Educación, arte y cultura. Juan Sebastián Ariza Martínez

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Educación, arte y cultura - Juan Sebastián Ariza Martínez Ciencias Humanas

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al ser considerado el único espacio de la celebración religiosa en la que se hablaba español y se lograba captar la atención de los feligreses.4 En otras palabras, ideas utilizadas como una táctica para obtener la atención de los feligreses y, de esta manera, lograr beneficios personales o para su comunidad.

      Luego de haber permanecido seis años en la cabecera clerical de Mompox, y una vez adquirido reconocimiento como uno de los sacerdotes más comprometidos con la defensa de los derechos de los neogranadinos, el domingo 5 de agosto de 1810, influenciado por las noticias de la revuelta popular que había tenido lugar en Santafé el 20 de julio, por los ideales de la Revolución francesa —que, quizás, había leído de la traducción que Antonio Nariño había realizado en 1793—, y movido por los ideales ilustrados con los que había sido formado, Fernández de Sotomayor expuso ante los asistentes a la iglesia varios argumentos por los que, a su juicio, España debía dar un paso en pro de permitir la participación de los criollos en el cabildo, y alentó al pueblo a manifestarse en contra de la opresión española.

      El discurso de Fernández de Sotomayor planteaba la necesidad de defenderse de los abusos cometidos por la Corona, así fuera ineludible el uso de la fuerza, con el objeto de conseguir la libertad no solo en términos políticos, sino también de forma individual y en defensa de la propiedad privada. Estas ideas, seguramente, las había desarrollado durante su formación en Santafé, donde tuvo acceso a libros provenientes de Europa, que defendían dicho ideario, como en el caso del Segundo tratado sobre el gobierno civil, escrito por John Locke en defensa de los derechos naturales y el contrato social.5 No es novedad que para este periodo hubiera miembros del clero comprometidos con la causa independentista; tampoco se trató de un fenómeno netamente neogranadino, pues lo propio haría Miguel Hidalgo y Costilla en septiembre de ese año en Nueva España, lo que promovería la independencia de México.6

      Entonces, ¿qué tiene de particular el discurso de Juan Fernández de Sotomayor? A diferencia de otros curas, que defendían la promulgación de la Constitución de Cádiz y la lealtad al rey Fernando VII durante la ocupación de Napoleón Bonaparte a España, ‘el cura de Mompox’ mantenía una postura más radical, que lo llevaría a participar en la redacción de principios liberales consagrados en la Constitución de Cartagena de 1812, e incluso, a enfrentar problemas judiciales por sus acciones.7 No satisfecho con el sermón del 5 de agosto de 1810, el cual llevó a que el cabildo de Mompox se adhiriera a la Junta suprema de Santafé, el cura publicó en 1814 el célebre Catecismo o Instrucción popular, un “ácido panfleto contra el régimen español”,8 por medio del cual tildó de ilegítima la ocupación de España sobre las Américas, cuestionó la autoridad del rey, y hasta la pasividad con la que el clero había actuado durante la conquista y la colonización en Nueva Granada.

      Esta publicación fue ampliamente criticada por los sectores realistas, quienes denunciaron a Fernández de Sotomayor ante el tribunal de la Inquisición, en el que trabajaba su padre, quien, a su vez, tuvo que encargarse de levantar pruebas en su contra. Esta no sería la única vez que ‘el cura de Mompox’ generaría tensiones familiares por su pensamiento: lo mismo ocurrió el 6 de diciembre de 1815, cuando su tío, Manuel Fernández de Sotomayor, también trabajador de la Inquisición, firmó un panfleto en el que declaraba su lealtad al rey Fernando VII; probablemente, como medida reaccionaria ante el comportamiento de su sobrino.9

      Por su parte, el clero realista también cuestionó el catecismo; en especial, el obispo de Cartagena, fray Gregorio José Rodríguez Carrillo, quien, incluso, sugirió aplicar la pena de excomunión a Fernández de Sotomayor y quemar sus escritos, por considerarlos alta traición al rey. Con la llegada del general Pablo Morillo, en 1815, la instauración de lo que el historiador José Manuel Restrepo denominó el “tribunal de sangre” y los intentos por restaurar el imperio español de ultramar, Fernández de Sotomayor tuvo que salir en exilio hacia Jamaica.

