Michel Maffesoli. Marco Antonio Vélez Vélez
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El raciovitalismo es la postura que dice defender el sociólogo francés. Una concepción de la razón cuyos antecedentes en la tradición del pensamiento son multiformes, desde Nicolás de Cusa hasta el Romanticismo, pasando por el Renacimiento y no dejando de lado representantes contemporáneos como Edgar Morin, y clásicos de la sociología, caso Georg Simmel, y de la filosofía, como Henri Bergson, y el ya mencionado Friedrich Nietzsche. El raciovitalismo es la unión de lo inteligible y lo sensible, bajo un concepto multívoco y plural de racionalidad, de una razón que no se separa y abstrae, que pone en cuestión el corte epistemológico de la modernidad. La razón moderna genera como su doble ideológico el racionalismo, que es la fe ingenua e irrestricta en la razón y sus productos. Una razón cargada de la impronta de la racionalización en cuanto ilusión sobre sí misma y sus poderes.31
La unidad de razón y sensibilidad conduce a una forma de pensamiento orgánico de las cosas, una ontología de las analogías, de las correspondencias y de lo simbólico que emerge en el panorama de la posmodernidad, según Maffesoli. Es este el punto de partida para una nueva epistemología.32 Un pensamiento holístico y unificante, que se contrapone a las exigencias de separación y objetivación de la modernidad, aunque esta unicidad invocada sea la expresión de una coexistencia de lo contradictorio y lo plural que no se resuelve dialécticamente. No hay superación hegeliana de los contrarios en una unidad superior. Las realidades natural y social proliferan en sus multiplicidades y en sus composiciones. Al fantasma de lo Uno, propio del monoteísmo de la modernidad, se contrapone la unicidad, la proliferación de lo diverso, el pluralismo de los valores, el politeísmo de las visiones del mundo propios de la posmodernidad.
Es como si Maffesoli asumiera que el pensamiento racional de la modernidad desecara la vida y la relación con las cosas. Para él, la hegemonía del conocimiento racional es la de la abstracción y separación unos de otros de los objetos, y la separación misma entre sujeto y objeto. Es el dejar de lado la coimplicación del mundo y, para decirlo con Morin, su complejidad. Por lo mismo, la posmodernidad reivindicaría, entonces, una vida no disecada por el concepto y puesta en escena desde su ambigüedad y ambivalencia. De allí la primacía de las imágenes y de lo imaginal en Maffesoli. Comparte con otro sociólogo contemporáneo la determinación del presente como ambigüedad: la que hace Zygmunt Bauman para caracterizar la modernidad.33
El concepto de razón, en tanto razón interna y abierta, tiene una connotación ontológica. Como decía más arriba, a Maffesoli no le basta una denuncia epistémica de la razón moderna, tratándose del paso a una nueva condición epocal el tema deviene ontológico. La razón en las cosas es una razón interna, es aquello que las hace ser, emerger, surgir al mundo. Un concepto de razón de resonancia estoica34 se insinúa en esta concepción. La razón global en la naturaleza se sostiene por la pluralidad de las razones internas que dan cuenta del fundamento de lo existente. Una cosa al existir tiene así una razón de ser, algo que la asiste para emerger al mundo natural y social. Y debemos recordar, por lo demás, la insistencia de Maffesoli en el destino, contrapuesto a la historicidad. Como discípulo de Nietzsche, preconiza el amor fati, una afirmación del mundo tal como es, en su positividad o, si se quiere la opción, por un pensamiento afirmativo que dice sí a “lo que es”, sí a la vida, en el sentido fuerte que el vitalismo nietzscheano le ha dado a este concepto.35
Maffesoli le da un contenido sociológico al triunfo de la razón abstracta al mostrar los efectos de racionalización social que ella produce. En este sentido, se presenta como un heredero del concepto razón instrumental de los frankfurtianos, como ya se ha enunciado. La hegemonía de la razón abstracta se refleja en las instituciones sociales, las cuales se ponen al servicio del control social, la disciplina y la hegemonía de lo Uno monovalente. Se entroniza así en el campo social una evaluación de las interacciones humanas en términos de las relaciones medios-fines, que, en principio, deja de lado cualquier valoración de fines sociales, para solo poner en juego la absolutización de los medios. Y el caso más diciente lo son las organizaciones sociales y sus esquemas burocráticos autonomizados.
