.

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу - страница 10

Автор:
Жанр:
Серия:
Издательство:
 -

Скачать книгу

finales de la década de 1990, una amplia evidencia reveló que las promesas del neoliberalismo a las comunidades indígenas habían sido sobre todo ilusiones, principalmente porque las reformas sociales del Estado “no enfrentaron de manera integral los problemas estructurales arraigados de la pobreza rural, el racismo y la marginalidad”.86 En respuesta a estas promesas no cumplidas, la primera y segunda décadas del siglo XXI (denominadas por algunos como la era posneoliberal), vieron suceder una serie de desafíos a la hegemonía del neoliberalismo, en forma de experimentos en democracia. Algunos países latinoamericanos son caracterizados por “una nueva forma de protagonismo que no solo incorpora sino también desafía las filosofías subyacentes al neoliberalismo” a través de movilizaciones sociales que presionan para que “las instituciones [del Estado neoliberal] sean más inclusivas”.87 Jan Hoffman French documenta la forma en que el posneoliberalismo reconoció derechos a los indígenas y a los afrobrasileños y vinculó estos derechos a recursos tangibles.88 El preámbulo de la Constitución boliviana afirma que “dejamos en el pasado el Estado republicano, colonial y neoliberal”. Sin embargo, aunque el gobierno de Evo Morales inauguró una “formación híbrida de Estado” que le planteó desafíos específicos al paradigma neoliberal, el país permanece sujeto a las “restricciones internas y externas del capitalismo global”.89 Escribiendo también sobre Bolivia, Postero pregunta, “¿qué significa el multiculturalismo cuando los estilos de vida ‘indígenas tradicionales’ son reconocidos por la Constitución pero son engullidos por las realidades de la rápida urbanización o de la explotación de recursos?”.90 Eriksen considera que esta refutación al neoliberalismo en Bolivia indica, de hecho, su ubicuidad: la desregulación, el ajuste estructural y la mercantilización afectan negativamente a “campesinos, comerciantes, habitantes de tugurios y funcionarios por igual”.91

      En síntesis, mientras que en la década de 1990 se abrieron nuevos espacios para celebrar y apoyar tanto la participación política como la diversidad indígena, una “paradoja de afirmación cultural y marginalización económica simultáneas” perjudicó a muchos pueblos.92 Algunas ONG alentaron al movimiento indígena a moldear sujetos dóciles que se enfocarían en reclamar recursos de manera estratégica, en vez de llamar a la protesta. El multiculturalismo neoliberal opacó muchas de las persistentes consecuencias de las formas históricas y políticas de opresión y evitó abordar ciertos temas cruciales de raza, poder y privilegio.

      Mis casos etnográficos demuestran algunos de los efectos de los esfuerzos de Colombia para desarrollar un paquete general de índole neoliberal con los objetivos de reducir el tamaño del Estado y de facilitar el desarrollo de una sociedad civil mucho más robusta. Las ideologías y políticas multiculturalistas, incluyendo nuevos tropos de indigenidad en la retórica nacionalista, formaron parte de ese paquete. Sin duda, se produjeron avances importantes, como he señalado, pero también hubo importantes consecuencias no intencionadas de esas políticas, siendo una de ellas el incremento en la desigualdad de ingresos. También analizo evidencia que lleva a la conclusión de que la versión colombiana del Estado multicultural neoliberal en realidad no fomentaba la igualdad social, sino que al buscar controlar el proceso y resultado de las luchas indígenas y afrocolombianas por la autodeterminación y autonomía, reinscribía relaciones racistas que promovían el desacuerdo en le interior de las comunidades y generaba divisiones entre estas.

