Geopolítica, soberanía y "orden internacional" en la "nueva normalidad". Miguel Ángel Barrios

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internacional, quedaron interrumpidos. El ciberespacio se ha convertido en el único mundo libre de la cuarentena, y esto también significa un incremento en su importancia y utilidad. En paralelo, desde varios países del mundo diversos laboratorios se lanzaron a la carrera por encontrar la vacuna antes que el resto.

      Además de la pandemia, también presenciamos la disputa global por la responsabilidad del origen y la transmisión global de este virus. En primer lugar, debemos señalar que este no será el lugar para abordar esa discusión global sobre quién ha sido responsable o culpable del origen, ya que en este caso la pandemia surgió en China, y otras anteriores han surgido en otros países que en su momento no fueron culpados por su difusión al resto del mundo. Pero ahora vivimos en una situación mundial distinta de otros momentos históricos, puesto que venimos de una competencia global cada vez más evidente y tensa entre China y Estados Unidos.

      Para acercarnos un poco más a la importancia de la discusión global, debemos mencionar que durante marzo, abril y mayo de 2020, en el pico de la expansión del virus por Asia, Europa y América, China envió suministros médicos a los países afectados por la pandemia a modo de auxilio, lo cual se puede ver como una actitud desinteresada para mostrar quién se está preocupando realmente por ayudar contra un virus que se originó en China, y que desde el principio ha estado envuelto en sospechas sobre la falta de información veraz en un principio por parte del gobierno de ese país.

      Mientras tanto, en Europa, la Unión Europea y sus Estados miembros fueron incapaces de vertebrar una respuesta común y solidaria a la pandemia. Se vio a una Europa septentrional desentendiéndose de la meridional, más afectada en primer lugar por el coronavirus. La primera ayuda que recibieron en Italia y España fue de China, mientras que desde Alemania y los Países Bajos se negaban a ofrecer ningún auxilio económico para sus vecinos del sur. Esto desembocó en una gran crisis interna debido a fuertes juicios sobre la falsa solidaridad existente en la Unión Europea, y se elevaron las voces más críticas a la pertenencia a dicha organización internacional.

      Aún más, desde Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Europa no recibió ninguna ayuda. La superpotencia global estadounidense, que salva al mundo en todas sus películas, se negó a proporcionar ningún auxilio a sus aliados más directos. Este es fue un golpe descomunal a la imagen de Estados Unidos en el planeta. Por su parte, el presidente de este país llamó a la pandemia virus chino y centró su relato en que toda la situación es culpa única y exclusiva de China. Sin embargo, ¿dónde está todo ese poderío mundial estadounidense que no es capaz de cuidar, no ya a sus aliados, sino a sus mismos ciudadanos? El hegemón globalista hecho añicos por un virus microscópico que destruyó su credibilidad interna y externa. ¿La primera potencia mundial es ahora China? ¿Cuál es la nueva posición de Estados Unidos y sus aliados mundiales? ¿Será China el nuevo hegemón globalista y Estados Unidos se reducirá a una gran potencia proteccionista? ¿El “orden” multipolar será multicivilizacional y desoccidental? Estas son las preguntas clave que verdaderamente están en juego dentro de la discusión global.

      Debemos mencionar dos palabras muy repetidas en numerosos países, “nueva normalidad”, aunque sabemos que todavía estamos en el transcurso pleno de los acontecimientos y nada ha terminado. Estas dos palabras pretenden resumir la situación pospandemia, una vez que terminen las medidas de confinamiento social y los ciudadanos de todos los países afectados deban tomar ciertas medidas de seguridad individual (uso de mascarillas, guantes y alcohol en gel) y mantener el distanciamiento social. El objetivo esgrimido es evitar un segundo brote; no obstante, esta nueva normalidad también contiene otros elementos que suscitan peligrosidad por lo descomunal de su control social. Antes hablamos de la importancia del ciberespacio como espacio sin Covid-19, pero también vemos con suspicacia la existencia de ciertas aplicaciones e incluso requerimientos de algunos gobiernos en el mundo por monitorear en tiempo real a sus ciudadanos a través de aplicaciones en el teléfono móvil supuestamente con fines sanitarios, para controlar quiénes están infectados y quiénes no. Los partidarios de estas medidas argumentan que con ellas se trata de cuidar a los ciudadanos y que debería aplicarse incluso en contra de la voluntad individual, porque estamos ante una cuestión global. Sin embargo, ¿dónde estaban esos partidarios a la hora de exigir tests masivos, así como equipos de protección individual adecuados para todos?

