El segundo nacimiento. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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El segundo nacimiento - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Esta demostración se refiere a los dos primeros ejercicios gimnásticos descritos en el tomo 13 (La Nueva Tierra: Métodos, ejercicios, fórmulas, oraciones).

      “Pedid y se os dará… Buscad y hallaréis…

      Llamad y se os abrirá…”

      Esta tarde quisiera hablaros de nuevo de los colores, pues quedan aún muchas cosas interesantes que decir sobre este tema. Pero antes, os llevaré hasta las montañas de Rila; iremos allá arriba a respirar aire puro.

      Subamos primero hasta el campamento de verano de la Fraternidad... Las tiendas de los hermanos y de las hermanas se despliegan en las orillas de un lago límpido en el que flotan anémonas de agua. El terraplén que forma el centro del campamento domina una planicie en la que duerme otro lago, mucho más pequeño... Siete horas de marcha nos han llevado hasta allí, siete horas de subida, a veces dura, a través de praderas y de bosques de abetos. Estamos a 2.300 metros de altura, y podemos abarcar con una mirada toda la cordillera de montañas de Bulgaria. Rodeemos el lago, alrededor del cual se despliega el campamento, y continuemos subiendo hacia las desnudas y majestuosas cumbres. Descubrimos, uno tras otro, otros cinco lagos transparentes en los que se reflejan el cielo y las montañas. La forma de estos lagos es rara: uno de ellos se parece al corazón, otro al estómago, otro a los riñones... de tal forma que se les han dado estos nombres. El más elevado de todos es el más pequeño: está comunicado con otro gran lago, situado más o menos al mismo nivel, por una especie de corredor. Se le ha llamado “la Cabeza”, y desde allí pueden verse algunos de los otros lagos.

      No nos demoremos, embelesados por el encanto de las flores de las montañas y por la belleza del panorama; continuemos la ascensión hasta el Moussala, la más alta cumbre de toda la cordillera balcánica, que se levanta a 3.000 metros de altura. Allá arriba la atmósfera es de una maravillosa serenidad y nitidez, y nos sentimos más ligeros. Una luz transparente flota a nuestro alrededor... Sentémonos, y en medio de este aire puro de las cumbres vamos a interpretar unos fenómenos bien conocidos, que tienen su correspondencia en diferentes ámbitos de la vida.

      Sabéis que nuestro cuerpo está sometido a la presión atmosférica. Esta presión es tan fuerte que bastaría para aplastarnos enteramente si no estuviese compensada por la presión que reina en nuestro organismo. Pero si subimos a las montañas, la presión interior es más fuerte que la presión exterior, lo cual nos da una sensación de ligereza; e incluso, si subimos hasta muy arriba, esta presión interior es tal que la sangre puede brotar por los oídos y a través de la piel. Al contrario, si descendemos bajo tierra, la presión exterior cada vez es más fuerte, y nos sentimos oprimidos, ahogados. Estos mismos fenómenos se producen en la vida espiritual. Nuestra conciencia puede ascender o descender... Cuando sube, la presión exterior (es decir, los acontecimientos que nos atormentan y nos inquietan en la vida) se hace sentir cada vez menos, porque la presión interior se hace relativamente poderosa. Al contrario, si nuestra conciencia desciende muy abajo en la materia, sentimos las más pequeñas cosas como si se tratase de montañas que hay que desplazar. Debemos, pues, elevarnos con el pensamiento para vivir en las cumbres de las altas montañas espirituales.

      Simbólicamente, la presión atmosférica representa las condiciones exteriores, el mundo material, y la presión interior el principio vital que hace esfuerzos para manifestarse hacia fuera, el espíritu. Existen, pues, dos clases de filosofías en el mundo: una que enseña que las condiciones materiales, exteriores, son lo esencial en la vida, y que todo depende de ellas; y la otra que dice, al contrario, que el espíritu se manifiesta a través de todas las cosas y que tiene el poder de cambiar las condiciones materiales.

      Cuando sentís que la materia y las condiciones exteriores pesan sobre vosotros y os limitan, es que vuestra conciencia ha descendido muy abajo y la presión exterior ha aumentado. Pero si os sentís gozosos, libres, llenos de fuerza, se debe por el contrario, a que os habéis elevado hasta muy arriba en la montaña. Aquel que tiene fe en el poder del espíritu verá como mejoran, cada vez más, las condiciones de su vida. Pero aquel que cree que la materia debe, fatalmente, aniquilar al espíritu, será víctima de su propia creencia, ya que se coloca a sí mismo en una situación negativa. En realidad, ambas filosofías son igualmente exactas; todo depende del punto de vista en el que uno se sitúe.

