Educación, arte y cultura. Juan Sebastián Ariza Martínez
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Educación, arte y cultura - Juan Sebastián Ariza Martínez страница 9

Santander, en su época como vicepresidente, incluyó en la educación de colegios y universidades los postulados de Bentham, al considerarlos propicios para fomentar una concienciación de las obligaciones y los derechos de los hombres tanto en el plano individual como en el de una sociedad política;33 sin embargo, el debate se extendió a lo largo del siglo XIX. Los ataques de Ortiz hacia esta doctrina sitúan a la moral como eje de debate dentro de la construcción del Estado, y permiten reconocer la asociación entre patria y catolicismo como elementos constitutivos de la idea de progreso racional y civilización que tenía en mente el poeta y político tunjano. Sus convicciones quedaban plasmadas en varios de sus poemas, como La bandera colombiana, una oda a este símbolo patrio, y en el cual se presentaba a la bandera como una alegoría del país; por ende, todo aquel que la negara repudiaba a la República en sí, y ello incluía los preceptos morales:
Y si hay un ciudadano que, pensando
En el secreto de su alma, diga:
‘¡Está en indignas manos!’ ese puede
a su madre negar en su ira insana;
No tiene corazón, y entre sus venas
Empobreció la sangre colombiana.34
Ortiz identificó en la educación una herramienta potencial para el arraigo de la moralización. Por lo mismo, publicó El Libro del Estudian-te, un texto dirigido a las aulas para la instrucción moral y patriota de los estudiantes, que fue adoptado por los jesuitas, y que, incluso, llegó a los centros educativos de Quito. A la par, sus poemas siguieron sobresaliendo en la sociedad de entonces, y hasta fueron reconocidos en varias regiones de América Hispana. En Chile, por ejemplo, se exaltó su aporte a la literatura americana con su libro Poesías, publicado en la década de 1880. “Ciertamente que no faltaríamos á 1ª verdad si dijésemos que aquello no es un libro simplemente, sino un precioso tesoro donde cada joya compite en galanura y esplendor con las otras sus hermanas”.35
Hasta los últimos días de su vida, José Joaquín dedicó sendas obras a la exaltación de las letras granadinas y a su enseñanza en las aulas. El 14 de febrero de 1892, el poeta, periodista y político falleció a sus 77 años, en Bogotá. Años atrás había plasmado en una de sus estrofas la añoranza por su encuentro con la muerte:
¡Oh! ¡si dormir pudiera, como duermen
Bajo la alfombra de olorosa grama
En ese silencioso Campo santo
Los que el penoso viaje concluyeron
En este valle de dolor y llanto!36
Colección de documentos que publica la Alta Corte de Justicia Nacional, en manifestación de su conducta, oponiéndose a que la Cámara de representantes diese asiento en su seno al Dr. José Joaquín Ortiz, suspendido de su empleo de Ministro de la Corte Superior de Cundinamarca, 1826. Impreso por F. M. Stokes. Bogotá, Colombia. Colección de la Biblioteca Digital de la Biblioteca Nacional de Colombia. Fondo Pineda 201.
Notas
* Periodista y estudiante de historia; colegial de número de la Universidad del Rosario.
1 Juan Francisco Ortiz, Reminiscencias de D. Juan Francisco Ortiz (Bogotá: Librería Americana, 1909).
2 Ana Catalina Reyes Cárdenas, “El fracaso de la primera república y el camino hacia la reconquista en 1816”. En 1816. El terror y la sangre sublime, editado por Rodrigo de J. García y Juan Felipe Córdoba-Restrepo (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2016), 55-74.
3 Rosillo Meruelo sería rector del Colegio Mayor del Rosario y llegaría a ostentar un poder político bastante reconocido en la sociedad del momento. Fue apresado durante la restauración de Pablo Morillo, por promover el desarrollo de los movimientos independentistas. Al respecto, véase Iris Medellín Pérez, “Andrés Rosillo y Meruelo: itinerarios de un sacerdote con poder”. En Un largo camino. Universidad del Rosario 365 años, editado por Juan Sebastián Ariza Martínez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2018), 78-87.
4 Ortiz, Reminiscencias…, 26.
5 José Joaquín Ortiz tuvo seis hermanos: Juan Francisco, Mariana, María Manuela, Dolores, José María y Simón Emigdio. De estos seis, tres murieron a temprana edad —Mariana, José María y Simón Emigdio—. María Manuela falleció durante su adolescencia; por lo tanto, solo fueron tres, junto con José Joaquín, los hermanos que lograron sobrevivir. Ibíd., 41.
6 Papel Periódico Ilustrado II, n.° 24 (1 de octubre de 1882): 50.
7 Es importante aclarar que no solo los patriotas garantizaban la liberación de los esclavos. A manera de estrategia para ganar más hombres para su ejército, la Corona española declaró que los esclavos negros que lucharan en el bando de los realistas recibirían la manumisión como recompensa. Al respecto, véase Iván Espinosa, “La abolición de la esclavitud”. En La República, 1819-1880, editado por Pablo Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019), 101-10.
8 Ortiz, Reminiscencias…, 43.
9 Frank Safford, “Fundando la República”. En Historia que no cesa. La independencia de Colombia. 1780-1830, editado por Pablo Rodríguez Jiménez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2010), 189.
10 Uno de los proyectos educativos de Santander fue implementar escuelas de enseñanza por todo el territorio, para que la ciudanía se instruyera en letras y asuntos morales; no obstante, toda persona que supiera leer y tuviese nociones sobre temas morales podía abrir una escuela de enseñanza. Esto invita a reflexionar sobre la calidad de la enseñanza en zonas donde no había una sólida presencia del gobierno. Laura C. García Mera, “Instruir ciudadanos para la patria: el camino de la sistematización de la educación en el siglo XIX”. En La República, 1819-1880, editado por Pablo Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019), 203-10.
11 Papel Periódico Ilustrado II, n.° 24 (1 de octubre de 1882): 51.