Florentino Ameghino y hermanos. Irina Podgorny

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Florentino Ameghino y hermanos - Irina Podgorny

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con pagar un pasaje de tren, sin otra intermediación que la del dinero. Con estas costumbres y la formación adquiridas en París regresaría al Plata, donde viajar no sería tan simple y donde Burmeister nunca hizo gala de la disposición del achacoso d’Acy. Mientras Burmeister seguía empeñado –como algunos de sus colegas estadounidenses– en desestimar la prueba de la contemporaneidad entre los mamíferos gigantescos y el hombre de las pampas, Zeballos había publicado unas “Noticias preliminares sobre el hombre primitivo de la Provincia de Buenos Aires”, donde recurría al método comparativo y experimental y se detenía “allí donde las investigaciones arqueogeológicas dejan de hablar a los sentidos y a las facultades del alma”. Para Zeballos, el hombre prehistórico de Buenos Aires había vivido en los primeros tiempos de la formación geológica moderna:

      Esto, empero, no importa negar redondamente su existencia en el período diluviano, problema que si bien ha sido ya planteado, no alcanzó todavía la solución que se busca. Es una cuestión del porvenir, de la cual pienso como Moreno en su comunicación al Congreso de Stokolmo, que es necesario esperar que personas competentes en la Paleontología, descubran restos humanos en terreno Cuaternario no removido por acciones naturales ó artificiales, para abrir juicio sobre la existencia del hombre bonaerense en dicha época [...] Los huesos humanos hallados en Buenos Aires y atribuidos al período prehistórico, carecen de autenticidad, no respecto de las personas que los levantaron, sino a su situación. Pequeños fragmentos, comúnmente tarsos y metatarsos: hé ahí todo, no habiendo sido anunciado jamás el descubrimiento de un esqueleto, ni siquiera de un cráneo.

      Zeballos discutía el orden de la secuencia y de la antigüedad de la prehistoria americana en relación con la europea. Preparando su gran obra, Ameghino le escribiría para negociar cómo referirse a su posición acerca de la antigüedad del hombre en el Plata. Le exigía definirse:

      Cumplo con el deber de participarle que se haya (sic) ya en prensa mi obra sobre el hombre prehistórico en el Plata, la que se compondrá de tres tomos bastante voluminosos y con numerosas ilustraciones. El primero tratará el hombre indígena anterior a la conquista. El segundo comprenderá el estado geológico de los terrenos Cuaternarios y de los fósiles que contienen. El tercero está destinado a tratar la cuestión del hombre fósil argentino a la que ya también se haya (sic) ligado su nombre. En su estudio geológico de la provincia de Buenos Aires hay un párrafo en el que U. dice que una colección de armas e instrumentos de los indios los he clasificado como del hombre fósil y en uno de los números de los Anales de la Sociedad Científica Argentina se haya (sic) otro en que U. dice que he considerado como fósiles objetos que tienen trescientos a cuatrocientos años. U. bien sabe que esto ha sido una suposición hecha algo a la ligera y creo, mas bien, que tengo la seguridad de que mas tarde debe haber modificado su opinión, tanto mas que ha tenido en su poder las piezas del proceso. No quisiera hacerle decir pues, algo diferente de lo que U. actualmente piensa y, por otra parte, no puedo prescindir de insertar esos dos párrafos en el lugar correspondiente de la historia y controversias sobre el descubrimiento del hombre fósil en la pampa. Desearía, pues, si ha modificado su opinión me lo haga saber, o mas bien dicho me diga categóricamente cuál es su opinión sobre la cuestión del hombre fósil argentino y me autorize (sic) para publicarla en la obra mencionada. Si además U. quiere enviarme algún segundo trabajo sobre el cementerio de Campana me haré un deber de insertarlo en el primer tomo.

      Sin respuesta, asumiendo que Zeballos no había recibido esa carta, en 1880 les enviaba a él y a Moreno sus obras publicadas, la lista de las por publicar y una aclaración: de las 309 especies de mamíferos enumeradas en la obra hecha con Gervais, 180 estaban representadas en su colección particular, que incluía otra de cuatro mil objetos prehistóricos europeos, blancos, sin pintura, tratados con goma laca, obtenidos en parte por intercambio de calcos de objetos sudamericanos. Se había guardado para sí todos aquellos que podían ser utilizados en la discusión sobre la antigüedad del hombre y el Paleolítico de las pampas argentinas.

