdo al significado generalizado de estas palabras. ¿No ha debido Jesús esforzarse primordialmente, con la ayuda de sus apóstoles [...] en desterrar la ignorancia de sus burdas ilusiones y, en cambio, dirigir su fe, su arrepentimiento y su conversión hacia la dirección correcta? [...] Pero Jesús no les transmitió otra idea acerca de él [...] debió tener total conciencia de que, ante el anuncio de la venida

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