¿Cómo correr?. Nicholas Romanov
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El periodista Hunter S. Thompson, cuya cita de su libro La maldición de Lono abría este capítulo, describió de manera vívida esta transición entre «competidores» y «corredores» en el Maratón de Honolulú:
Los corredores son distintos. Muy pocos se deslizan por el suelo y muy pocos corren rápido. Y cuanto más lento avanzan, más ruido hacen. Para cuando llegaron los corredores con dorsales de cuatro dígitos, el ruido de la carrera era turbadoramente alto y desorganizado. El susurro uniforme de los competidores había degenerado en un pisoteo y apisonamiento de pies contra el suelo.
Con esta imagen en mente, accede a un punto 400 metros antes de la línea de meta; es decir, un punto demasiado lejos de la meta como para que los más locos comiencen a esprintar, pero donde los efectos de la carrera sean muy evidentes en la postura de los corredores. Al comienzo de la carrera, la diferencia principal fue la imagen general de unos corredores rápidos y otros lentos. Ahora, con todos los participantes dispersos, ya es posible prestar más atención a los estilos individuales.
Lo primero en lo que quizá repares es en que los ganadores son los corredores cuyo estilo ha degenerado menos durante el curso de la carrera. Y aunque su ritmo se haya deteriorado un tanto, todavía se desplazan con economía de movimientos, con el rostro inexpresivo y concentrado. A pesar de los grandes esfuerzos que han realizado, los ganadores son los que tienden a mostrar menos los efectos de la carrera, al menos mientras siguen corriendo.
A medida que el resto del pelotón se aproxime a la línea de meta, fíjate en el estilo de los distintos participantes. Verás todo tipo de movimientos descontrolados: brazos que se mueven atolondrados, pies que tropiezan, cuerpos crispados. Algunos corredores tocan el suelo con los talones; otros casi corren de puntillas. El esfuerzo es mucho más evidente en casi todos los rostros.
¿Qué conclusiones extraes de este experimento? Aunque no esperamos destellos cegadores de clarividencia, es fácil afirmar que los mejores corredores corren de forma más parecida entre sí que los peores corredores. También podemos afirmar que los mejores corredores parecen ser más eficaces y estar más centrados. Y, lo más importante, dada la gran disparidad de estilos en la carrera, está claro que los seres humanos no han sido dotados por la naturaleza con una zancada innata y correcta para correr. Lograrlo llevará tiempo.
Segunda parte
ARGUMENTOS A FAVOR DEL MÉTODO DE LA POSTURA
Capítulo 5
La tercera ley de las lesiones de atletismo: toda lesión revela que el atleta ha alcanzado el punto en que se producen averías.
Tim Noakes
ELIMINA LAS LESIONES POR CORRER
¿Por qué debo interesarme en aprender una nueva forma de correr?
Es una buena pregunta y si no estás convencido del valor de aprender el método de la postura, entonces está claro que no soportarás el proceso que implica cambiar tu estilo de vida. El valor de cualquier cosa se basa en su aplicación práctica. Es decir, ¿de qué modo algo nuevo mejora mi capacidad para realizar una tarea determinada? ¿Qué me aporta que no tenga todavía?
Pregunta a cualquier corredor qué le gustaría mejorar al correr, y casi con toda probabilidad la respuesta sería alguna variante de «Querría correr más rápido, más lejos, con menos esfuerzo y menos lesiones».
La respuesta que no obtendrás es «Me gustaría convertirme en una máquina más eficaz al correr», aunque en realidad ese sea el objetivo definitivo, convertirte en un ser humano más veloz, inmune a las lesiones que nos merman. No diré que el método de la postura convierta al instante a los corredores de fin de semana en corredores olímpicos, pero sí que aportará los conocimientos y la mecánica para mejorar en grado significativo el rendimiento y reducir el número y gravedad de las lesiones.
Hay tres factores limitadores primarios de nuestro rendimiento en carrera: las lesiones, la técnica y las limitaciones personales. Antes de presentarte la técnica del método de la postura, quiero hablar del modo en que se concibió para suprimir estas tres limitaciones. En este capítulo, comenzaré por el coco de todos los corredores: las lesiones.
Dado que la continuidad es el elemento más importante de cualquier régimen de entrenamiento y que las lesiones son el mayor enemigo de dicha continuidad, hablemos un poco sobre el enorme problema que constituyen las lesiones y veamos el modo en que el método de la postura aborda ese problema.
Cualquiera que tenga experiencia en correr sabe que las lesiones forman parte del deporte, como las zapatillas, los calcetines y los pantalones cortos. Por lo general, se acepta que los daños que se producen —como las lesiones por sobrecarga, los dolores de rodilla, las torceduras de tobillo, las tendinitis del Aquiles, la lumbalgia y la fascitis plantar— forman parte de la experiencia de correr. Lo interesante es que a pesar de los ingentes recursos dedicados a mejorar el diseño del calzado y de la evolución a regímenes de entrenamiento en teoría más sabios, la situación con las lesiones parece no haber cambiado desde el comienzo del bum del atletismo en 1970 hasta la actualidad.
Las mismas tristes estadísticas se van repitiendo artículo tras artículo. En 1977, un artículo publicado en la revista Runner’s World reparaba en que dos de cada tres corredores sufrían alguna lesión cada año que obligaba a la interrupción o reducción del entrenamiento y las carreras (2). Veinte años después, Gary Guten escribió en su libro Lesiones en deportes de aire libre que los estudios más recientes habían hallado que «la incidencia relativa de lesiones por correr a pie es similar a la de estudios anteriores» (1). Puesto que se calcula que en Estados Unidos hay 33,7 millones de corredores habituales, esta situación resulta alarmante (5). Haz números y verás que cada año alrededor de 22 millones de corredores norteamericanos ven su entrenamiento frenado o interrumpido por lesiones. ¡Ay!
Aunque el número y frecuencia de las lesiones por correr a pie se han mantenido constantes a lo largo de los años, su localización parece haber emigrado pierna arriba. En los años setenta, la mayor parte de las lesiones se concentraba en los pies y la pierna (3). A medida que nos fuimos acercando a los años noventa, esas lesiones vieron reducido su número, aunque dicha reducción fue el punto de partida de un aumento de los problemas de síndrome del compartimiento tibial y las lesiones de rodilla (4).
Si aceptamos que las mejoras en el diseño de zapatillas y la tecnología explican por qué se han reducido las lesiones de pies y piernas, ¿a qué achacamos el aumento correspondiente de problemas de espinilla y rodilla?
Gary Guten destaca en su libro cuatro factores que contribuyen a las lesiones deportivas: cambios, alineación, giros y velocidad. El primero, los «cambios», es muy habitual en los corredores y se refiere a un aumento repentino y superior al 10% semanal del kilometraje, la distancia, la frecuencia o la intensidad del entrenamiento. Es decir, el corredor quiere ver mejoras rápidas y comete el error más básico de todos: excederse y acabar lesionado en vez de correr más rápido.
El segundo factor, «la alineación», significa literalmente la «disposición en