La sorpresa del millonario. Kat Cantrell
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La sorpresa del millonario - Kat Cantrell страница 6
–Tengo la conciencia muy tranquila, gracias –mirándolo fijamente se cruzó de brazos también y le rozó intencionadamente el codo y el brazo con el suyo–. Presentaré tu oferta a las demás. ¿Te indico dónde está la salida o puedes encontrarla solo?
–Como llegas tarde a una reunión en la que sospecho que uno de los temas a tratar será mi oferta, saldré yo solo.
Ella no se movió. Le bloqueaba parcialmente la salida a propósito. Así que él tendría que deslizarse por su lado, como cuando había entrado en el despacho, para demostrarle que era ella la que dominaba la situación y que, por muchos golpes que repartiera, se los devolvería. Él estuvo a punto de soltar una risa de admiración, pero se contuvo. La batalla aún no había terminado.
Y él no iba a dejar que creyera que tenía posibilidad de ganarla.
La agarró por la cintura y la atrajo hacia sí. Se moría de ganas de quitarle los palillos del rubio moño y dejar que el cabello le cayera por los hombros.
Se inclinó hacia ella y le rozó la oreja con los labios. Ella contuvo la respiración. Pero en lugar de apretarla contra su cuerpo, como quería, la empujó hacia el interior del despacho.
–Saluda a las chicas de mi parte –murmuró antes de soltarla, sin saber de dónde había sacado la fuerza de voluntad para hacerlo.
Ella asintió. Su expresión era inescrutable.
Gage se lo iba a pasar en grande la próxima vez que se vieran provocando más grietas en su coraza de hielo.
Capítulo Tres
Cass soltó el aire que había estado reteniendo, lo que no mejoró su temblor ni su pulso acelerado.
Las cosas no habían salido como esperaba. Aunque Gage y ella ahora estuvieran al mismo nivel, eso no le había servido para controlar sus emociones. Pero Gage se había ido, lo cual era una pequeña victoria. Y ahora debía ir a la reunión. Seguro que Trinity les había dicho a las demás con quién estaba. Así que tendría que contárselo todo, incluyendo su oferta por la fórmula.
¡Qué descaro! ¡Decirle que le debía la fórmula porque le había dado algunos consejos hacía tiempo! Claro que le debía algo, pero más bien era ponerle un ojo morado. El éxito de Fyra no tenía nada que ver con él. Ella había triunfado por sus propios méritos, no porque él hubiera sido su tutor.
Si se decidían a vender la fórmula, lo harían porque sería un buen negocio. Sacó pecho y se dirigió a la espaciosa y soleada sala, al final del pasillo.
Las otras tres mujeres se hallaban alrededor de la mesa. Eran las que dirigían la empresa, a la que habían llamado Fyra, la palabra sueca que significaba «cuatro». Alex Meer era la directora financiera; la doctora Harper Livingston preparaba fórmulas en el laboratorio, como directora científica; Trinity Forrester convencía a los clientes para que compraran sus productos, como directora de mercadotecnia; y Cass llevaba las riendas.
Cuando entró, sus tres amigas la miraron expectantes.
–Ya se ha ido. Vamos a empezar –Cass dejó el móvil y la tableta en la mesa y se sentó en su silla habitual.
–No vayas tan deprisa –dijo Trinity–. Te hemos esperado pacientemente para que nos cuentes los sabrosos detalles, ¿no te acuerdas?
Eran amigas desde hacía mucho tiempo. Querían saber cómo se sentía al haber vuelto a ver a Gage; si quería darle un puñetazo o retirarse a un rincón a llorar. ¿Qué buscaba él? ¿Habían hablado de su vida?
No podía permitirse el lujo de contar todo aquello a sus amigas porque también eran sus socias. Aquella sala no era el lugar adecuado para un estallido emocional.
–Quiere comprar la fórmula-47 y ofrece cien millones –afirmó sin rodeos–. Le he dicho que no está a la venta, y eso es todo.
Harper sonrió mientras se enrollaba la pelirroja cola de caballo en un dedo.
–Eso no puede ser todo. ¿Se ha enterado de la fórmula por el artículo de la revista?
–No, tiene mucha más información, lo que implica que la filtración es mayor de lo que creíamos.
Oírse a sí misma decirlo fue como si le hubieran dado un golpe.
–¿Qué te pasa? –preguntó Trinity–. ¿Te sientes mal por haberlo visto?
–Me preocupa la filtración, nada más. Olvídate de Gage. Yo ya lo he hecho –mintió.
Trinity la miró con los ojos entrecerrados, pero no insistió. El momento de aparición de Gage era el menos adecuado. ¿Por qué había vuelto a su vida durante semejante catástrofe profesional?
Alex, la menos femenina, con sus vaqueros y su camiseta, jugaba con el bolígrafo dando golpecitos sobre un cuaderno encima de la mesa.
–Cien millones son dignos de tenerse en cuenta, ¿no os parece?
Harper negó fuertemente con la cabeza.
–¿Que son dignos de tenerse en cuenta? –a Cass se le contrajo el estómago. ¿Cómo podía hablar Alex de vender con esa frialdad. Para Cass era como vender a su hijo–. ¿Has perdido el juicio?
–¿No hay que tener en cuenta unos ingresos lucrativos cuando se presentan? No podemos rechazar categóricamente ese cheque.
Claro que podían, si procedía del hombre que la había destrozado. ¿Acaso eso no importaba?
–Un momento, señorita –dijo Harper dirigiéndose a Alex–. La fórmula-47 es mi hijo, no el tuyo. Me he pasado dos años perfeccionándola con el supuesto de que nuestra futura estrategia se centraría en los productos que pudiéramos crear tecnológicamente. Si la vendemos, renunciaremos a los derechos para siempre por una suma baja. No me parece inteligente.
Alex golpeó el cuaderno con más fuerza.
–No pasará si conservamos los derechos y estructuramos el acuerdo…
–No vamos a estructurar nada –intervino Cass. Solo os lo he mencionado porque debíais saberlo. La oferta de Gage desaparecerá, si quien la ha filtrado da a conocer la composición de la fórmula. Y como no sabemos quién es, primero debemos centrarnos en eso.
Alex asintió.
–Es cierto.
–¿Qué te ha dicho el abogado? ¿No has ido al despacho de Mike?
–Sí, perdonad –Gage había hecho que se le hubiera borrado la reunión con el abogado–. Mike cree que aún es pronto para que intervenga la policía. El artículo no contiene suficientes detalles. Nos aconseja que presentemos la fórmula a la FDA inmediatamente con la esperanza de que evite que se dé a conocer nueva información. Tenemos que ser muy cuidadosas, hasta que descubramos al culpable.
–No estoy preparada –Harper negó con la cabeza. Podría llevar tatuadas en la frente «cuidadosa» y «concienzuda», dos valiosas cualidades