      Estudiemos un poco la naturaleza de los conocimientos que recibimos cada día. Muy a menudo estos conocimientos se quedan a un nivel teórico... En Bulgaria, había un obispo que hablaba maravillosamente de la caridad. No cesaba de repetir estas palabras: “Cuando se tienen dos camisas, no hay que dudar en dar una”, con un tono tan patético y con tanto énfasis en la voz que todos los que le oían derramaban lágrimas. Un día, la mujer de este obispo asistió al sermón de su marido y se conmovió profundamente con sus palabras... Ahora bien, el obispo poseía dos camisas... Al volver a su casa, su mujer va inmediatamente al armario a tomar la segunda camisa y se la da a un pobre. El marido vuelve de la iglesia y quiere cambiarse; va al armario, y al no encontrar su segunda camisa llama a su mujer que le confiesa que la ha dado. El obispo se pone furioso. “Sin embargo, le dice su mujer, eres tú quien ha dicho que el que tiene dos camisas no debe dudar en dar una. – Mujer estúpida, responde el marido, digo esto para los demás, pero no para nosotros...”

      Os contaré otra anécdota. Un gran sabio salió un día a la mar. Le preguntó al barquero: “¿Conoces la astronomía? – No, responde el barquero. – Entonces, eres muy pobre, dijo el sabio; has perdido una cuarta parte de tu vida. Pero, ¿conoces un poco la física? – No, no la conozco. – Entonces has perdido las dos cuartas partes de tu vida. Pero, ¿quizá conoces la química? – En absoluto, nunca he oído hablar de ella. – ¡Qué ignorancia! Has perdido las tres cuartas partes de tu vida...” El barco avanzaba hacia alta mar... De repente estalla una tormenta que provoca un terrible temporal. El barquero le dice al sabio: “¿Sabe Vd. nadar, señor sabio? – No, no sé. – Pues bien, exclama el barquero, ahora son las cuatro cuartas partes de su vida las que están perdidas...”

      Hay conocimientos que no son de ninguna utilidad. Son como adornos, sirven para ganar dinero, pero que vengan las tormentas y veremos si sabéis nadar. La vida es un océano, bien lo sabéis, y en este océano hay conocimientos que son mucho más útiles que otros: son aquellos que ayudan al hombre a vivir. Cómo orientar nuestra vida... Qué alto ideal debemos tener... Cómo transformar los pensamientos y los sentimientos que nos turban... Cómo interpretar los sucesos que se desarrollan a nuestro alrededor... Cómo conocer nuestras relaciones con el macrocosmos... Cómo comer, dormir, lavarse, respirar, amar... Estos son los conocimientos que debemos adquirir.

      Lo esencial en la vida es saber cómo podemos entrar en armonía con el mundo superior, el mundo divino.

      Jesús dijo: “Pedid y se os dará… Buscad y hallaréis… Llamad y se os abrirá…”

      Estas palabras se refieren a la oración. Es muy importante saber rezar. A menudo, no sólo los hombres no saben rezar sino que sienten una cierta repugnancia de hacerlo y menosprecian al que reza. Rezar no es una costumbre que esté de moda. Uno se cree instruido y sabio, y para un sabio, naturalmente, es estúpido rezar a Dios. “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá...” Estas palabras sólo se explican por el conocimiento de esta trinidad formado por el intelecto, el corazón y la voluntad que se encuentra en el hombre.

      “Pedid y se os dará...” Pedir, pero, ¿qué? ¿Quién pide en nosotros?... Y, ¿quién busca?... ¿Quién llama?... El que pide es el corazón; el que busca, es el intelecto; la que llama, es la voluntad. El corazón pide, pero no pide ni la ciencia, ni la luz, ni la sabiduría; no, reclama el calor, la ternura, el amor. Y el intelecto, no pide, busca; pero no busca ni el calor ni el amor, ya que con el calor el intelecto no funciona bien, se duerme; busca métodos, busca la luz. Y la voluntad llama porque está prisionera y quiere espacio y libertad para crear. Aquí tenéis otra aplicación del símbolo del triángulo.

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