Capitalismo, crisis y anarquismo en la novela de crímenes del siglo XXI en España. Gustavo Forero Quintero

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      Para Hardt y Negri, las formas de luchas modernas han trascendido y se han desarrollado desde que empezaron con bandas de campesinos y partisanos dispersos hasta las estructuras de redes actuales:

      De esta manera se completa nuestra genealogía de las formas modernas de resistencia y guerra civil, que pasó de las revueltas guerrilleras dispersas al modelo unificado de ejército popular, de la estructura militar centralizada al ejército guerrillero policéntrico, y finalmente, del modelo policéntrico a la estructura en red distribuida o de matriz plena. Esa es la historia que tenemos a nuestras espaldas. (Hart y Negri, 2004, p. 116)

      Este cambio en las formas de lucha puede tener su causa en una transformación más general, la de las condiciones del trabajo en el siglo XXI. Según Hardt y Negri, en el nuevo siglo la posición hegemónica en la división del trabajo la ocupa el sector que se encarga del “trabajo inmaterial”, el cual concibe dos formas principales: la primera hace referencia al trabajo intelectual o lingüístico que produce bienes como textos, imágenes, códigos, etc. La segunda, por su parte, es “trabajo afectivo”, en referencia a la labor de aquellos que, como los profesores o las azafatas, cumplen una función no solo estrictamente práctica, sino que incluye las emociones y la afectividad (por ejemplo, tratar a los alumnos con cariño o sonreír). Estas nuevas formas de trabajo inmaterial, aunque minoritarias por provenir de un sector pequeño de la sociedad que se concentra en los países centrales principalmente, se han vuelto hegemónicas debido a que “marca[n] la tendencia a las demás formas de trabajo y a la sociedad misma” (Ibídem, p. 138). Entre estas formas sobresalen los sistemas a pequeña escala y flexibles como las redes. De ahí que, las formas de lucha a su vez se transformen dado el cambio de condiciones sociales en el nuevo siglo.

      En este campo de la peculiar lucha de clases del siglo XXI, el mundo recreado en las novelas de crímenes de España ofrecen una respuesta muy interesante a los interrogantes propios de estados de anomia: ¿Existe un sistema legal absolutamente confiable o este solo es el fruto del poder de una clase o de un imperio y en tal sentido resulta lógico y aún necesario apartarse de él?, ¿apartarse puede ser entendido como un problema para el sistema o como previsión de un nuevo orden más incluyente?, ¿el responsable de los estados de anomia social es el individuo, un grupo o una comunidad incómoda frente al sistema excluyente?, ¿un sistema político puede garantizar realmente los derechos individuales?

      Las respuestas a estas cuestiones constituyen un buen campo epistemológico para hablar de soluciones no represivas a los conflictos históricos del individuo o de la comunidad. En particular, son un acercamiento al análisis de las novelas de las que aquí se habla: las que aluden a la crisis económica y aquellas que lo hacen al anarquismo. La novela de crímenes española se inserta, así, en el campo de la macrocrítica al modelo capitalista.

      La crisis de la economía en España en los primeros años del siglo XXI puede entenderse como efecto nacional de una crisis global del sistema capitalista marcada por la lucha de clases. El hecho de que el Banco Central Europeo (BCE) les haya prestado dinero a los bancos a bajos intereses (1%) y ellos invirtieran en comprar deuda pública a intereses del 5% favoreció al sector financiero, pero deslegitimó la clase política que orquestó el desfalco y afectó a buena parte de los ciudadanos que lo padecieron. Hipotecas otorgadas sin control en los años anteriores se mantuvieron vigentes a pesar la significativa pérdida de valor de las propiedades que las respaldaban y una multitud cada vez más empobrecida se vio obligada a tomar consciencia de su situación y a enfrentarse a la élite propietaria de los medios de producción con el propósito de defender sus derechos. Todavía hoy se resienten sus efectos. Sobre todo, en una dinámica en que los países del norte de la Unión Europea le exigen a España “fortalecer sus finanzas” a través de recortes sociales y dejar de vivir “por encima de sus posibilidades”. En este contexto, el coronavirus del 2020 puede llegar a provocar una recesión superior a la de 2008-2009. La deuda actual de Grecia asciende al 175,2% de su PIB, y en una situación semejante, rondando el 100% del PIB, figuran las deudas de Italia, Francia y España, advierte el economista Guillermo de la Dehesa (García Vega, 2020). Tales circunstancias son el caldo de cultivo de una novela que denuncia la pobreza, los recortes, el paro, la desigualdad económica o la miseria y el ambiente de malestar social derivado del hecho económico.

