Gestionando el multiculturalismo. Jean E Jackson

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Gestionando el multiculturalismo - Jean E Jackson Ciencias Humanas

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Aunque se ha criticado el concepto como difícil de analizar, insuficientemente teorizado y “promiscuamente generalizado, pero inconsistentemente definido, empíricamente impreciso y frecuentemente cuestionado”,62 puede iluminar algunas tendencias clave que empezaron a manifestarse en Latinoamérica a mediados de la década de 1980 y aún más allá.

      El proyecto neoliberal busca desmantelar el Estado de bienestar junto con las estructuras sociales, políticas y económicas que lo sustentan. Este proyecto abarca tanto la reestructuración económica como los modelos y discursos de gobernanza guiados por el mercado, y sus políticas están dirigidas a privatizar, liberalizar y desregular las economías nacionales con el fin de promover la inversión extranjera e intensificar la producción para la exportación. Las reformas neoliberales se hacen apetecibles apelando a la solidaridad nacional y a la celebración de la sociedad civil,63 que junto con el mercado son los mecanismos para reformar un estado corporativista abultado, corrupto y generalmente disfuncional. Aunque se supone que estas políticas reducen el tamaño del estado, algunos autores arguyen que de hecho lo reconfiguran en vez de debilitarlo.64 Conviene anotar también que llevar a la práctica políticas para cumplir los objetivos neoliberales depende de la política estatal, que orquesta la reorganización de las instituciones políticas y jurídicas mientras el mercado sirve como la base de su legitimidad.65

      El neoliberalismo reconceptualiza a las personas como sujetos políticos que se gobiernan a sí mismos de acuerdo con las lógicas de competencia y eficiencia del mercado y que asumen la responsabilidad de su propio bienestar social y necesitan muy poco del Estado. A estos sujetos, educados y emprendedores que realizan sus sueños por sí solos, se les alienta a verse a sí mismos como un proyecto, una empresa, un consumidor.66

      Una característica destacable de la gobernanza neoliberal es su conexión con una política de la identidad socialmente liberal, en cuanto a que la austeridad económica y las reformas orientadas al mercado acompañan las agendas progresistas en favor de reformas para promover la democracia y el multiculturalismo. El multiculturalismo neoliberal minimiza los temas de clase social y ensalza lo que Anders Burman llama noción de etnicidad y de diversidad cultural “sin dientes”.67 Según Mark Goodale, esta paradójica combinación de agendas económicas, políticas y multiculturales ha producido el “lado oscuro” del neoliberalismo, y enumera factores como la consolidación de un modo de producción capitalista tardío y “la creciente sumisión de los Estados latinoamericanos a los imperativos del Banco Mundial, el FMI [Fondo Monetario Internacional] y los Estados Unidos”, que “han hecho de América Latina tanto un sitio de explotación duradera como de resistencia ocasional”.68 Para él, los elementos “benignos” del liberalismo,69 como los derechos humanos, se entrelazan con una concepción particular del individuo que, cuando se expresa en la práctica, tiene el efecto de disminuir las promesas morales del liberalismo.70

      Varios autores arguyen que las reformas neoliberales, además de incrementar la desigualdad, recortar los servicios sociales y reducir el empleo, subordinan los derechos ciudadanos al tema de la seguridad. Sostienen además que tanto la violencia como la amenaza de esta son partes integrales de aquello que sustenta las formas que adquiere la democracia en América Latina, tal como se manifiesta cuando los líderes políticos utilizan abiertamente, así como de forma encubierta, la idea de una ruptura inminente del orden público para resistir las demandas de la sociedad civil de una democracia participativa más incluyente.71