      Por nuestra parte, tal escenario suena a una manera de normalizar la vigilancia y el control social por parte de los gobiernos a través del ciberespacio. Incluso en muchos países están tomando mucha fuerza las agencias de fact-checking en redes sociales como Facebook y Twitter, supuestamente dedicadas a revisar si las noticias que se publican y comparten son realmente verídicas o, por el contrario, son mentiras. De hecho, desde los gobiernos justifican este accionar, no como una cacería de disidentes y opositores –por supuesto, esto sonaría tan feo como evidente–, y prefieren el uso de la expresión “perseguir bulos”, es decir, perseguir información falsa que ponga en riesgo la salud pública. De hecho, los gobiernos que lo aplican lo califican como parte de la nueva normalidad. Pero ¿qué fiabilidad tiene un gobierno que nunca tomó las medidas necesarias en tiempo y forma, o que incluso anuncia una medida y al poco tiempo la retira o la modifica? La lucha por el relato no solo se juega a nivel mundial, sino que también se disputa dentro de cada país, y este ejemplo debería servirnos también como preludio para lo que se puede avecinar.

      Con este libro pretendemos ofrecer una serie de conceptos y herramientas metodológicas en varios ámbitos para comprender la situación mundial antes de la pandemia. Cabe señalar también que ver y comprender la historia es importante para saber en qué punto estamos, pero el hecho de vivir un momento histórico también nos emplaza en el lugar de poder hacer historia, es decir, de ser actores de los siguientes momentos, del porvenir. En consecuencia, resulta evidente que, si no comprendemos ampliamente la situación de partida, difícilmente podremos responder a las preguntas clave tanto para la Argentina como para nuestros países vecinos y hermanos: ¿dónde estaremos en esos cambios mundiales?, ¿qué cosas se nos vienen encima?

      CAPÍTULO 1

       La estrategia y la política en el campo social

      1. La teoría de la estrategia

      La gran dificultad en que en la actualidad nos encontramos consiste en seleccionar los elementos que componen el mundo social, porque son infinitos y resulta necesario realizar un corte desde la teoría. Otra dificultad es la superposición que puede surgir entre un saber cotidiano basado en la experiencia y los discursos de los actores sociales, u optar por un saber disciplinario sistemático que devenga de una disciplina social o de varias.

      Nos proponemos una “teoría de la estrategia” útil para los nuevos campos, dificultades y oportunidades que ofrece el sistema-mundo del siglo XXI a partir del coronavirus. Podríamos hablar, también, de una sociología del poder en esta nueva fase a partir de la crisis de la globalización en su estadio neoliberal que podemos ubicar en la emergencia de la pandemia.

      El mundo social es un mundo de relaciones sociales que puede ser abordado desde distintas perspectivas. Cada una de ellas pretende, en mayor o menor medida, describir y explicar las características, la dinámica, las estructuras y los procesos de las complejas sociedades humanas. Pero no podemos desconocer que el mundo social también es una incógnita, pues el poder –que no está en un lugar preciso– muestra y oculta cosas; por lo tanto, no hay un punto de vista privilegiado para enfocar los problemas.

      Evidentemente, con la pandemia ha quedado al desnudo que la globalización en su fase neoliberal consiste en una elite financiera global que no se identifica con sus Estados sino con nichos geográficos de carácter especulativo que le brindan su lealtad a través de una renta parasitaria global, pero con la paradoja de que cuando es necesario esta elite recurre a sus Estados. Ello refleja una coasociatividad entre los intereses del Estado y las elites financieras.

      El

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