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      Firma de Juan Fernández de Sotomayor que aparece publicada en informe que el clérigo envió al comisionado Antonio Villavicencio, acerca de los disturbios ocurridos en su parroquia de Mompóx, el 8 de julio de 1810. Colección de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Archivo Luis Augusto Cuervo, ff. 255 r.-v.

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      El Humilladero, primera capilla de Bogotá, ca, 1920. Clisé: Autor desconocido. Tinta litográfica, papel, 10 × 12 cm. Colección del Museo Nacional de Colombia, reg. 2090.9. Fotografía: Samuel Monsalve Parra.

      El catecismo de Juan Fernández de Sotomayor tenía por objetivo presentar de forma clara y sencilla los principios que guiarían la independencia neogranadina, además de sentar las bases que, a su juicio, debían tenerse en cuenta para instaurar un nuevo modelo de organización social, que respetara la individualidad y la libertad. Así, inspirado en un texto que había circulado en 1809 en Sevilla, titulado Instrucción popular en forma de catecismo sobre la presente guerra, por medio del cual se azuzaba al pueblo a rechazar la ocupación francesa, ‘el cura de Mompox’ redactó un pequeño panfleto que tenía el mismo objetivo, aunque esta vez no se incitaba al rechazo de Francia, sino al de la misma España.10

      Dado que Fernández de Sotomayor perteneció a la generación de rosaristas ilustrados que participaron en el movimiento emancipador, recibió influencia de varios escritores y pensadores como Rousseau y Montesquieu, aunque también se fundamentó en los discursos de Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Bartolomé de las Casas, Jerónimo de Feijoo y Gaspar Melchor de Jovellanos. De esta manera, el perfil de ‘el cura de Mompox’ se enmarca dentro de lo que Renán Silva denominó la sociedad que descubrió los principios de “la política moderna a través de la palabra escrita y el discurso público”.11

      Fernández de Sotomayor partía de la idea de que los americanos debían ser considerados “hombres libres, iguales a los españoles, franceses, ingleses, romanos y cuantas naciones han y ha habido, o haber pueda en el mundo”,12 lo que no daría potestad a ninguna otra nación para mandar sobre los designios políticos, económicos y sociales de la Nueva Granada. A lo anterior se sumaba el argumento de que la Conquista había sido una acción ilegítima, llevada a cabo por la fuerza, y la asemejaba al accionar de “un ladrón que con mano armada y sin otro antecedente que el de quitar lo ajeno, acomete a su legítimo dueño, que, o no se resiste, o le opone una resistencia débil”,13 lo que, a su vez, impedía a España tener derechos sobre el territorio neogranadino y la obligaba a restituir en el pueblo los derechos que los indios tenían antes de la conquista.

       El rector Fernández de Sotomayor

      Una vez obtenida la victoria por parte de los independentistas, Fernández de Sotomayor regresó a la Nueva Granada en 1821, y se le restituyó el cargo de cura párroco de Mompox. Allí estuvo hasta finales de 1822, pues una vez difundida la noticia de su regreso, el Colegio Mayor del Rosario lo invitó vincularse como profesor de jurisprudencia, con el fin de que su pensamiento libertario y patriótico ayudara a formar a las nuevas generaciones de estudiantes. De vuelta en el claustro en 1823, estuvo a cargo de las cátedras de fundamentos y apología a la religión, latín y lingüística, que lo llevarían a escribir el libro Elementos de gramática latina.

      El 19 de diciembre de 1825 fue elegido rector de la institución, cargo que ostentó hasta 1832, y para el que fue reelecto en tres oportunidades. Mientras estuvo en la dirección del claustro, abogó por las rentas de la institución y el pago de deudas pendientes del Rosario;14 también medió por el bienestar de los estudiantes, y fue el encargado de supervisar la producción de la hacienda El Colegio, ubicada en Mesitas, en el actual departamento de Cundinamarca, y a quien la propiedad debe su nombre, y que abastecía la despensa agrícola y de carne del Colegio Mayor.15

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