Educación, arte y cultura. Juan Sebastián Ariza Martínez
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En el ámbito del arte, sobresalen las semblanzas de Francisco Norden, director de cine y documentalista de origen belga, reconocido como uno de los pioneros del séptimo arte en Colombia, y de Héctor Osuna Gil, periodista y caricaturista cuyos trazos constituyen una de las críticas más férreas a la política y la sociedad colombiana del siglo XX.
Por su parte, de la segunda mitad del siglo XX se encuentran las historias de vida de Teresita Cardona García, abogada y académica, reconocida por ser una de las primeras mujeres en ocupar cargos directivos y de alto rango en entidades públicas y educativas; de Roberto Posada García-Peña, periodista y amante de la cocina, que firmaba sus escritos con el pseudónimo de D’Artagnan, y cuyas columnas de opinión constituyeron una de las fuentes más leídas en la prensa de las décadas de 1980 y 1990; de María Isabel Casas, filósofa y educadora que ha dedicado su vida profesional al estudio de la ética y su aplicación en la formación de la educación media; de Alexandra Montoya, periodista, locutora y abogada, y una de las voces más representativas de la radio en Colombia —específicamente, del programa radial “La luciérnaga”, de Caracol Radio—, y de Juan Gabriel Vásquez, escritor y abogado reconocido como uno de los novelistas más representativos de Latinoamérica en la actualidad.
Estatua de fray Cristóbal de Torres, ubicada en la plazoleta central del claustro del Rosario. © Universidad del Rosario. Fotografía: Alberto Sierra Restrepo
Finalmente, el título de la publicación Educación, arte y cultura. Debates y contribuciones desde la Universidad del Rosario, busca, justamente, dar a conocer los perfiles biográficos de aquellos personajes que, aun habiendo estudiado en el claustro, no son reconocidos como egresados de la institución, y que, además, desde sus profesiones, sus escritos y sus pensamientos, han aportado a los debates políticos, sociales, culturales, literarios y educativos de Colombia durante los siglos XIX y XX. La elección de perfiles no fue una tarea sencilla: cada vez son más las listas de nombres que merecen ser incluidos en este tipo de textos, pero, desafortunadamente, el espacio no alcanza para rendir homenaje a quienes se han formado en el Colegio Mayor del Rosario; por eso, la publicación también pretende hacer un llamado a que las nuevas generaciones de rosaristas se encarguen de resaltar el legado educativo que la universidad ha dejado en todos aquellos que nos hemos formado en sus aulas.
Juan Sebastián Ariza Martínez
Bogotá, 15 de julio de 2020
La revolución desde el púlpito
Los escritos del cura Juan Fernández de Sotomayor y Picón
Juan Sebastián Ariza Martínez*
La historiografía de finales del siglo XIX e inicios del XX en Colombia identificó como “héroes” de la Independencia a varios personajes, principalmente hombres, quienes participaron en los campos de batallas y en los procesos políticos que contribuyeron a la formación del Estado-nación. En los últimos años, los estudios de varios historiadores han demostrado que este complejo proceso no responde únicamente a acciones militares y políticas, sino que detrás de ellas se gestaron movimientos que partieron desde diversos ámbitos: el académico, el religioso, el social y el cultural, y que en dichos movimientos, tanto hombres como mujeres tuvieron una participación relevante.
A inicios del siglo XIX, el clero jugó un papel fundamental durante el aprovechamiento de tácticas, entendidas, con la perspectiva de Michel de Certeau, como acciones que son usadas por quienes han permanecido en situación de debilidad y utilizan episodios específicos para crear espacios de poder, con el fin de obtener beneficios a largo plazo.1 El resultado final de estas tácticas dependía, en última instancia, de la astucia con que se aplicaban y de la respuesta que tenían por parte de quienes la recibían. Es dentro de esta lógica como se pueden analizar las acciones de Juan Fernández de Sotomayor y Picón, también conocido como ‘el cura de Mompox’, a partir de las cuales tuvo lugar uno de los episodios más relevantes del proceso independentista de Colombia.
Juan Fernández de Sotomayor y Picón, primera mitad del siglo XIX. Pintura: Taller de los Figueroa (atribuido). Óleo sobre tela, 92 × 83,5 cm. Colección del Museo de la Universidad del Rosario.
Nacido en Cartagena el 2 de noviembre de 1777, Fernández de Sotomayor creció en un entorno lleno de beneficios, propios de la élite criolla de finales del siglo XVIII. Sus padres, Marcos Fernández de Sotomayor y Benedetti y Anselma del Carmen Picón Márquez, eran hijos de españoles que ocupaban cargos políticos en la ciudad portuaria. Su abuelo paterno había llegado al virreinato para ejercer como secretario del Santo Oficio, cargo que el padre de ‘el cura de Mompox’ heredaría, además de ser secretario del Secreto y alcaide de las cárceles inquisitoriales.2 Esa posición privilegiada de su familia le permitiría estudiar en el Colegio de San Bartolomé, en Santafé, y posteriormente, en el Colegio Mayor del Rosario, en el que culminaría sus estudios en derecho y teología bajo la instrucción de Camilo Torres, Tomás Tenorio y Fernando Caicedo y Flórez.
La formación de Fernández de Sotomayor es fundamental para comprender sus acciones futuras, pues no solo recibió instrucción de una generación de ilustrados que discutían en tertulias y espacios académicos sobre textos provenientes de Europa —a partir de los cuales se alentaba al desarrollo de ideas libertarias y al reconocimiento de derechos para los americanos—, sino que participó activamente en procesos sociales y reclamos por parte de los criollos, que exigían que les permitieran gobernar y ocupar cargos políticos por contar con la formación y el conocimiento necesarios para realizarlo. Así, su paso por la capital virreinal constituiría una de las lecciones más relevantes de su vida, que, con el tiempo, lo llevarían a escribir uno de los textos revolucionarios censurados por la inquisición, y a partir del cual se gestaron las manifestaciones libertarias de Mompox.
Luego de su estadía en Santafé, Fernández de Sotomayor volvió a Cartagena, y allí ingresó al seminario para formarse como sacerdote. Sus conocimientos lo llevarían a ser profesor de esta institución luego de haberse ordenado, el 16 de enero de 1801; y tres años más tarde, fue nombrado cura párroco de Mompox, cargo que ejerció entre 1804 y 1810.
El cura revolucionario y patriota
Para inicios del siglo XIX, la villa de Mompox se erigía como uno de los territorios más importantes del virreinato. Su localización a orillas del Magdalena y su proximidad al Caribe hacían de este territorio un paso obligado para todo aquel que quisiera adentrarse en el virreinato, para llegar a la capital o, al contrario, para quienes pretendían zarpar por el Caribe. Tal era la importancia de esta población que contaba con un hospital de patronato, un hospicio a cargo de dominicos, dos conventos, instituciones encargadas de la administración de tabaco y aguardiente y una caja real, encargada de recibir las rentas de varias poblaciones aledañas.3
Sitio de Cartagena, s. f. Grabado: Theodore de Bry. Papel, 28,2 × 20,8 cm. Colección de Arte del Banco de la República, Colombia.
Escudo con la cruz de Calatrava. Fotografía. AHUR. Álbum 07.2. Fotografía: