Florentino Ameghino y hermanos. Irina Podgorny

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Florentino Ameghino y hermanos - Irina Podgorny

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principios de siglo, el Muséum atraía corresponsales de todas partes del mundo, dispuestos a cambiar huesos por dinero u honor. No sólo eso: hasta los inicios del siglo XX, ofreció cursos para naturalistas viajeros, prestos a colocar sus ahorros y a ofrecer los resultados de la cosecha al mejor postor. La compra y venta, la inversión en huesos y libros, el aprendizaje de las reglas de clasificación y de la observación de los caracteres para distinguir las formas de un fémur, un cráneo o un diente conformaban las prácticas de la paleontología decimonónica, estructurada en múltiples espacios y personajes. Ameghino ya era uno de ellos, pero ahora, en París, se compenetraría en ese ramo del comercio cada vez más próspero: el de los gabinetes o comptoirs de historia natural, donde preparadores, libreros, editores, taxidermistas, profesores y artistas se asociaban para vender y promover el gusto por los objetos y el conocimiento de los tres reinos de la naturaleza.

      Figura 2: Vista contemporánea de la Rue Crémieux, antigua Avenue Millaud (Foto de Irina Podgorny).

      LA EXPOSICIÓN DE PARÍS

      La Exposición Universal, realizada entre el 1° de mayo y el 31 de octubre de 1878, esperaba más de 55.000 expositores. Ocupó una superficie de 720.000 metros cuadrados, el cuádruplo de la primera de Londres de 1851. Celebraba la Tercera República Francesa en contraste con la de 1867, convocada bajo los auspicios del Imperio y diferenciándose por una mayor superficie, nuevos criterios de disposición y una arquitectura rectangular frente al diseño concéntrico de la anterior. Adquirió, además, un tono marcadamente laico: la inauguración no incluyó en su programa una misa consagratoria. El clero francés, en revancha, exhortó a no concurrir a esta celebración del materialismo, una invitación rechazada por dieciséis millones de visitantes. Ameghino, allí apersonado sin renunciar a su puesto del colegio de Mercedes, relataría boquiabierto:

      París me tiene tan sumamente sorprendido que si me pusiera a contarles todo lo maravilloso que he visto y veo todos los días, tendría para llenar una resma de papel [...] Por ahora les diré que es una verdadera Babilonia. Una ciudad inmensa que tiene más de doce leguas de superficie y para atravesar la cual a pie de un extremo a otro se necesita más de medio día. Tiene edificios inmensos, plazas diez veces más grandes que la de Luján; jardines públicos tan grandes que uno se pierde en ellos; calles anchísimas con hileras de árboles y veredas de 3 y cuatro varas; y un tránsito increíble. Hasta las plazas más grandes y las calles más anchas están constantemente llenas de gente, tanto que se transita con dificultad [...] Los ferrocarriles atraviesan la ciudad por encima de las casas. En fin, el Palacio en que va a tener lugar la exposición y que aún no está concluido es tan grande como tres veces la Villa de Luján. Una vez que uno está adentro, ya no encuentra la salida y se pierde en esa cantidad de salas y salones sin fin en que se ven las cosas más curiosas y valiosas de todo el mundo. Para saber en donde era el lugar reservado a la República Argentina, y que no es chico, tuve que preguntar a más de cien empleados de la Exposición, y ninguno de ellos lo sabía.

      El lugar de la Argentina no era pequeño pero sí insignificante frente a la inmensidad de París y su extenso programa de festejos, acompañado de numerosos congresos y acontecimientos científicos. Entre ellos una reunión de mujeres, el congreso geológico y la exposición antropológica, cuyo catálogo se publicó a destiempo por lo que varios países lo incluyeron en sus secciones nacionales, como el argentino, donde figuraba entre los objetos dedicados a la educación y la enseñanza, el material de las humanidades (arts libéraux), la “organización, métodos y material para la enseñanza superior”.

