Florentino Ameghino y hermanos. Irina Podgorny

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Florentino Ameghino y hermanos - Irina Podgorny

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el director les confió algunos de los ejemplares que antes le había comunicado al profesor Paul Gervais. También apelaron a las colecciones de los museos de Milán, Buenos Aires y de la Escuela Normal de París, a los ejemplares de la Exposición Universal de 1878 que ahora pertenecían al profesor Cope y la colección particular en poder del señor Charles Barbier y del mismo Ameghino: “En una palabra, hemos podido examinar la casi totalidad de los huesos de mamíferos fósiles recogidos en América del Sud”.

      En Los mamíferos fósiles de la América Meridional, Gervais y Ameghino recopilaron más de doscientas especies definidas en los últimos cuarenta años a ambos lados del Atlántico, agregándoles las que surgían de ordenar las colecciones de Séguin, aún sin clasificar. De las existentes, unas ciento treinta habían sido establecidas por Peter Lund y otra veintena por el ingeniero de minas francés Auguste Bravard. Burmeister y Richard Owen, cada uno, habían definido cerca de quince especies. Ameghino, por su parte, contabilizaba seis especies de su autoría, un número mucho menor del que se había hablado en los diarios argentinos, donde, aparentemente, confundían especies con el número de especímenes. La colaboración con Henri Gervais, el acceso a las colecciones del museo y la reparación de las de sus coterráneos de la pampa le descubrieron un mundo de dimensiones hasta entonces no entrevistas.

      En 1879, Ameghino sostenía el carácter terciario (Plioceno) de la Formación Pampeana en todo su conjunto y, con ese argumento, hacía terciarios a los restos de hombre fósil contemporáneos a los megaterios y gliptodontes. La gran antigüedad del hombre del Grand Tatou, como lo llamaría Topinard, era también plausible para Broca, cuya cautela recordaba la posible supervivencia de la fauna terciaria americana en períodos cuando su análoga europea se había extinguido. Sin embargo, también admitía la autenticidad de los hallazgos, aceptando “que el hombre que vivió en el caparazón de un armadillo era por lo menos tan antiguo como las razas más viejas de Europa”.

      Ameghino publicó en París un resumen de su exposición prehistórica y de la obra anunciada ya en Mercedes, L’Antiquité de l’homme dans la Plata, el inicio de una serie destinada a iluminar las “graves cuestiones antropológicas del momento” según el élan del espíritu francés. Esperaba ser merecedor del apelativo de “les Français de l’Amérique du Sud”, alineándose con ellos en la expansión universal de la prehistoria y soslayando que los franceses estaban atravesados por una posición filosófica y política, el debate sobre el compromiso de la ciencia en relación con el laicismo y la posibilidad de ir más allá de los hechos observados. Ameghino, sin compromisos directos con la política francesa pero deseoso de ganar reconocimiento, se cruzaría con una de estas polémicas al intervenir en la cuestión del Cuaternario de Chelles.

      Ameghino se suscribiría a la revista dirigida por el calvinista Émile Cartailhac, sobrino de A. de Quatrefages. Tras las huellas del esqueleto de la colección Séguin, a través de Ernest Chantre, subdirector del Museo de Lyon, entraría en contacto con los proveedores de fósiles de esa región, de quienes obtendría diversos materiales. Asimismo, combinaría sus estudios sobre las colecciones con su trabajo sobre la clasificación, la antigüedad y la geología de la localidad prehistórica de Chelles, investigación por la que ganaría la estima de sus colegas franceses. En contradicción y colaboración con Ernest d’Acy y Louis-Alexandre-Edmond Chouquet-Guillon, detectó fallas e intrusiones en ese yacimiento. Así, el 3 de diciembre de 1880 Gabriel de Mortillet le escribía a Georges Lecocq, abogado, miembro de la Corte y de la Société d’Anthropologie de París, para que Ameghino pudiera visitar su colección y aconsejarlo sobre cómo sacar provecho a las excursiones a St. Acheul y otras localidades de los alrededores de Amiens, donde este residía. El colega de Cope, Émile Sauvage, el 14 de diciembre le escribe a otro de la Société de Géologie pidiéndole ayudara a Ameghino a observar los terrenos cuaternarios de Abbeville. Sauvage le indicaría la bibliografía para estudiar la relación entre las épocas geológicas europeas y americanas. Los fósiles de insectos mostraban conexiones con las partes cálidas de la América septentrional, tropical y subtropical. Con esa base algunos autores, según Sauvage, planteaban relaciones entre la fauna del fin del Eoceno de ambos continentes. P. Gervais había constatado analogías similares entre los mamíferos y Sauvage, entre los peces: esto probaba la existencia de la comunicación entre América y Europa hasta una época geológica relativamente reciente. Como los peces consistían en especies litorales y no pelágicas, no se podían explicar por migraciones, y algunos malacólogos tendían a recurrir a la idea de algún tipo de conexión continental, sin descartar la Atlántida. Sauvage lo llevaría a la reunión de los geólogos en Boulogne-sur-Mer en septiembre de 1880, y Ameghino viajaría por Normandía e Inglaterra haciendo “numerosos descubrimientos prehistóricos y paleontológicos”.

      La polémica sobre Chelles surgía en el marco de las disputas nacidas entre los grupos positivistas, materialistas y católicos en búsqueda de un lenguaje y unos códigos que oscilaban entre el compromiso político y la definición de un lenguaje neutral. D’Acy era uno de esos prehistoriadores católicos, opuestos al materialismo de G. de Mortillet y a su secuencia, sobre todo en lo referido a las bases inferiores del Paleolítico. La presencia de las distintas especies del género Elephas sería central en esta cuestión, lo mismo que el límite entre lo observado y lo interpretado. En junio de 1880 Ameghino acompañó a De Mortillet, por entonces profesor de la cátedra de Antropología Prehistórica y subdirector de la Escuela de Antropología de Broca, a los yacimientos de Chelles, a unos dieciocho kilómetros de París, departamento de Seine-et-Marne, sobre la orilla derecha de este río. Allí, en una arenera de las cercanías y en un depósito cuaternario, explotado por la Compañía de Ferrocarriles del Este para extraer el balasto necesario para la conservación de las vías, se habían encontrado un colmillo de elefante, un molar de Elephas antiquus y hachas en piedra del tipo Saint-Acheul.

      Regresaría, solo, al día siguiente para encontrar otras hachas y varias láminas en sílex que lo estimularían a realizar sucesivas excursiones a las siete canteras de Chelles para estudiar la estratigrafía, observando diferencias en la disposición y el espesor de sus capas. La de arena grisácea, de donde provenían las hachas, se presentaba en la base de algunos cortes; en otros, no se manifestaba o lo hacía en diagonal, hacia arriba. La estratigrafía mostraba una fauna de clima cálido, con elefantes antiguos y rinocerontes, un ciervo desconocido, hipopótamos, caballos y roedores; en suma, una serie diferente de la fauna fría del mamut (Elephas primigenius). La secuencia teórica propuesta por De Mortillet parecía completarse con los instrumentos musterienses de la capa 2 y un cementerio y útiles propios del Neolítico surgidos en el nivel más superficial.

      En febrero de 1881 Ameghino enviaba una nota sobre el Cuaternario de Chelles a la Société Géologique de France, discutiendo el método a adoptar para el estudio del Cuaternario. A partir de abril, Ameghino, Chouquet, d’Acy, Cartailhac y Madame Ameghino visitaron varias veces los yacimientos de Chelles. Esta excursión sumó al asunto la colaboración de Paul Henri Fischer, ayudante naturalista en el área de malacología e invertebrados del Muséum, quien clasificaría los moluscos procedentes de los estratos del Marne. Ameghino había invitado a De Mortillet a reunirse el 26 de abril en la Gare de l’Est a las 9.40, aclarándole: “Desacuerdo en muchos puntos con M. d’Acy y nos hemos propuesto discutir en el campo. Espero convencerlo”. Ese día se sumarían, además, Cartailhac y Auguste Nicaise. Chouquet lo acompañaría entre el viernes 29 y el domingo 1° de mayo. D’Acy, enfermo, sólo pudo acompañarlo a fines de mayo. Cartailhac, Chouquet y De Mortillet aguardarían ansiosos las novedades. Ameghino se sorprendería: M. d’Acy, un espíritu difícil de convencer, no era un obstinado. “Para admitir un hecho, necesitaba pruebas, evidentes, indiscutibles […] No dudo que M. d’Acy terminará por reconocer el progreso y la transformación de la industria durante los tiempos cuaternarios.” Se embarcaría a Buenos Aires escribiendo cartas con sus impresiones acerca del Cuaternario de Chelles, no sin antes presentar sus trabajos en las sesiones de las sociedades de Antropología y de Geología de París. Sin olvidarse de los mapas ni de los perfiles geológicos.

      REGRESO

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