La transformación de la razón abstracta, que para Kant era la facultad de los principios o de los ideales, en racionalización ha sido siempre claro en las construcciones de la Escuela de Fráncfort. El vértigo del cálculo, de la reducción de la razón a mero entendimiento,36 la conceptualidad calculística, la hipóstasis de los medios, este conjunto de procedimientos opera la mutación de la razón en racionalización social. Este tipo de análisis parece suscribirlo Maffesoli, pues no toma distancia de este esquema crítico. La razón abstracta deviene totalitarismo y dominio sobre la naturaleza y el hombre. Violencia totalitaria sobre sí mismo, el otro y lo otro. El totalitarismo de la razón es un subproducto de la exigencia del corte epistemológico. Es una derivación del concepto de separación que el sociólogo francés recupera de otros críticos de la modernidad, como lo fueron los situacionistas.37 Pero quien deviene totalitaria es la razón convertida en entendimiento calculador y no está situada en su capacidad de poner fines a la actividad humana. Un tema caro a la modernidad es el haber concebido la razón como la capacidad de poner fines; hasta el propio Marx, tan poco proclive a la especulación filosófica, en la definición que propone de trabajo en El capital38 coloca la razón en el ámbito de una capacidad general teleológica. Pero el entendimiento es otra cosa, es la posición de la ratio en los dominios de la experiencia y la capacidad ahora limitada de gestionar lo empírico. El entendimiento es de por sí racionalidad calculadora y, por lo mismo, racionalizadora.
Existe un tema asociado al pensamiento de los frankfurtianos, y en especial a la obra de Max Horkheimer, que queda implícito en Maffesoli y es la división entre razón objetiva y razón subjetiva o, mejor, la idea según la cual la razón objetiva, con un fuerte componente ontológico, se transforma en la modernidad en razón subjetiva. Y decir razón subjetiva es decir razón formal, instrumental, técnica y todo el proceso culmina en una epistemología que tiene como soportes al positivismo y al pragmatismo, doctrinas que sancionan en definitiva la irracionalidad o, por lo menos, la despreocupación por los fines. La subjetivización de la razón es una manifestación de su crisis: “la crisis de la razón se manifiesta en la crisis del individuo, del cual la razón se ha desarrollado como agente. La ilusión que la filosofía tradicional abrigaba respecto al individuo y la razón –la ilusión de su eternidad– está a punto de extinguirse [...]. En el instante de su perfección la razón se ha vuelto irracional y tonta”.39
El proceso de subjetivización de la razón objetiva se finiquita con el arribo a la irracionalidad, por la instrumentalización y la arbitrariedad en la elecciones de los fines, sobre todo de los fines sociales. Quizá Maffesoli buscaría no utilizar el término irracionalidad por las connotaciones de condena de lo imaginario y de lo no racional que puede conllevar, pero en la visión de un racionalista como Horkheimer este enunciado es el más claro para caracterizar la desontologización de la razón.
La anulación de la diferencia entre razón objetiva, cuyos modelos pone Max Horkheimer40 en los grandes sistemas filosóficos de Occidente, una razón que pone fines e ideales, y la razón subjetiva, formalista, instrumental y técnica resulta del entramado pragmático de la modernidad, que por sobre las exigencias especulativas y de verdad objetiva coloca la impronta de lo práctico, exitoso y experimental en el eje de las potencialidades de la racionalidad. La razón subjetiva nivela empíricamente los grandes ideales de la razón objetiva, ontológica. De allí que tanto positivismo como pragmatismo sean los representantes típicos de la hegemonía de la razón subjetiva. Este modelo de análisis frankfurtiano puede ser asumido sin restricciones por Maffesoli, aunque él solo muy tangencialmente reconozca su deuda con esta forma de crítica de la razón.
En la propuesta epistémica de Maffesoli se presenta una denuncia de los efectos