Geopolítica, soberanía y "orden internacional" en la "nueva normalidad". Miguel Ángel Barrios

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Geopolítica, soberanía y

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es principio y fin de la política, y no el mercado. Ello significa la importancia de repensar la política desde una nueva estrategia en la cual el Estado sea el verdadero regulador de la vida social para el bien común. Por lo tanto, sostenemos que hemos entrado de lleno en la fase de la globalización que se ha denominado glocalización.

      El concepto de glocalización es una mixtura de mutuas influencias de lo global y lo local que ya ha sido abordada por muchos autores. Nuestra perspectiva es que la glocalización debe ser asumida desde la política para establecer las estrategias de la nueva agenda.

      El sociólogo Sergio Labourdette sostiene que todos los procesos, todas las corrientes, todos los sucesos y acontecimientos sociales se inscriben en la relación global-mediación-local. Lo importante de esta afirmación es que permite superar diversos recortes arbitrarios y reduccionismos empobrecedores en los análisis de la sociedad o en algunas de sus parcelas. La revalorización de lo local no es la sumatoria de sucesos puntuales ni la enumeración de sucesos triviales. En esto nos alejamos de variantes del positivismo “microsociológico”.

      La mediación es “pasaje” de determinaciones sociales de un contexto a otro, de un nivel a otro, mediante procesos específicos. Es, por un lado, continuidad desde los orígenes hasta las nuevas transformaciones y, por otro, es cambio en cuanto se producen especificidades novedosas. La mediación es, finalmente, continuidad y transformación simultáneas.

      Lo global constituye el conjunto de contextos mayores que funciona como marco social contenedor e interventor de los procesos parciales, locales, de mediación y pasaje. Este marco globalizador expresa los procesos macrosociales de una sociedad y da sentido a la multiplicidad de parcelas que componen la realidad social.

      Aunque las producciones localizadas tienen autonomía relativa, movimiento singular y dinámica propia, siempre se encuentran incluidas en los cuadros más generales que contextualizan los procesos y hechos de la realidad social. Por un lado, se ha tendido a ver todos los acontecimientos sociales como meros subproductos del sistema general de dominación. Cualquier intento parcial está condenado al fracaso pues la dominación se extiende por todo el territorio de la red social y arrasa con la posibilidad de adversario, tanto por la intervención directa como por la intervención mediada.

      Esta postura o visión de máxima entre la fuerza de la globalidad y la mediación no deja espacio excepto para la revuelta. Es una postura extrema y nos parece que no repara en el valor de los microprocesos sociales. Por ello recalcamos la importancia de la interrelación global-mediación-local, que funciona permanentemente en todo proceso y suceso por alejado y pequeño que pueda parecer. Cuando mejor situemos un acontecimiento, mejor se puede ver la secuencia de intervenciones de la mediación global-local. Este punto específico sobre la importancia de la glocalización lo tomamos de la teoría de Sergio Labourdette en su obra Pensar el mundo social.

      No podemos negar que los espacios dinámicos de lo social desde lo global a lo local y desde lo local a lo global son productos de planes de acción desde lo micro a lo macro. Aquí entramos en un tema central: la teoría de la estrategia. En este punto nos tomaremos de la teoría de la estrategia de Labourdette, que intenta explicar una “clase” de hechos y procesos sociales a los que se caracteriza con la atención puesta en los problemas del poder, los objetivos y el plan-ejecución aplicado:

      Este tipo de acontecimientos se distinguen por ser deliberados y buscar una meta […] Es decir, son planes de acción, ejecutados, que intentan alcanzar un resultado. Son poderes programados hacia un fin. Luego, no se trata de cualquier tipo de hecho social ni de acción social. De la infinita gama de acontecimientos y acciones sociales se destaca una clase de procesos y hechos sociales que exhiben algunas características que los convierten en estratégicos. (Labourdette, 2003: 27-28)

      Las ciencias sociales en general y la sociología en particular se ocupan de los hechos y de los procesos sociales buscando recurrencias y repeticiones. Sin embargo, las leyes de la naturaleza no gobiernan la dinámica social. Esto quiere decir que, en el enorme desarrollo de las ciencias sociales, el gran desafío es incorporar la teoría de la estrategia en el campo de análisis. A partir de ello, se reconoce que uno de los mayores problemas de la política y del conocimiento político consiste en cómo instituir el orden a partir de la existencia del conflicto.

