Gestionando el multiculturalismo. Jean E Jackson

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Gestionando el multiculturalismo - Jean E Jackson Ciencias Humanas

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el útil concepto de nominalismo dinámico, que sostiene que “los actos humanos surgen de la mano con nuestra invención de las categorías que los rotulan”.47 Sin embargo, las identidades sociales asignadas mediante sistemas de identificación o categorización no son las mismas identidades que experimentamos, y aunque están vinculadas no debemos fusionar estos sistemas con el resultado supuesto.48 Las identidades se dan a través del comportamiento, a menudo a través del performance, el cual ha atraído mucha la atención en la literatura actual. En cada capítulo se encuentran situaciones en que la identidad surge a través del performance. Por su parte, el comportamiento autoobjetivante, expresado sucintamente por John Collins como “siendo nosotros mismos para usted”,49 plantea preguntas de autenticidad y legitimidad.

      Aunque la palabra identidad sugiere igualdad entre las personas y a lo largo del tiempo las identidades cambian y, en este sentido, están estrechamente atadas a procesos y vinculaciones. Olaf Kaltmeier y Sebastian Thies50 anotan que el reconocimiento de la flexibilidad y la contingencia de la biografía y de la pertenencia conduce a la comprensión de las formaciones de identidad como procesos incompletos y fluidos. La literatura reciente sobre identidades etnorraciales, escribe Sara Latorre, “se enfoca en los procesos de construcción y despliegue de identidades, yendo más allá de los debates tradicionales sobre definiciones y legitimidad que se basan en dualismos reduccionistas tales como auténtico/falso, raza/etnicidad o indígena/no indígena”.51 Por supuesto, estos dualismos dominan el tratamiento oficial de las identidades que a menudo no pueden ir más allá de los debates tradicionales, ya que se pretende que la terminología y las definiciones sean claras y de aplicación amplia y permanente.

      Si bien las afirmaciones de la identidad indígena pueden parecer inicialmente como poco problemáticas; de hecho, la mayoría de las otras categorías de identidad (v. gr., hombres o mujeres) no son ni de lejos tan abiertas a los tipos de desafíos que las afirmaciones de la identidad indígena a veces encuentran. (Por supuesto que los debates actuales en las legislaturas, los medios de comunicación y las cortes sobre asuntos referentes a personas transgénero están complicando lo que una vez pareció ser un contraste claro y bien entendido). Veremos casos en los que quienes reclaman ser indígena enfrentan opositores que impugnan el grado de indigenidad (indigenousness) de los reclamantes. En algunos otros, la respuesta es enfatizar la dicotomía entre “actualmente indígena” versus solo “de ascendencia indígena”. Debido a que aquí el contraste no es tan absoluto como el de indígena/no indígena, convertirlo en el binario crucial puede abrir espacios para la acción (v. gr. performances de indigenidad), y para la posterior renegociación. Nótese que indigenidad e indigenousness no son sinónimos. Indigenidad se refiere a un estatus, a una identidad; mientras que indigenousness se refiere a una cualidad e implica la posibilidad de una cantidad diferencial de esa cualidad. En este sentido, las palabras se oponen entre sí y su oposición es importante para el argumento que hago sobre la contradicción inherente a la indigenidad, en cuanto a su conceptualización tanto oficial como en los imaginarios dominantes.52

       Multiculturalismo

      Durante los últimos treinta años, el proceso organizativo indígena en América Latina, así como mundialmente, surgió en el contexto del multiculturalismo, una ideología que celebra y actúa para proteger la diversidad étnica y cultural, de manera que la frase “unidad en la diversidad” captura algunos de sus objetivos. Partha Chatterjee atribuye la emergencia del multiculturalismo a las tensiones entre el proyecto de la ciudadanía universal y las demandas del reconocimiento diferenciado por parte de poblaciones dentro de la ciudadanía.53 Cuando el multiculturalismo se define en términos políticos como el reconocimiento legal y jurídico de la diferencia, puede ser reconocido como una forma de gubernamentalidad. (Nótese que la frase “gestionando el multiculturalismo”, que aparece en el título de este libro, se refiere no solo al multiculturalismo oficial, sino también al que se expresa a través del performance, moldeado por una variedad de actores del movimiento indígena y de las ONG54). El multiculturalismo puede no constituir una ideología en el sentido de enmascarar un interés de clase dominante;55 sin embargo, se puede preguntar por qué las élites que previamente insistieron en la homogeneidad cultural llegaron a considerar que adoptar la diversidad era de su interés.

