El libro rojo. Карл Густав Юнг
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En su revisión de 1926 de La psicología de los procesos inconscientes, resaltó la importancia de la transición de la mitad de la vida. Sostuvo que la primera mitad de la vida puede ser caracterizada como la fase natural, en la cual el objetivo primario consiste en establecerse en el mundo, obtener un ingreso y formar una familia. La segunda mitad de la vida puede ser caracterizada como la fase cultural, la cual involucra una reevaluación de anteriores valores. La meta en este período es la conservación de los valores previos junto con el reconocimiento de sus opuestos. Esto significa que los individuos deben desplegar los aspectos no desarrollados y desatendidos de su personalidad. (218) El proceso de individuación es concebido ahora como el patrón general del desarrollo humano. Jung sostenía que en la sociedad contemporánea falta una guía para esta transición, y consideraba a su psicología como aquello que llenaba esa laguna. Además de en la psicología analítica, las formulaciones de Jung han tenido un impacto en el campo de la Psicología del desarrollo del adulto. Claramente su experiencia de crisis conformó el molde de este concepto de los requisitos de las dos mitades de la vida. El Liber Novus describe la reevaluación de sus valores previos y su intento de desarrollar los aspectos descuidados de su personalidad. De este modo formó la base de su comprensión de cómo la transición de la mediana edad puede ser transitada exitosamente.
En 1928 publicó un libro breve, Las relaciones entre el yo y lo inconsciente, que es una ampliación de su artículo de 1916, “La estructura de lo inconsciente”. Aquí, se explayó sobre el ‘drama interior’ del proceso de transformación, agregándole una sección que se ocupa en detalle del proceso de individuación. Señaló que luego de que uno lidie con los productos de la imaginación de la esfera personal, se encuentra con fantasías pertenecientes a la esfera impersonal. Estas no son simplemente arbitrarias, sino que convergen hacia un objetivo. Por lo tanto estas últimas fantasías pueden ser descritas como procesos de iniciación, su analogía más cercana. Se requiere una participación activa para que este proceso tenga lugar: “si la consciencia participa de forma activa, si vive cada etapa del proceso…. cada una de las imágenes que venga a continuación se asociará a la última de las etapas así conquistadas, y el proceso emprenderá de este modo un rumbo que apunta a una determinada meta.” (219)
Luego de la asimilación de lo inconsciente personal, la diferenciación de la persona y la superación del estado de semejanza divina, el siguiente estadio es el de la integración del anima para el hombre y el animus para la mujer. Jung sostenía que, así como es esencial para el hombre distinguir entre aquello que es y cómo aparece ante los demás, es igualmente esencial tomar consciencia de ‘sus relaciones invisibles con lo inconsciente’ y así diferenciarse a sí mismo del anima. Señaló que cuando el anima es inconsciente, se proyecta. Para un niño, la primera portadora de la imagen del alma es la madre, y luego de eso, la mujer que despierta sus sentimientos como hombre. Es necesario objetivar el anima y plantearle preguntas, a través del diálogo interno o la imaginación activa. Todos, sostenía, tienen esta habilidad de sostener diálogos con sí mismos. La imaginación activa sería, de este modo, una de las formas del diálogo interno, un tipo de pensamiento dramatizado. Es crítico distanciarse de los pensamientos que surgen y superar la presunción de que ha sido uno mismo el que los ha producido. (220) Lo que es más esencial es no interpretar o entender las fantasías, sino experimentarlas. Esto representa un giro respecto de su énfasis sobre la formulación creativa y la comprensión, propuestas en su artículo sobre la función trascendente. Sostuvo que uno debe tratar sus fantasías de forma completamente literal mientras uno se encuentre involucrado en ellas, pero simbólicamente cuando las interpreta. (221) Esta es una descripción directa del procedimiento de Jung en los Libros negros. El propósito de tal discusión es objetivar los efectos del anima y tomar consciencia de los contenidos que le subyacen, integrándolos así a la consciencia. Cuando uno se ha familiarizado con los procesos inconscientes reflejados en el anima, entonces ella se transforma en una función de la relación entre el consciente y lo inconsciente, en lugar de ser un complejo autónomo. Nuevamente, este proceso de integración del anima es el tema del Liber Novus y de los Libros negros (esto también insiste en que las fantasías en el Liber Novus deben ser leídas simbólicamente y no literalmente. Sacar declaraciones de ellos fuera de contexto y citarlos literalmente representaría un serio error). Jung advirtió que este proceso tiene tres consecuencias:
La primera de ellas consiste en una expansión de los límites de la consciencia a resultas de la conscienciación de un sinnúmero de contenidos inconscientes; la segunda, en un desmantelamiento progresivo del dominio que sobre la consciencia ejerce lo inconsciente; y la tercera, en la verificación de un cambio de la personalidad. (222)
Luego de que se ha alcanzado la integración del anima, se es confrontado con otra figura denominada ‘personalidad mana’. Jung sostiene que cuando el anima pierde su ‘mana’ o poder, el hombre que la asimiló debe haberlo adquirido, y así se transforma en una ‘personalidad mana’, un ser de voluntad y sabiduría superiores. Sin embargo, esta figura es “un dominante de lo inconsciente colectivo, el conocido arquetipo del hombre poderoso, el héroe, el caudillo, el mago, el hechicero y santo, el señor de hombres y espíritus y el amigo de Dios.” (223) Así, al integrar el anima y conseguir su poder, uno inevitablemente se identifica con la figura del mago, y acomete la tarea de diferenciarse de él. Jung agrega que, para la mujer, la figura correspondiente es la de la Gran Madre. Si uno declina el reclamar para sí la victoria sobre el anima, cesa la posesión por parte de la figura del mago, y uno comprende que el mana corresponde realmente al ‘punto medio de la personalidad’, esto es, el sí-mismo. La asimilación de los contenidos de la personalidad mana conduce al sí-mismo. La descripción de Jung del encuentro con la personalidad mana, tanto de la identificación como de la posterior desidentificación con ella, se corresponde con su encuentro con Filemón en el Liber Novus. Respecto del sí-mismo, Jung escribió: “podría darse a esa entidad el nombre de ‘Dios en nosotros’. En apariencia, los comienzos de nuestra entera vida anímica tienen su origen inextricable en este punto, y todas las supremas y ultimísimas metas parecen tener en él su fin.” (224) La descripción de Jung del sí-mismo transmite el significado de su comprensión al seguir su sueño sobre Liverpool:
El sí-mismo podría ser descrito como una suerte de compensación al conflicto entre el interior y el exterior… el sí-mismo es también la meta de la vida, pues es la expresión más completa de esa combinación del destino que llamamos individuo… Se alcanza la meta de la individuación con la sensación del sí-mismo como algo irracional, un ente indefinible al que el yo no se opone ni está sometido, sino del que depende y en torno al que gira en cierto modo como la Tierra alrededor del Sol. (225)
LA CONFRONTACIÓN CON EL MUNDO
¿Por qué dejó de trabajar Jung en el Liber Novus? En su epílogo, escrito en 1959, dijo:
Mi conocimiento de la alquimia en 1930 me alejó de ello. El comienzo del fin aconteció en 1928, cuando [Richard] Wilhelm me envió el texto de La Flor de Oro, un tratado de alquimia. Allí, los contenidos de este libro hallaron su camino a la realidad y no pude continuar trabajando en él. (226)
Hay otra pintura terminada en el Liber Novus. En 1928 Jung pintó un mándala de un castillo dorado (Página 163). Luego de pintarlo, le pareció que había algo chino respecto de ese mándala. Poco después, Richard Wilhelm le envió el texto de El secreto de la Flor de Oro, solicitándole que escribiese un comentario sobre él. Jung quedó impactado por el texto y por la sincronización:
…el texto me trajo la insospechada confirmación de mis ideas sobre el mándala y la circunvalación del centro. Éste fue el primer evento que rompió con mi soledad. Pude establecer lazos con algo y con alguien. (227)
La importancia de esta confirmación se demuestra en las líneas que escribió debajo de la pintura del Palacio Amarillo. (228) Jung estaba impactado por las correspondencias entre la imaginería y los conceptos de este texto