Ciudadanía digital y desarrollo local. Francisco Sierra Caballero

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Ciudadanía digital y desarrollo local - Francisco Sierra Caballero monografías

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finales de este libro, algunas consideraciones sobre la estrategia y filosofía política que ha de guiar la acción institucional de las ciudades ante la integración de las Nuevas Tecnologías Informativas en la gestión local, desde el punto de vista de la profundización y extensión de las formas creativas de democracia. El diagnóstico trata de dar cuenta, para ello, de las nuevas prácticas y bases materiales de desarrollo de los entornos virtuales de ámbito local, y su proyección en el nuevo ecosistema urbano que hoy hacen posible nuevos modelos y dinámicas participativas de gestión y planificación de las políticas públicas por parte de las autoridades locales, más allá de las ágoras electrónicas que, hoy por hoy, facilitan los portales institucionales de los ayuntamientos.

      A lo largo de las siguientes páginas, se analizan así los factores y necesidades sociales vinculadas a la participación ciudadana en la vida pública local a través de los nuevos canales de intercomunicación, identificando las estrategias más adecuadas para la universalización de estos servicios y la ampliación del dominio público y los espacios de deliberación y decisión colectiva. En definitiva, el texto que tiene el lector en sus manos, procura ilustrar con el ejemplo: ¿qué herramientas, métodos y tecnologías se implementan en las ciudades para articular nuevas formas de participación incluyente?, ¿qué políticas locales son más apropiadas para desarrollar el nuevo ecosistema informativo?, ¿cuáles son los requerimientos para gestionar y resolver los retos de la Administración electrónica?, ¿cómo es posible compatibilizar el equilibrio y la seguridad en el e-Gobierno con la participación plena de los vecinos?, y ¿cómo incorporar a los funcionarios públicos a esta tarea? En resumen, el presente estudio inédito, pionero en la UE, trata de abordar cuestiones fundamentales en el debate contemporáneo sobre la Sociedad Europea de la Información, así como entre gestores, responsables políticos y sociedad civil de nuestro continente, a saber: ¿cuáles son los puntos de partida y principales inflexiones vividas en el campo de la comunicación democrática?, ¿es posible seguir ligando comunicación, desarrollo y democracia en un entorno forzosamente marcado por el desarrollo tecnológico?, ¿qué desafíos y límites plantea la introducción de nuevos soportes, canales y modelos para un ejercicio ético de la comunicación ciudadana y el correcto funcionamiento de la Administración Pública Local?

      En definitiva, el presente trabajo trata de responder a la pregunta de cómo articular una nueva lógica de la participación ciudadana en el desarrollo urbano y la política municipal, a través de los nuevos medios desde la experiencia concreta y las prácticas locales desarrolladas en las ciudades de nuestro entorno comunitario. Partimos para ello del hecho incontrovertible del dominio de la cultura Big Data. En este, como en posteriores estudios del Plan Nacional de I+D, en trabajo de campo, partíamos de la constatación de la hipótesis fundamental de la centralidad que, hoy por hoy, adquiere el trabajo inmaterial y, más concretamente, las nuevas tecnologías digitales en los procesos de cambio y reproducción social ampliada que conforman las formas de participación ciudadana y la propia configuración del espacio público. La información y la comunicación pública constituyen en nuestra contemporaneidad, afirmábamos ya en 2008, componentes esenciales de la vida democrática. Sin información y acceso al espacio comunicacional, la libertad de expresión y otros derechos sociales tienden a ser conculcados. Hoy de hecho, la calidad de la vida democrática de una sociedad puede ser vinculada directamente con la vitalidad y diversidad del sistema infocomunicacional. Las Ciencias de la Comunicación han formulado, en este sentido, diversas teorías y conceptos para pensar y comprender las relaciones existentes, directa o indirectamente, entre el sistema social y el sistema público de comunicación, desde el punto de vista de la democracia. Esta línea de reflexión ha ido formalmente dejando de lado, no obstante, la participación que facilitan o restringen las mediaciones de las industrias culturales. En el actual contexto histórico, resulta por ello preciso pensar en qué medida las mutaciones de las industrias de la comunicación influyen en la apertura de nuevos procesos de participación y desarrollo comunitario, ponderando el impacto de las nuevas tecnologías digitales de la información en las dinámicas locales de desenvolvimiento. La propia UE, cuando piensa el papel estratégico de la Sociedad de la Información y del Conocimiento en la Agenda de Lisboa, apunta a definir como uno de los ejes centrales de la nueva modernización económica y política la función provisoria de Capital Social que aportan los nuevos medios, tal y como plantea la Informática Comunitaria o los estudios politológicos sobre confianza y buen gobierno en la era digital.

