Florentino Ameghino y hermanos. Irina Podgorny

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Florentino Ameghino y hermanos - Irina Podgorny

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o contradictoria con la suya sino, todo lo contrario, como un primer paso de algo con costo indeterminado. En esos mismos años (1882, 1883), el Museo Público erogaba, en personal, 12.300 pesos, y el Museo Antropológico 6.500 pesos al mes, una diferencia surgida de la cantidad de empleados y los salarios de los directores. El primero contaba con un inspector y bibliotecario, un preparador, un ayudante y un cazador. Si el ministro hubiese querido contestarse, podría haber informado que el Museo Público costaba anualmente 193.800 pesos y el Museo Antropológico, 108.000 pesos. Los sueldos de los directores representaban el 44,58 por ciento para el primero y el 55 por ciento para el segundo. Aristóbulo del Valle (1845-1896), senador por Buenos Aires y un antiguo defensor de subvenciones para la obra de Moreno, se presentó al debate con datos concretos para mantener el objetivo de estas colecciones, es decir, la fundación de un Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia Natural, al cual, reconocía, debía fijársele un límite de gastos. En la Cámara de Senadores se rumoreaba que la provincia cedería a la nación el Museo Antropológico de Moreno. La comisión, sin rodeos, expresaba que el motivo principal para promover el museo residía en Moreno: titubeando acerca de su urgencia, querían, en cambio, agraciar al naturalista, quien, además de sus virtudes como explorador, contaba con inmejorables dotes y conexiones para las relaciones públicas. Por otro lado, la comisión consideraba que había una necesidad coyuntural e inmediata: la exhibición de esos objetos del museo en la próxima Exposición Continental a celebrarse en Buenos Aires en 1882. El presupuesto nacional era escaso para comprometerse con instituciones y el largo plazo, pero generoso con algunos individuos y los acontecimientos efímeros.

      La colección de fósiles como actividad comercial otorgaba a los particulares la posibilidad de sobrevivir a través de la compra-venta o los subsidios del Estado. Pero, como bien veían Burmeister y Moreno, mientras los fósiles y las antigüedades permanecieran en el circuito de la propiedad privada, “el museo nacional” estaría sujeto a un drenaje permanente. El empleo en el Estado y el cuidado público de las colecciones fomentarían la constitución de un fondo enajenable. Del Valle defendía la letra del proyecto del Poder Ejecutivo: “Modificado este pensamiento como lo ha hecho la Comisión del Interior, sucedería esto: que se harían grandes esploraciones, se traerían las riquezas que existen en los distintos puntos de nuestro territorio y no habría siquiera donde colocarlas, porque el Gobierno de la Nación no estaría autorizado para la fundación del museo, ni aún para aceptar el museo planteado por el Gobierno de la Provincia cuya conservación reclama gastos”.

      El proyecto siguió su curso como “fomento del museo” y se debatió en la Cámara de Diputados el día 13 de diciembre, al tratarse la “provisión, conservación y fomento de los establecimientos de Instrucción Superior”. Se solicitaban 500 pesos “Para fomento del Museo Antropolójico y arqueológico” (alquiler de casa, sueldo de empleados, viajes al interior de la república y a las costas patagónicas), mientras que el señor Moreno, diputado por Buenos Aires, propuso “en reemplazo de esa partida 8ª del ítem 1º, un ítem 2º, con el título ‘Museo Nacional. - Para sus gastos, ochocientos pesos fuertes al mes. - Para gastos de instalación, cinco mil pesos fuertes’. Esta última partida por una sola vez”. La creación del Museo Nacional, aprobada en Senadores y en la comisión respectiva de la Cámara de Diputados, era uno de los veinte asuntos que el Poder Ejecutivo había retirado del período de prórroga de las Cámaras. Ante ello, la comisión de Diputados introdujo –y redujo en relación con la cifra aprobada en Senadores– esa subvención al Museo Arqueológico provincial para que este “subsistiera” hasta tanto se tratara el asunto en el próximo período de sesiones ordinarias. Otros diputados, por el contrario, intentaron reintroducir el proyecto a través de la equiparación del Museo Arqueológico y Antropológico al proyectado Museo Nacional. Para ello se basaban en la voluntad manifestada por el Ejecutivo nacional y el provincial de entregar dicho establecimiento a la nación, la sanción del Senado y el consejo favorable de la comisión de la Cámara de Diputados. Sin embargo, el Museo Nacional era todavía una institución de la que sólo existía la voluntad de establecerlo en base a otro dependiente, administrativa y políticamente, del presupuesto provincial. Como observaba el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, “actualmente no hay Museo Nacional”, y se estaba votando por la conservación de un museo inexistente. Algunos diputados parecieron perderse entre tantos museos a punto de fundarse o de cambiar de administración. La creación de empleos nacionales debía ser dispuesta por ley y, por ello, varios se oponían a un presupuesto para objetos aún no creados. Optaban, en cambio, por seguir el procedimiento regular, es decir, esperar por el nuevo período de sesiones ordinarias, dictar entonces la ley de creación del Museo Nacional y fijar la dotación de empleados y su remuneración. En la justificación del paso contrario –es decir, legislar sobre la base de la voluntad y no de la ley– reaparecían la urgencia y los tópicos de la discusión del Senado: las transacciones con fósiles que tenían lugar en París y en Europa, las ideas del siglo de la ciencia y el honor nacional. La capital de la república debía estar a la altura de los demás países civilizados de la Tierra: “Una de las cosas que visita el viajero científico al llegar a un pueblo en las condiciones del nuestro, es su Museo”. Y ese gran Museo Nacional debía ser el museo formado por Francisco Moreno y transformado en la vitrina científica de la capital. El señor diputado Calvo personalizó el argumento insistiendo en la deuda de la nación con el joven Francisco Moreno:

      Distinguir entre lo que es un Museo Nacional, un Museo de Provincia o un Museo particular, puede ser tarea de otro momento y de otro asunto; pero en este caso no hay más en que un Museo Antropológico en toda la República, y es probable que en toda la América. Por consiguiente, pues, nosotros sabemos perfectamente que es lo que quiere decir el Museo Arqueológico y Antropológico. Quiere decir los trabajos de un argentino patriota, que en una edad muy temprana, ha podido aglomerar preciosos conocimientos. Ahora, este Establecimiento que se ha abierto en nuestro país, debe ser fomentado por el Gobierno, sea que pertenezca a un individuo, sea que pertenezca a una Provincia, sea que pertenezca a la Nación. Es propiedad de la Nación Argentina, porque es la ciencia argentina en sus últimas espresiones. Si hay algun punto sobre el cual no se puede discutir es este: el Museo Arqueológico es una gloria argentina. Todos sabemos que ese Museo es la obra de un joven, tan modesto como meritorio, que, estando yo en Londres, me escribía: –“Un muchacho, a cuyo padre conoció Ud., le envia a Ud. su libro”–. Con toda esa modestia se espresaba entonces este muchacho, que hoy es una celebridad universal. El Museo Antropológico pertenece á la Nación, aun cuando sea la propiedad de un niño, que se ha adelantado a su edad, y que ha descubierto lo que nadie ha descubierto. Este Museo ha atraido las miradas de la ciencia europea, y traerá probablemente la visita de sabios distinguidos. Bajo este concepto, señor presidente, si algun señor Diputado propusiera, como un premio especial, dar a don Francisco Moreno, veinte mil pesos fuertes, yo votaría con mucho gusto en su favor. En este sentido, he de votar por la cantidad de mil pesos fuertes, para fomentar los trabajos de este buen argentino.

      El entusiasmo del diputado Calvo disolvía las diferencias entre la propiedad nacional, provincial e individual, entre la ley y la voluntad de legislar, entre el reconocimiento universal, los actos de un niño y las responsabilidades de la nación. La espera por los tiempos de la ley se oponía a la necesidad de ponerse a la altura de otros países y evitar el despojo de las riquezas científicas nacionales. Con ello pretendía convencer a los demás diputados de que “la irregularidad ni es sustancial ni compromete principios ò antecedentes de que la Cámara no puede prescindir”. En esta carrera la rivalidad se planteaba, sobre todo, a nivel continental y subcontinental:

      Norte América no se ha quedado atrás en esta clase de estudios; el Museo Nacional de Washington está reconstruyendo metódicamente la ante-historia de la región comprendida entre el Istmo y el Polo, ayudado por inmensas colecciones que forma un personal idóneo, y las investigaciones que se hacen en esta parte austral del Continente no son de menor importancia [...] En Río de Janeiro ya hay un Museo Nacional y los argentinos no debemos quedarnos atrás, ni permitir en cuanto de nosotros dependa que otra Nación Sudamericana tenga la prioridad en esta clase de estudios. Para Marzo, próximo se prepara en el Brasil una gran esposición de Antigüedades [...] Se anuncia, ahora por ejemplo, el envío

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