      Las sociedades modernas se caracterizan por la existencia de múltiples tipos de diferencia y los procesos hegemónicos mantienen algunos de estos, por ejemplo la estratificación de clase, y desalientan otros, tal como sucedió en la Europa del siglo XIX cuando los poderes nacionalistas buscaron borrar la diferencia étnica. Por supuesto, se han aplicado en distintos momentos en el pasado ciertas políticas correctivas a favor de poblaciones previamente excluidas y marginadas, con la diferencia de que el multiculturalismo contemporáneo ahora valora la diferencia étnica como un bien positivo. Según Kriti Kapila, las demandas multiculturalistas de igualdad se basan en la noción de que se debe tener el mismo respeto por todas las culturas.56 El multiculturalismo oficial revierte las actitudes y políticas anteriores al alentar a aquellos considerados como Otros a unirse al proyecto nacional —pero no a costa de la adopción total de la cultura dominante— y al rechazar las múltiples formas de discriminación que prevalecen en Latinoamérica y de hecho en todo el mundo.

      Cuando se considera el multiculturalismo en un marco más amplio, así como aparece en foros internacionales como las Naciones Unidas o en los tribunales internacionales de derechos humanos, es evidente que la lucha cultural puede promover cambios políticos también en este nivel. Tal como lo expresa Ronald Niezen, los pueblos indígenas han “establecido nuevas fronteras culturales, se han redefinido como naciones e implícitamente han redefinido el fundamento de pertenencia para sus miembros ya no solo como parentesco o cultura compartida, sino también como ciudadanía diferenciada, como pertenencia a un distinto régimen de derechos, prerrogativas y obligaciones”.57

      El movimiento multicultural y su ideología suelen identificarse con las sociedades democráticas y liberales con sistemas políticos que parten de la existencia de una sociedad civil desarrollada58 o, por lo menos, que se hallan comprometidos a promoverla. Por un lado, las nociones multiculturalistas de tolerancia, coexistencia e igualdad se ajustan a los ideales democráticos y liberales.59 Por otro, la aceptación e, incluso a veces, el fomento de las diferencias radicales dentro de una nación chocan con el ideal liberal del ciudadano libre de cargas, es decir, que se ha liberado de sus vínculos premodernos con la familia, la religión y la etnia. Desde este punto de vista, los ciudadanos que se aferran al territorio o al parentesco o a los valores tradicionales no pueden funcionar como personas racionales, individualistas y maximizadoras de ganancias que a menudo les exige la modernidad,60 razón por la cual Diana Bocarejo caracteriza el multiculturalismo como “una de las ilusiones políticas más difundidas en el seno de las democracias liberales contemporáneas”.61

      En las páginas a continuación, discuto cómo el multiculturalismo oficial beneficia a algunos pueblos indígenas, pero pone a otros en una seria desventaja. También examino la relación entre el multiculturalismo neoliberal y el proceso de organización indígena, en particular los tipos de influencia que han tenido los actores no indígenas (v. gr. Estado, Iglesia, ONG) en el movimiento indígena que surgía en Colombia, y cómo la “cultura indígena” acumuló cantidades crecientes de capital político en la medida en que la política del reconocimiento se convertía en la norma. También analizo el impacto de un multiculturalismo gestionado y aplicado en el diseño e implementación de proyectos de desarrollo, enfocándome en la brecha que existe entre las políticas públicas desarrolladas en Bogotá (o en el extranjero) y su implementación local como programas concretos. Ilustro mis puntos dando ejemplos del Vaupés y de otros lugares y mostrando interacciones dramáticas, a menudo conflictivas, entre los supuestos occidentales y los de los tukanoanos sobre la autoridad, que exponen vívidamente las numerosas contradicciones de estos programas, a pesar de su bien intencionado marco multicultural.

       Neoliberalismo

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