      En 1880, Florentino Ameghino publicaría en Buenos Aires y en París La antigüedad del hombre en el Plata, una gran síntesis con la cual cumplía su promesa –y las nunca realizadas de Zeballos y Moreno–. Esta obra afianzaba su vínculo con Topinard, Quatrefages y Broca y su cercanía de G. de Mortillet. En ella insistía en la contemporaneidad del hombre con la fauna extinguida. Discutía la homogeneidad de los indígenas, la idea de una sola raza americana y la predicación del cristianismo en América con anterioridad a la conquista española. No descartaba los contactos con el Viejo Mundo, pero sí el origen del hombre americano en un único foco de Asia Central, afirmando su independencia de las razas del antiguo continente: para Ameghino, siendo el hombre americano tan antiguo como el de Eurasia, nada impedía pensar en migraciones e intercambios en ambos sentidos. La diversidad y complejidad de lenguas, cráneos y vestigios de civilizaciones hablaban de la alta antigüedad de la humanidad de este continente. El posterciario del Plata, desde ahora, contaba con objetos y yacimientos de época neolítica, mesolítica –ambos correspondientes al período geológico pospampeano– y paleolítica, del período pampeano, con sus tiempos de los grandes lagos, pampeano moderno y antiguo. También daría a conocer al hombre prehistórico de las pampas morando en las corazas de los gliptodontes y haría circular los dos tomos en Francia y en la Argentina.

      Moreno, refugiado en París luego de haber desertado de uno de sus viajes a la Patagonia, agradecería el envío con cálidas palabras y desestimaría las diferencias de antaño: las clasificaciones de sus primeros trabajos habían sido provisorias y la antigüedad del hombre en las pampas, un gran hecho, imposible de negar. Moreno argumentaba desconocer los trabajos de Ameghino al publicar el suyo de 1874, confesando:

      Nunca he negado la antigua vida humana en la pampa y para que Ud. vea que lo ha habido en mí, solo es prudencia debo decirle que desde 1871 tengo en las colecciones el esqueleto destruido de un guanaco encontrado por mí, en la arcilla pampeana no removida, a orillas de la laguna de Vitel, a dos o tres metros de un G. tuberculatus, el cual estaba a mitad sepultado en el humus. Cerca encontré también gran parte del esqueleto de un Eutatus. Dicho guanaco ha servido de alimento al hombre. Su cráneo está dividido en dos partes para sacar los sesos y todos los huesos hendidos para extraer la médula, y muchos de ellos parecen haber sido pisados sobre piedras para extraerles una mayor cantidad de grasa. Conservo varios trozos de tosca, en los que están aún adheridos dichos fragmentos.

      Moreno insistía: había tratado de extremar la prudencia antes de dar a conocer estos datos tan interesantes para los problemas geológicos y antropológicos americanos. Destacaba, sí, su desacuerdo en otras cuestiones pero se mostraba un convencido partidario del hombre contemporáneo a los animales extinguidos de las pampas. Moreno autorizaba a Ameghino a disponer de esta carta y, con ello, el acuerdo público sobre estos asuntos.

      Ameghino respondería después del año nuevo, todavía en París, relatándole el inicio de sus desavenencias con Burmeister allá por 1874, en una ocasión en la que lo creía acompañado de su discípulo, el joven Moreno, quien poco después publicaría su trabajo en el Congreso de Estocolmo. En esa entrevista Burmeister lo habría despedido sin más ceremonias, negando todo interés en su hallazgo del hombre fósil. Ameghino le recordaba la indiferencia de la Comisión de la Sociedad Científica –es decir, de Moreno y de Zeballos– frente a sus hallazgos y a su invitación a visitar los yacimientos. En esta carta plagada de reproches Ameghino, quizá sin pensarlo, enraizaba el origen de su nueva profesión en el desprecio de los otros: “Para algo sirve la desgracia; si cuando me presenté al Dr. Burmeister, él hubiera examinado el humilde fruto de mis desvelos de aficionado, yo habría quedado satisfecho, ya no me habría ocupado de tales objetos, y sería hoy un humilde maestro de escuela. Pero la incredulidad e indiferencia que encontré hirieron mi amor propio, me obligaron a estudiar y a buscar medios de buscar nuevos materiales, y es a esas dificultades que actualmente debo el honor de que Ud. me de el inmerecido título de colega”. Este intercambio confirmaba las palabras de Casimiro Nogaró sobre el poder del dinero y fue el preludio de una nueva y efímera

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