      Es claro que no hay ningún simple e inherente antagonismo entre lo indígena, lo cultural y lo neoliberal.72 Los principios neoliberales como la descentralización y el pluralismo político y étnico a menudo han permitido a las comunidades indígenas hacer sus propios tratos con corporaciones nacionales e internacionales y las ONG, eludiendo la intervención de agencias estatales paternalistas, tanto nacionales como regionales. Un aspecto particularmente interesante del surgimiento de la indigenidad como una manera importante de reclamar ciudadanía, derechos y justicia, fue la sinergia percibida entre ciertas tendencias de desarrollo influenciadas por el neoliberalismo y lo que Andrew Orta denomina la “democracia embrionaria” de las comunidades indígenas, cuyas posibilidades se podrían aprovechar para una nueva participación cívica: “una civitas en la base de la pirámide social”.73 Se consideraba que la rendición de cuentas y la transparencia de las comunidades engranaban muy bien con la gobernanza neoliberal, al respecto de lo cual Orta menciona la celebración que se hizo de la utilidad neoliberal que ofrecían el conocimiento o los rasgos locales, que a menudo fueron valorizados como formas locales de capital social.74 Por su parte, Sarah Radcliffe demuestra la penetración del pensamiento neoliberal en proyectos de “desarrollo con identidad”. Por un lado, tales proyectos promueven métodos participativos para fomentar el involucramiento indígena y afrodescendiente en el diseño de proyectos y en la toma de decisiones; por otro, las políticas también promueven la adopción de “términos de referencia estrechamente auditados y definidos de manera técnica con el fin de especificar cuáles grupos recibirían recursos”.75

      El grado en que los proyectos multiculturales se entrelazan con los intereses neoliberales se ha debatido acaloradamente. Charles Hale encuentra una estrecha correspondencia entre la lógica global del neoliberalismo y la promoción de los derechos indígenas y multiculturales. Para él, las reformas económicas garantizan los derechos culturales de formas que no “amenazan los principios fundamentales de la economía capitalista”, sino que los fortalecen.76 Brooke Larson anota que el despliegue de dispositivos administrativos de cooptación y coerción por parte del Estado —que ella llama una nueva versión de la táctica colonial del divide y reinarás— tiene como objetivo controlar o aplastar los movimientos indígenas “dependiendo de si eran considerados útiles o peligrosos para el estado y las ONG aliadas a este”.77 Orta señala que los activistas antineoliberales “muy frecuentemente están habilitados y en algunos casos constituidos por las estructuras de la gubernamentalidad neoliberal”.78 Aunque muchos líderes indígenas rechazan la lógica del mercado y de la comercialización de su identidad cultural, Thomas Eriksen señala que ellos “tienen que hacerlo activamente como una forma de resistencia, rodeados por un mar de pensamiento neoliberal cada vez más invasor”.79

      Hale también discute los efectos de la gobernanza neoliberal en la formación de los sujetos, en cuanto a las maneras en que los regímenes abren espacios que moldean y canalizan las subjetividades de los actores indígenas que llegan a ocuparlos. Presionados a convertirse en “pragmáticos” y sumisos, “acostumbrados a los agradables beneficios de trabajar en esos espacios, distanciados de las comunidades y de los procesos basados en estas que los hicieron líderes [y] reacios a las tácticas y demandas radicales que ayudaron a producir estos espacios en primer lugar”.80 Aunque los líderes indígenas critican los discursos oficiales de corte neoliberal, así como las medidas de ajuste estructural, al mismo tiempo colaboran a menudo con los gobiernos nacionales, las instituciones internacionales y las ONG que promueven ideologías neoliberales.81 Aunque el trabajo de la identidad con influencia neoliberal puede ser eficaz en el fortalecimiento del orgullo colectivo y en el aumento de la autoestima, Eriksen sostiene que “también puede ser polémico, precisamente porque mueve el proyecto de identidad cultural en una dirección individualizada, racional en sus objetivos y comercializada”.82 En fin, para estos autores las reformas representan para las comunidades indígenas “una mezcla paralela de oportunidades y riesgos”.83

      Aunque las movilizaciones indígenas lograron obtener de los gobiernos y las ONG ciertas reformas culturales y políticas, el incremento en la participación política no ha disminuido significativamente las desigualdades socioeconómicas para muchos de los pueblos indígenas de Latinoamérica. Mas bien, tal como lo señala Lucas Bessire, la participación ha resultado en una redistribución desigual de estas inequidades porque el proyecto cultural del neoliberalismo respalda los derechos culturales de los indígenas sin apoyar otros cambios necesarios, por lo que las nuevas oportunidades políticas están acompañadas de nuevas amenazas económicas.84

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