      Sin orden no hay sociedad: un orden, algún orden, el que sea, pero un orden al fin:

      La sociedad es un desarrollo a partir de comportamientos y actividades diferentes; también de ideas, valores, e intereses diferentes; que al cruzarse entre sí engendran conflictos. La gran cuestión está en cómo canalizarlos y regularlos. (Strasser, 1986: 42)

      De esta reflexión de Carlos Strasser se desprende en forma tácita el papel que juega la estrategia en la cuestión que nos ocupa.

      Simplificando más, orden es sinónimo de concierto; lo contrario del orden, el desorden, es desconcierto. Ahora bien, en el desconcierto, en la incertidumbre que le sigue, es imposible llevar adelante una vida regular, y acá surge la estrategia.

      Para planificar y regular la vida propia y la vida en sociedad se requiere un ordenamiento, porque es el ordenamiento el que nos da cierta seguridad, nos permite saber a qué atenernos, saber qué podemos hacer, qué podemos esperar y qué no podemos esperar.

      En este sentido, el orden es una condición de posibilidad de la vida social; lo contrario a la vida en sociedad es la vida entre los hombres, pero fuera de la sociedad con ellos, es decir, fuera de la sociabilidad.

      La raíz del conflicto radica probablemente en la escasez de los bienes, bienes en un sentido no solamente económico sino en el sentido de todo aquello que valoramos y deseamos tener: riqueza, pero también educación, prestigio, poder, influencia, etcétera. La escasez de los bienes –sea escasez en términos absolutos, sea escasez en términos relativos (porque los bienes existentes se encuentran desparejamente distribuidos)– es una de las raíces del conflicto.

      En cierta medida, esos contrarios que son la sociedad y el conflicto no obstante coexisten, pero siempre el conflicto debe encontrarse encauzado y regulado. En toda sociedad hay diferentes grupos y sectores sociales que tienen también una distinta posición a propósito de los bienes que todos o casi todos valoramos y, consiguientemente, en toda sociedad también existen distintos proyectos o propuestas o modelos de orden. Y aquí nos hallamos en la esencia de la estrategia, porque simultáneamente esos diferentes proyectos implican, para desarrollarse exitosamente, distintos grados de estrategia (Strasser, 1986: 20).

      No podemos divorciar la función del Estado del análisis del mundo social. Así como no hay sociedad sin orden, tampoco hay sociedad sin Estado, porque el Estado es el ordenador de la sociedad, la estructura o el estructurante de la sociedad.

      Al respecto, puede admitirse libremente que el Estado emerge como consecuencia de la existencia del conflicto y como necesidad a los fines de encauzarlo y regularlo pero no anularlo. En suma, el Estado es la estructura y la condición de posibilidad de una sociedad, pero también un instrumento de dominación política cuyo objeto es imponer ese orden que está en su función (Strasser, 1986: 22).

      Repetimos que las ciencias sociales se dedicaron más a atender aquellos fenómenos sociales repetitivos o aquellas supuestas estructuras que desde atrás los sustentaban. La estrategia y el poder, recíprocamente generados, se encuentran en la sociedad, pero fueron ignorados por las ciencias sociales. Y la consecuencia fue que la estrategia y el poder quedaron reducidos al ámbito de la doctrina militar y de la teoría del Estado, o a las distinciones clásicas entre poder y autoridad que estudió Max Weber.

      Antes de analizar específicamente la cuestión de la estrategia y la política, trataremos de circunscribir el concepto de estrategia.

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