      La idea de Capital Social, implícita en los debates sobre Sociedad Europea de la Información, revela que, de uno u otro modo, existe, como aprendimos de movimientos como el 15M, un estrecho vínculo entre nuevas formas de agenciamiento y dispositivos digitales de representación, información y expresión cultural, en lo que Castells sintetiza como el gran salto de la Mass Communication al Self Media. Los nuevos medios digitales, la galaxia Internet, no solo han fortalecido las formas de integración comunitaria. En la medida que han ampliado las formas y el grado de participación ciudadana de la población, las redes interactivas de comunicación han transformado radicalmente las lógicas de sociabilidad. Si observamos, por ejemplo, las nuevas experiencias de movilización y activismo social de redes como Anonymous, y comparamos las formas tradicionales de gobernanza con las nuevas lógicas de politización de lo social latentes en los procesos de socialización de las comunidades virtuales, parece lógico, en consecuencia, pensar, como lo hace Putnam, que la participación ciudadana ha variado como indicador estratégico de la mayor o menor disposición de capital entre diferentes colectivos de población, por la crisis de confianza y la pérdida de autonomía local debido a múltiples factores que inciden en el aislamiento y desconexión ciudadana, entre ellos, por ejemplo, medios tecnológicos como la televisión e Internet, en la medida que tienden a separar a los miembros de una comunidad dada, estableciendo distancias e intereses disímiles contrarios, o al menos nada favorables, a la vida en común. En esta línea, autores como Jorg Becker vienen insistiendo sobre la desconexión ciudadana, la balkanización del espacio público, y el aislamiento y atomización de los individuos como una característica consustancial del nuevo entorno digital.

      Cuando iniciábamos hace quince años nuestros estudios en la materia, buena parte del debate teórico y académico sobre el papel de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación partía de una matriz interpretativa dicotómica, similar, en el fondo, a los términos de los célebres debates entre apocalípticos e integrados en torno a la cultura de masas. Pero la emergencia de nuevos procesos de participación local y global, en campañas como la elección del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, o movimientos como el 15M u Occupy Wall Street, han redefinido el contexto de deliberación científica de la comunidad académica a este respecto. Hoy sabemos, por ejemplo, que la reivindicación del nuevo netactivismo del derecho a la ciudad, que el ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno son cada vez más concebidos, necesariamente, como la construcción no solo de un proceso de inclusión y socialización ante los intensivos procesos de cambio social, sino, sobre todo, como un proceso de lucha y apropiación por recursos difusos, como Internet, que exige una mayor permeabilidad de la Administración Pública Local en el uso múltiple y variado de la información y el conocimiento necesarios para el desarrollo comunitario pues, en el fondo, asistimos a una crisis de la representación, tal y como apuntan, en su descripción de la revolución del común y las multitudes inteligentes, Negri y Hardt (Hardt & Negri, 2011).

      En este escenario, podemos concluir que las transformaciones en curso que introduce la cultura digital exigen, del buen gobierno y de las políticas de desarrollo local, una reformulación acorde con la cultura de las redes y el lenguaje de los vínculos. Este era el punto de partida de nuestro estudio y, hoy por hoy, es más que nunca notoria la pertinencia de nuestra preocupación a este respecto. Más aún, hoy se torna prioritario, indudablemente, pensar cómo evaluar y definir indicadores en materia de inversión en lo social y cultural que garanticen la democratización y desarrollo de nuevas formas de gobierno local, a través de las nuevas tecnologías de la información, planificando sistemas dialógicos de interacción y construcción de lo común. Entendiendo que el problema estratégico de las políticas locales hoy día es cómo evaluar y definir la participación para una nueva gobernanza que impacte favorablemente en los

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