De acusados a acusadores. Sebastián Hincapié Rojas
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El concepto de ideología, tan despreciado hasta hace poco en las ciencias sociales, ha vuelto paulatinamente a adquirir una gran preeminencia. La discusión sobre las ideologías políticas ha provocado la realización de grandes proyectos de investigación y éstas han vuelto a cobrar relevancia en los escenarios académicos; seguramente el panorama que presenta la política internacional actualmente ha contribuido a retomar la discusión sobre un concepto que a finales del siglo xx parecía haber entrado en desuso. La polémica en torno a dicho concepto no había estado exenta de razones, pues la ideología se presentaba como un concepto ambivalente y polisémico, mientras que la dificultad de desarrollarlo en investigaciones empíricas lo había limitado a la discusión filosófica y a una eterna, y aún inacabada, discusión sobre su precisión conceptual. De hecho, las dificultades presentadas alrededor de una definición conceptual precisa le valieron el apelativo del vocablo que más dificultades ha provocado en las ciencias sociales.27
Tradicionalmente la ideología había sido entendida a partir de las metáforas usadas por Marx en la ideología alemana, a pesar de que esta no era la única versión del término que aparecía en su obra.28 No obstante, la idea de una cámara oscura donde la realidad aparece invertida29 dominó buena parte de las discusiones sobre el concepto, el cual estuvo asociado generalmente a discusiones epistemológicas, mientras que en los debates políticos apareció más como un epíteto descalificador y peyorativo que como un concepto capaz de dar cuenta de los aspectos sociales de las ideas.
Aun así, la discusión nunca se redujo a una definición epistemológica. Los autores del marxismo occidental se obsesionaron con el concepto y, sin duda, buena parte de las discusiones en torno a éste se las debemos a sus aportes. Pero, sin el ánimo de simplificar el debate, podemos decir que han existido dos grandes vertientes en la discusión sobre la ideología: la vertiente epistemológica y la vertiente sociológica.30 La primera se preocupa de problemas del conocimiento y le da gran importancia a la valoración y justificación de las ideas, por lo que la calificación de éstas como falsas o verdaderas constituye un núcleo importante del concepto restrictivo de ideología. La segunda entiende la ideología en un sentido amplio y neutro, una acepción tradicionalmente sociológica en tanto que entiende la ideología como un concepto definido por las relaciones sociales, así como un conjunto de ideas que motivan las acciones, más allá de si estas son falsas o verdaderas.31
La segunda vertiente, que podríamos también entender como un conjunto de creencias orientada a la acción, lo único que señala es que todo conjunto de ideas o creencias tiene unas dimensiones prácticas, es decir, todo pensamiento está socialmente determinado, más aún, una ideología debe tener la capacidad de operar a nivel práctico y político o, en palabras de Eagleton: “Debe pasar de un pensamiento elaborado a las minucias de la vida cotidiana, del tratado académico al grito en la calle”.32 Por ello, es esta segunda acepción la que asumimos en el desarrollo de esta investigación reconociendo, como lo hiciera Eagleton, que ambas acepciones son útiles y que la elección de una u otra depende de la pregunta de investigación.
Así pues, la ideología deberá ser entendida, más que como un discurso, como una serie de intereses que se definen en el apoyo o la crítica de un sistema político. Tal concepción de la ideología concibe la política como un campo de tensiones en disputa donde los discursos que aparecen entran en conflicto por temas relacionados con el mantenimiento o la transformación de determinado sistema político. En esta acepción la ideología está más preocupada por promover los intereses de un grupo particular y sacar adelante unos objetivos políticos que por el carácter de verdad o falsedad de la situación como tal; esta concepción hace parte de la concepción política-neutra, si se quiere recurrir a la clasificación realizada por Antonio Ariño.33 Su utilidad reside en que permite desentrañar las motivaciones, creencias e interpretaciones de la realidad y comprender la manera en que los sujetos actúan en un mundo que comprenden en diverso grado y de diversas formas.34 En este sentido, y siguiendo muy de cerca las pautas analíticas desarrolladas por Juan Andrade en su estudio sobre la transición española,35 podemos decir que una ideología está compuesta por: a) tradiciones culturales, b) principios éticos, c) estrategias políticas, d) objetivos perseguidos e) prácticas simbólicas.
La categoría de tradiciones culturales se referirá de manera mucho más precisa al conjunto de fuentes, autores y estudios que tanto militares como detenidos políticos tenían como referencia para sus reflexiones, bien sea por los estudios desarrollados (cursos de formación, escuelas militares, etc.) o porque los conceptos emergían en las publicaciones periódicas o, incluso, en el juicio mismo. Si se quiere, el primer elemento de referencia es un componente teórico; asimismo, indica una relación en la que los sujetos dialogan con autores, personajes o momentos representativos de la historia, este diálogo les permite situarse dentro de una tradición a la que apelan para sostener la continuidad de sus ideas en el presente y respaldarlas con el pasado. Un ejemplo de ello son las intervenciones realizadas por guerrilleros del M-19 que fueron juzgados en un cgv que sesionó entre 1979 y 1982, los cuales hicieron constantes alusiones a Marx, a una sociedad de clases y a unos imperativos de lucha; estos planteamientos aparecieron como elementos de reflexión sobre la realidad, pero también como justificaciones de las acciones políticas, de la defensa de la lucha armada y de su condición de rebeldes. Sin embargo, esto no les impedía reconocer la legislación liberal y acordar con los abogados una defensa donde consiguieran la imputación del cargo de rebelión. Por su parte los principios éticos se refieren a parámetros normativos de comportamiento que se amplían o restringen de acuerdo a la necesidad de la acción, que en ocasiones conlleva el riesgo de convertir las acciones en un pragmatismo desaforado o en un inmovilismo inerte y corresponden a un conjunto de ideas sobre lo que debería ser la acción en congruencia con lo que debería ser el mundo. Estos dos elementos hacen parte del conjunto de ideas y creencias acerca del mundo. Ambas categorías están orientadas a comprender la forma en que los sujetos se relacionan con una tradición de pensamiento.
Pero esas ideas sobre el mundo responden a unos intereses de un grupo o clase particular, por lo que las estrategias políticas se plantean procedimientos que estén en sintonía con los intereses que pretenden alcanzar; por ejemplo en el campo estatal la realización de los consejos de guerra pudo ser vista por las élites políticas como una estrategia para detener los movimientos de protesta; mientras que para los militares la imputación de múltiples delitos y el desconocimiento del delito político pudo ser una estrategia para diezmar y eliminar políticamente a las organizaciones sociales y político-militares; por su parte los presos y los abogados utilizaron la defensa de ruptura como una estrategia que posibilitaba reconocerse como rebeldes ante los militares, a la vez que servía de vitrina propagandística para la organización. Los objetivos podían estar en congruencia con estas estrategias, para los militares, por ejemplo, el fin político de mantener el orden pasaba por la estrategia de eliminación política del enemigo “subversivo”. Finalmente, las prácticas simbólicas hacen referencia a todo el conjunto de acciones que son orientadas por la ideología, desde la imputación de cargos a los presos hasta las protestas de estos últimos, en las cuales portaban banderas, escudos o uniformes. Si bien en la práctica todos estos elementos aparecen conjugados, considero que se pueden abstraer para obtener una comprensión mucho más analítica de las diferentes relaciones que se establecen entre ellas.
Otro hilo conductor del trabajo es que en un contexto de guerra como el vivido en Colombia las ideologías orientaron las acciones desarrolladas en los cgv a partir de tres categorías fundamentales: política, guerra y enemigo. Es decir, tanto teorías, como principios éticos, estrategias, objetivos