En defensa de Julián Besteiro, socialista. Andrés Saborit
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Pero también incorpora análisis nuevos y de suma importancia histórica. Por ejemplo, la lección histórica que extrae sobre la configuración de las listas electorales en las elecciones de 1933, y de cómo la derecha supo utilizar la legislación electoral que, en un principio, había sido concebida por las elecciones para favorecer a las coaliciones de izquierda, las cuales no se reeditaron en aquellas elecciones, mientras las derechas concurrieron a las mismas coaligados.
Y también exhibe la visión política de Besteiro, cuando advirtió, por ejemplo, sobre las consecuencias que tendría la petición de Responsabilidades sobre la guerra de Marruecos en 1923, una advertencia que se vería frustrada, por desatendida, como fue en este caso concreto, referido de forma destacada por Saborit: «¿Cuántos insensatos creerían exagerados esos pronósticos clarividentes! Por desgracia para España, por las consecuencias políticas que de ahí se derivaron, a lo largo de varios años, los vaticinios de Besteiro tuvieron trágica confirmación».
Aunque en ocasiones, sus palabras acertaron de pleno sin tener esa «trágica confirmación», como las pronunciadas en Oviedo en 1926, glosando la figura de Pablo Iglesias, donde Saborit destacó que Besteiro «siempre creyó que el Estado capitalista moderno se inclinaba hacia una democracia organizada de orientación económica, que terminará por una democracia social total».
Saborit elegirá, dejando su impronta en la elección de los textos, defender su apuesta por el socialismo escandinavo y por el laborismo de Besteiro a través de textos del protagonista, pero, en cambio, no tendrá ninguna objeción en lanzarse, a cara descubierta, contra el comunismo, que «no es odioso: sus procedimientos, sí. Son execrables».
En este libro, Saborit elige no tanto hablar de Besteiro como dar la voz a Besteiro (lo hace de forma íntegra en los capítulos 8, 9 y 10). Por eso, el lector se encontrará con numerosos textos del histórico dirigente socialista ya tratados y recogidos en todo o en parte en algunas obras anteriores de Saborit y de otros autores. Unas veces son discursos o conferencias, y otras veces son artículos publicados en los principales periódicos de la época, como lo eran El Sol y El Imparcial, y también revistas editadas por el PSOE como Democracia, Vida Socialista o Leviatán.14 Pero también incluirá a autores que hablan sobre Besteiro: Rafael Mira, Luis Jiménez de Asúa, Luis Araquistáin, Manuel Albar o José Prat (quién firmó la necrológica de Saborit para el diario El País15).
Nos encontramos pues con unos textos que tienen un valor tan histórico como sentimental y documental, pero también recopilatorio.16 Y también un valor de reconocimiento a la abnegación de quien concibió el ejercicio cotidiano y voluntario como «archivero del socialismo español» como un deber de inexcusable cumplimiento diario.
EN DEFENSA DE BESTEIRO
Saborit, «cronista del socialismo», a decir de Abdón Mateos17, escribió y publicó entre 1961 y 1974 las dos primeras partes de su ciclo sobre Besteiro. En las dos, quedaron reflejados los principales rasgos de la biografía y del pensamiento político del socialista madrileño. Su mujer, Dolores Cebrián, el profesor que fue en la Institución Libre de Enseñanza, su dilatada militancia socialista en el PSOE y en la UGT, en cuyas presidencias fue el sucesor del fundador, Pablo Iglesias, su implicación y protagonismo en la huelga de 1917, sus aportaciones al debate constitucional de la II República y su presidencia de las Cortes Constituyentes de 1931 a 1933, la guerra y su ejemplar permanencia en Madrid hasta la derrota, su prisión y muerte en Carmona.
En el final de su vida, pareciera que Saborit echa la vista atrás y hace repaso. Y siente la necesidad de saldar cuentas, de contar todo lo que sabe, de opinar sobre ello. Es como si el insigne socialista sintiese la llamada de la historia, en el modo en que esta puede dar sentido a una vida, y poner, como suele decirse, negro sobre blanco.
Y lo hace incluso respecto a él mismo, pues dedica unas páginas a tratar su expulsión de la Agrupación Socialista Madrileña justo antes de la guerra.18 Tampoco evita recoger la opinión histórica que le merecía su convecino alcalaíno Manuel Azaña, del que dice que «fue un orador magnífico, un escritor cervantino; pero como político ni supo crear un partido ni regir un Gobierno. Basta leer sus Memorias para confirmar este juicio».
Como decíamos, en esta cuarta parte, Saborit mantiene el espíritu y la estructura de las otras, pero además de recoger información biográfica y producción escrita de Besteiro (artículos, discursos, conferencias, entrevistas, todos ellos ya publicados), Saborit sale en su defensa. Como si tal actuación viniera a saldar la deuda de un discípulo con su maestro, pero no solo, sino la de ese «cronista del socialismo» para con la reputación política y el papel histórico de un personaje de la talla de Besteiro. Por eso, Saborit decidió no limitarse a recobrar las piezas del pasado en esta ocasión, o a narrar una vida o un pensamiento, sino que optó por defender una trayectoria y un legado ideológico partiendo de datos y de hechos concretos que jalonaron el intenso recorrido vital de Besteiro.
LOS PRINCIPIOS DE BESTEIRO. SOCIALISTA Y REPUBLICANO
Saborit sale al paso de las «desfiguraciones», como dice que se están haciendo sobre su persona. «¡Cuántas injusticias se han cometido al juzgar, vivo y muerto, a aquel hombre excepcional!», escribirá en las primeras líneas. Y lo hace, fiel a su metodología, escogiendo temas, citando textos en su literalidad y aportando su visión, interpretación y opinión.
Saborit escribe para defender su coherencia frente a la exposición de posibles contradicciones, en defensa de su socialismo militante frente al «estigma» de «reformista», que algunos atribuían a Besteiro. «No hubo, pues, reformismo alguno», dirá en un pasaje, para concluir en otro que «Besteiro fue marxista sin gotas de humanista», porque al fin, según dijo el mismo Besteiro en una de las conferencias más referidas por el autor19: «el reformismo aparta a las masas del Socialismo».
En Julián Besteiro, socialista, había utilizado, sin embargo, otros argumentos, si bien para defender la misma idea: «la política de reformas fue defendida por él (Besteiro), como lo fue siempre (defendida) por Pablo Iglesias, pero sin darle un sentido de colaboración con la burguesía. Ni Iglesias ni Besteiro formaron parte de ningún organismo oficial de carácter intervencionista, aunque defendieran esa táctica como principio esencial de la actuación obrera para garantía de sus intereses de clase».
Y es justamente por esa razón, por la que creyó que era un error entrar a formar parte del Gobierno durante el primer bienio de la República (fue «contrario a la participación en el Poder, lo estuvo en 1917 y en 1930»), y así lo manifestó en su momento y mantuvo después, consciente como era de que «un periodo de impopularidad es una gran experiencia, que tiene sinsabores, pero también otros rasgos compensadores».
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