Ciudadanía digital y desarrollo local. Francisco Sierra Caballero

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Ciudadanía digital y desarrollo local - Francisco Sierra Caballero monografías

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social colectiva. En este punto, participamos de la idea de que es posible, y más que necesario, registrar un cambio de orientación en la teoría y las prácticas sociales tendiente a valorar la importancia del rol que pueden jugar en el espacio público otros actores por la acción y oportunidad que ofrecen las nuevas tecnologías. Pero tras la realización del trabajo de campo tal constatación inicial es, cuando menos, discutible o, por ser precisos, poco evidente o empíricamente constatable si del ámbito municipal o local hablamos. Antes bien, prevalecen los usos y concepciones instrumentales del papel de las NTIC en los procesos de cambio social. No es casual, en este sentido, que experiencias como el branding urbano y el marketing promocional de las ciudades hayan desarrollado con especial intensidad, en los últimos años, el uso aplicado de las nuevas tecnologías de la información en procesos de transformación local con participación de la ciudadanía, para garantizar la confianza y el buen gobierno en la construcción de nuevos espacios públicos a partir del principio de diseño por consenso. Desde el diagnóstico a la planificación estratégica del territorio, el urbanismo de los flujos ha orientado su práctica de intervención pensando en los sujetos y en la creciente circulación de información que hace posible lo que Indovina denomina ciudad difusa. Pero esta nueva lógica tiene lugar en el marco de políticas urbanas que tienden a favorecer una mayor participación privada y un menor control de los poderes públicos en la gestión del espacio territorial en virtud de cuatro directrices básicas:

      a) El diseño de estrategias publicitarias y mercadológicas de promoción del territorio para competir por los recursos en los mercados de capitales a escala global.

      b) La apropiación corporativa del espacio público y, en consecuencia, la expropiación privada y selectiva de infraestructuras y servicios de comunicación y cultura.

      c) La planificación estratégica del territorio con participación de distintos agentes, tanto públicos como privados, a través de procesos de concertación y mediación.

      d) La integración de partenariados y equipos de gestión, basados en la colaboración de actores públicos y privados, liberalizando la gestión pública del espacio.

      Estas lógicas poco o nada tienen que ver con el derecho a la ciudad, con el libre ejercicio de la ciudadanía y el buen gobierno a partir de formas cooperativas de inclusión y socialización articuladas en torno a los procesos de lucha y apropiación por el código con los nuevos recursos difusos de la galaxia Internet. La demanda de una mayor permeabilidad de la Administración en el uso múltiple y variado de la información y el conocimiento necesarios para el desarrollo comunitario es una promesa incumplida en las experiencias analizadas de gobierno en línea. Pues si las NTIC pueden fortalecer la capacidad de autogobierno de las comunidades locales, superando las diferencias económicas mediante la contribución a la creación de espacio público y dinámicas de participación igualitarias en los planes de desarrollo local, es a condición de que los movimientos sociales y la sociedad civil organizada lideren la lucha por la defensa de los derechos culturales y tengan un papel protagónico en el tejido de las redes de interacción y gobernanza. Seguimos pensando, años después de iniciar nuestro estudio, que solo las redes críticas de acción colectiva pueden desplegar la capacidad necesaria de movilización y extensión de vínculos sociales que precisa el desarrollo endógeno, si de configurar otro espacio público local se trata, como nuevo horizonte cognitivo de democratización con las NTIC.