      Numerosas novelas de crímenes del siglo XXI aluden directamente a esta crisis derivada de la corrupción del sector financiero: De todo corazón (2008), de Andreu Martín (1949), toma como base el fraude de Finansa, donde estuvieron implicados el gobierno, la oposición y la Iglesia; y Tablas (2012), de José Vaccaro Ruiz (1945), es “la novela que saca a la luz los entresijos de la crisis financiera”, según advierte la portada. En esta, un detective investiga la muerte de un subinspector de Hacienda y alterna con la policía en la pesquisa donde interviene además un financiero internacional. A estas obras, se suman Acceso no autorizado (2011) de Belén Ruiz de Gopegui (1963), donde se alude al hackeo en las redes y a tramas de corrupción política que se mezclan con la nacionalización de cajas de ahorro; Rezos de vergüenza (2016), de Josep Camps (1964), que expone las oscuras relaciones entre la banca y el Opus Dei; y El blanco círculo del miedo (2011), de Rafael Escuredo (1944), que desarrolla una intriga en torno a un asesinato que se relaciona con los llamados bonos basura de una entidad bancaria. Por su parte, Manos sucias (2015), de Carles Quílez (1966), indaga sobre la impunidad generalizada de empresarios y gobernantes; y en Asesinato en la plaza de la Farola (2011), de Julio César Cano Castaño (1965), la crisis financiera tiene una buena metáfora: un vagabundo es asesinado en el cajero de una oficina bancaria de la Plaza de la Farola Castellón de La Plana.

      Aunado a lo anterior, se pueden mencionar algunas de las novelas relativas a la burbuja inmobiliaria y, en general, a los tejemanejes del mundo de la construcción en tiempos de crisis económica en España. La ciudad de la memoria (2015), de Santiago Álvarez (1973), por ejemplo, gira en torno a un clan familiar propietario del mayor grupo constructor valenciano; y del mismo José Vaccaro Ruiz, citado antes, puede mencionarse Catalonia Paradis (2011), novela que refiere un caso de especulación del suelo en Barcelona donde el propio Director de Urbanismo de la Generalitat de Catalunya resulta víctima. En este mismo campo inmobiliario, en Sociedad limitada (2002), de Ferran Torrent (1951), Valencia es el contexto para entender, entre otras cosas, el funcionamiento anómico de las grandes constructoras y las causas del deterioro del medio ambiente; y del mismo autor, Especies protegidas (2004) habla acerca de las espurias relaciones entre el mundo de la construcción y la política cuando un exconstructor busca ser alcalde de su ciudad y para ello se hace con el control de su principal club de fútbol. A estas novelas, se suman tres de Eugenio Fuentes (1958): Las manos del pianista (2003), donde Breda constituye el espacio urbano de una modesta empresa que construye una urbanización de lujo en el extrarradio; Mistralia (2015), en la que los intereses empresariales, energías renovables y los molinos de energía eólica afectan la convivencia de los vecinos de la misma localidad de Breda; y Piedras negras (2019), otra novela sobre la burbuja inmobiliaria que alterna con el tema de los niños robados durante la dictadura. Los entresijos del campo de la construcción hacen parte de una crisis que afecta la vida de los ciudadanos más vulnerables.

      La cuestión del desempleo derivado de la crisis económica también está presente en varias novelas de crímenes del siglo XXI en España. Entre ellas, se pueden mencionar La mano invisible (2011), de Isaac Rosa Camacho (1974), cuyo título evoca la teoría homónima de Adam Smith, padre intelectual del capitalismo contemporáneo, una amplia perspectiva del mundo laboral donde los trabajadores ignoran el objeto mismo de su sacrificio; Hombres desnudos (2015), de Alicia Giménez Bartlett, en la que unos hombres jóvenes pierden su trabajo y acaban haciendo estriptis en un club, epítome de la cosificación moderna del ser humano; En la orilla (2013), de Rafael Chirbes (1949-2015), que expone la crisis evidente de valores derivada de la crisis económica; Tres segundos de memoria (2006), de Diego Ameixeiras (1976), que también aborda la situación de jóvenes desempleados, fracasados, víctimas de lo que uno de ellos llama el posfracaso,

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