      Las colecciones de fósiles y antigüedades de Ameghino estaban destinadas a la Exposición Internacional de Antropología y Paleontología. La Comisión Central Argentina había asumido el costo de transporte desde Mercedes hasta París, negociando el libre transporte en el Ferrocarril del Oeste hasta el puerto de Buenos Aires. En las bodegas de los barcos iban, además, los despachos de otros particulares y las imágenes, los planos y las publicaciones de tres museos oficiales: el Museo del Colegio de Tucumán, el Museo Público y el Antropológico de Buenos Aires. La lista incluía las colecciones de Juan Martín Leguizamón de antropología prehistórica del norte de la república; las vasijas de tierra cocida encontradas en las necrópolis de los indios calchaquíes por Jerónimo Lavagna, párroco de Salta y de la villa de Cachi; dos cráneos de la época de los malones de Pincén coleccionados por el doctor Joseph Roubaud, y las colecciones de mamíferos fósiles de otros franceses radicados en las pampas: J.B. Bonnement, José Larroque –con los huesos de sus estancias de San Antonio de Areco– y Jean Brachet –con mamíferos extinguidos del norte de Buenos Aires–. Llegaron hechas añicos. En París, las Antigüedades Indias del Uruguay se mostraron al lado de las publicaciones de Burmeister, los Anales del Museo Público, la Description Physique de la République Argentine y Die fossilen Pferde der Pampasformation (Los caballos fósiles de la formación pampeana), preparadas para la Exposición de Filadelfia de 1876, ilustradas con cuidadosos grabados e impresas en París o Buenos Aires a costo de la provincia. Roubaud, en otras secciones, presentaba margas del Saladillo y varios vellones de oveja de algunos de sus vecinos. Lavagna exhibía, en el grupo de industrias extractivas (productos en bruto y trabajados), arenas auríferas, piritas del Acay, azufre de La Poma, sal de Atacama, piedra pómez, calcáreos de San Antonio de los Cobres y muestras de oro en pepitas, todos procedentes de la provincia de Salta.

      Para los corresponsales de la Sociedad Científica Argentina las colecciones en la exposición antropológica de Portugal y Francia ratificaban la existencia del hombre terciario en Europa. También acogían los documentos presentados por el profesor Whitney de los Estados Unidos sobre el descubrimiento de restos humanos en el Plioceno (Terciario) de Calaveras, California. Aclaraban: “Aunque los que los han hallado no son personas científicas, puede considerarse el descubrimiento verídico, puesto que se encontraban envueltos en un conglomerado perteneciente a esta época geológica (Fig. 3), y que fue sacado en la universidad de Cambridge en presencia de personas competentes. Presentan además, los caracteres de la fosilificación más completa”.

      Por el lado de los antropólogos franceses, la exposición antropológica de la República Argentina fue saludada con entusiasmo a pesar de que, por una fatalidad increíble, se le hubiese atribuido un lugar equivocado en el Campo de Marte, mezclada con una colección geológica.

      Figura 3: Exposición Universal de París de 1878, Colección de fósiles argentinos (Archivo Histórico del Museo de La Plata).

      Armand de Quatrefages, profesor del laboratorio de antropología del Muséum, aprovecharía la exhibición para solicitar que se abrieran las vitrinas de los cráneos argentinos para tomar notas y hacerlos medir por los adjuntos de su laboratorio. Uno de los antiguos protectores de Boucher de Perthes, defensor de la existencia del hombre fósil desde la década de 1850, el antidarwinista de Quatrefages era partisano de la unidad de origen de la especie humana. Las colecciones fueron festejadas como un museo prehistórico en sí mismo. Los objetos eran tantos como imposible enumerarlos; incluían distintas épocas y distintos materiales:

      1º Época paleolítica: objetos que permiten establecer la contemporaneidad en la cuenca cuaternaria de la provincia de Buenos Aires entre el hombre y los grandes animales extinguidos; 2º Época mesolítica: objetos extraídos de un paradero humano antiguo en la orilla derecha de la Cañada de Rocha; 3º Época neolítica: objetos en piedra de los antiguos Querandíes, que ocupaban el territorio de la actual ciudad de Buenos Aires; 4º Cerámica de los antiguos Querandíes; 5º Objetos de piedra y cerámica de los antiguos indios Charrúas; 6º Paleontología cuaternaria de las pampas.

      Ameghino, sin duda, había leído y observado al detalle las imágenes de las

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