       Cultura

      La cultura es quizás la categoría más proteica de todas. Se han presentado tal cantidad de definiciones de cultura que Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn llenaron un libro completo titulado Cultura: Una revisión crítica de conceptos y definiciones (Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions), sin más.93 Desde la publicación de este libro, en 1952, las definiciones y sus aplicaciones académicas han aumentado exponencialmente. Hace mucho tiempo que el concepto rebasó los límites de la antropología, para aparecer con frecuencia en la literatura de la sociología, de la historia y (sobra decir) en los estudios culturales, así como en el mundo más amplio del discurso popular, tanto que en 2014 el diccionario Merriam-Webster declaró cultura como la palabra más importante del año.94 La gran expansión del término hacia los discursos de desarrollo participativo ejemplifica perfectamente el proyecto cultural del neoliberalismo. La cultura, como dice Collins, se ha vuelto cada vez más fungible,95 resultando en un concepto muy ambiguo y flexible, que en la medida en que se torna cada vez más “conveniente”96 mencionarlo en una amplia variedad de contextos —constituciones, reportes anuales de las ONG, propuestas de financiamiento, reuniones comunitarias— corre el riesgo de volverse casi vaciado de significado.

      Una plétora de definiciones da lugar a un exceso de temas y debates. A lo largo de los años, la antropología se ha involucrado en interminables discusiones sobre qué es cultura y cómo estudiarla: cómo evoluciona una cultura determinada a lo largo del tiempo, cómo se diferencian y se parecen las culturas entre sí y cómo se deban clasificar. Por consiguiente, la historia de mi viaje también incluye comentarios sobre la relación altamente dinámica, y a veces polémica, entre la antropología y su concepto clave. Como antropólogo, uno entra al campo con una propuesta de investigación y una carpeta mental llena de conceptos analíticos y de sus definiciones. A medida que avanza la investigación uno descubre todas las formas en que dichos conceptos no encajan; bueno, a veces finalmente se hacen encajar, pero solo después de una gran cantidad de reajustes. No digo que debemos dejar esa carpeta en casa, puesto que uno necesita teorías y conceptos, no solo con el propósito de impresionar tanto a los comités orales como a los posibles financiadores. En las páginas que siguen, mis forcejeos con el concepto cultura muestran algunas de las principales características del proceso de trabajo de campo, es decir, de cómo funciona la antropología.

      En este libro me limito a explorar cómo funciona el concepto de cultura en contextos multiculturales, lo que se ha llamado la política de la cultura. El multiculturalismo introdujo un abanico de aplicaciones políticas del concepto junto con actores interesados en explorarlas y utilizarlas. La contradicción fundamental de la política de la cultura, según Kapila, es la necesidad de reconocer la diferencia de manera tal que se asigne un apropiado grado de justicia redistributiva.97

      En el discurso popular se entiende que la cultura incluye tradición, etnicidad, sistemas de valores y lenguaje, suposiciones que también dominan en las autodescripciones indígenas en términos de su autoctonía, arraigo, tradición, cercanía a la naturaleza, ruralidad y espiritualidad. Muchos autores han señalado la construcción de la cultura indígena como el polo opuesto de la vida moderna: no occidental, no eurocéntrica, no moderna, no urbana y así sucesivamente.98 La política a menudo requiere que la cultura indígena sea vista en su esencia como radicalmente diferente de la comprensión occidental del mundo.

      La política cultural necesariamente depende de la percepción de que hay un derecho a la cultura. Dentro de un régimen multicultural, las personas y las comunidades indígenas ya no están bajo la tutela del Estado o de la Iglesia; son ciudadanos con todos los derechos y obligaciones que conlleva este estatus. En efecto, han ganado el derecho a tener derechos.99 Además, sus derechos incluyen el reconocimiento oficial de sus culturas y compromisos para protegerlas. Con esos derechos y privilegios viene una demanda implícita de autenticidad, ya que para asegurar la tierra y los recursos naturales propios, así como para beneficiarse de una consideración preferencial en cuanto a los proyectos de desarrollo y para justificar una exención del servicio militar, uno debe demostrar una cultura auténtica y merecedora. Al mismo tiempo, el reconocimiento oficial pone en movimiento una maquinaria para salvaguardar esa cultura a través de programas especiales “etno-” en educación y salud. Esta circularidad —la cultura como un derecho, pero también como el sitio desde el cual reclamar los derechos— es ineludible en la política cultural de la indigenidad.

      Además, la autenticidad cultural se articula con lo que Joanne Barker denomina legitimidad jurídica.100 Los pueblos indígenas en

Скачать книгу