      Cabe reconocer, no obstante, que en los casos analizados, aunque con desigual incidencia, la puesta en marcha de políticas activas de inclusión digital ha hecho posible la apertura de una nueva dinámica social en torno a los telecentros como nuevos equipamientos culturales dispuestos para contribuir a la promoción del desarrollo local. La simple existencia de estas infraestructuras públicas se revela como una oportunidad única para abrir procesos que incentiven los valores y contenidos culturales autóctonos, así como procesos de empoderamiento comunitario de grupos especialmente vulnerables, además de contribuir al desarrollo del turismo, la inversión de capital y la mayor proyección del territorio en la nueva cosmópolis de la comunicación-mundo. Pero, como decimos, el trabajo de campo demuestra que, no solo en la denominación y arquitectura formal de la política y organización de este servicio público, la importancia de estos equipamientos es relativa, variando de modelos integrales de planeación de los telecentros como contenedores que procuran recursos tecnológicos, formativos, culturales, económicos y formas de mediación en la geografía difusa que imponen los acelerados flujos de personas, productos e información de la sociedad global, cada vez más importantes en los planes de desarrollo de los municipios, a simples lugares de consumo normalizado de plataformas y productos típicos de la industria cultural. A priori, más que una ampliación de los servicios de información y documentación procurados por la biblioteca pública, los telecentros constituyen, solo teórica y potencialmente, nodos culturales de apertura de espacio social y dinámicas de desenvolvimiento que sirven como analizadores y vectores motrices del desarrollo local. Y no solo porque podrían mejorar el Índice de Oportunidad Digital aportando a la ciudadanía recursos de información y adquisición de competencias necesarias para el uso inteligente de las nuevas tecnologías, sino sobre todo, especialmente, porque hoy por hoy concentran los esfuerzos de investigación-acción para el cambio social en numerosos municipios. Así, por ejemplo, en las localidaes rurales, el desarrollo de experiencias como la de los Nuevos Centros de Conocimiento de Extremadura están contribuyendo a la educación de adultos y a la recuperación del patrimonio y la cultura común de los pueblos y entes locales más apartadas de los circuitos de información y valorización de capitales, haciendo posible con su mediación la participación y apropiación de las tradiciones y culturas locales en procesos de desarrollo comunitario. Pero al tiempo, como observaremos en las conclusiones finales de este informe, siguen dominando visiones tecnológicas, usos y dinámicas organizativas instrumentales, y formas de integración desarticuladas, poco productivas y nada transformadoras, desde el punto de vista de la lógica de la mediación.

      Observamos, bien es cierto, que tanto las formas de vida en común como los modelos de organización y mediación sociocultural están cambiando, ejerciendo las nuevas tecnologías indirectamente una función estratégica en los procesos de desarrollo local. A través de ellas, se están produciendo los nuevos imaginarios urbanos y las nuevas formas de ciudadanía. Las NTIC proporcionan, en efecto, un nuevo sentido de identidad y pertenencia, de participación en una comunidad o lugar de adscripción. Las memorias digitales que circulan en la red dan lugar así a nuevas derivas urbanas y formas originales de ciudadanía con las que es necesario pensar de forma distinta el espacio público y la democracia. En buena medida porque los nodos virtuales son puntos nodales y espacios estratégicos generadores de nuevas dinámicas sociales, tanto como atractores de movilidad y apertura al cambio social de las comunidades en sus procesos de desenvolvimiento, como, por otra parte, en calidad de equipamientos y recursos propios de reconocimiento y organización interna de la comunidad. Pero es revelador que tales formas emergentes de reproducción social no se estén traduciendo en nuevas políticas públicas o, en su caso, en estrategias colectivas y grupales por parte de los actores locales. Quizás por ser este un tiempo interregno, un tiempo-encrucijada de transición entre formas jerarquizadas, informacionales, de representación y nuevas dinámicas comunes de cooperación social, lo aún latente no termina de materializar nuevas formas municipales de desenvolvimiento. Por ello, sigue siendo un reto para la teoría de la comunicación para el desarrollo y los estudios en materia de comunicación y cambio social tratar de entender qué factores intervienen en la inadecuación entre proceso social, innovación tecnológica y apropiación local.

      Como nueva frontera del conocimiento comunicológico es necesario, en fin, seguir sistematizando en el trabajo de campo más datos y elementos empíricos sobre el tipo de sociedad y prácticas transformadoras que, en lo local, apuntan las redes telemáticas y desterritorializadas de información y comunicación. Este es el sentido del proyecto en curso del equipo CIBERMOV (Ciberactivismo, Ciudadanía Digital y Nuevos Movimientos Urbanos), financiado por el Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, Subprograma Estatal de Generación de Conocimiento

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