Población y envejecimiento. Verónica Montes de Oca Zavala
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Cada vez es más claro que no es posible afrontar este reto desde una perspectiva reduccionista. Para enfrentarlo se requiere un frente unido, activo y coordinado de varias disciplinas, y también una estrategia que, partiendo de la investigación, alcance todos los aspectos del envejecimiento. El enfoque interdisciplinario encuentra su mejor expresión en la investigación transnacional, que traduce sus hallazgos en conocimiento de aplicación práctica, como un requisito esencial, cuyos avances deben fluir rápidamente, por ejemplo: para influir en la promoción de estilos de vida saludables y para propiciar que la atención social y a la salud resuelvan las necesidades de las personas mayores. Podemos ya plantear estrategias con una perspectiva de curso de vida, basadas en la evidencia, adaptadas en su caso a las personas mayores, que permitan a éstas desarrollar la resiliencia necesaria para mantener la capacidad funcional y conservar la calidad de vida, a pesar de la enfermedad y de la eventual adversidad, en la última etapa de la existencia.
Un requisito indispensable para el diseño de nuevos modelos e intervenciones clínicos y de salud pública, que posibiliten la prevención o el diferimiento, y el manejo de las enfermedades y discapacidades relacionadas con el envejecimiento, es una mejor comprensión de los mecanismos biológicos del mismo (Kennedy et al., 2014). Por otra parte, el mayor énfasis puesto en la investigación en salud pública (incluyendo protección y promoción de la salud, prevención de enfermedades, discapacidad y fragilidad, mejoría de la calidad de vida, la calidad de la asistencia, la organización de los sistemas de salud y los aspectos económicos relacionados) hace posible, hoy, una mejor aplicación de los resultados de la investigación básica y clínica a la práctica diaria sumando a la eficacia la efectividad. La vinculación entre la investigación en salud pública y la investigación en otras áreas, permite la transferencia del conocimiento a las políticas sanitarias y los planes estratégicos relativos a las personas mayores y sus familias (Gutiérrez y Lezana, 2012).
La relevancia del tema de la salud del adulto mayor en la actualidad es insoslayable. Ello se desprende de su presencia en los medios de comunicación, en el discurso político y más importante aún, en las estadísticas de los indicadores de salud y de la utilización de servicios. De donde la necesidad de una aproximación sistemática, basada en la evidencia y sólidamente fundamentada para su adecuado análisis y eventual resolución a través de la generación de nuevos programas de acción orientados a necesidades específicas detectadas, y susceptibles de evaluación, a través de la medición de indicadores también específicos y fidedignos.
La temática dominante: el cambio epidemiológico
La rápida transición demográfica hacia el envejecimiento del país a lo largo de 20 años se ha reflejado en profundos cambios epidemiológicos, en particular una creciente prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles. Ésta es considerable entre los adultos mayores con respecto a otros grupos de edad. Actualmente, las principales causas de muerte en este grupo son las enfermedades del corazón, la diabetes mellitus y los tumores malignos, que en total suponen más de la mitad de los fallecimientos. Se requiere aún un mayor énfasis en la exploración de la mortalidad en distintas cohortes y grupos de desventaja social.
En cuanto a la carga de morbilidad que afecta a esta población, ésta ha aumentado en las últimas décadas y se caracteriza, además de la creciente prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas, por una frecuente poli patología y un incremento significativo en la discapacidad resultante. El creciente interés en la multimorbilidad refleja esta constatación. Además de la atención enfocada en la obesidad, la diabetes y el síndrome metabólico, hemos visto crecer el interés en afecciones como la depresión, la enfermedad de Alzheimer y las lesiones no intencionales que resultan de caídas y fracturas relacionadas con la osteoporosis.
Si bien la esperanza de vida de la población es de 75.4 años, la esperanza de vida saludable se ha estimado en promedio en 65.8 años lo cual nos deja con una expectativa de vida con enfermedad y discapacidad de casi 10 años antes de morir. Tal situación tiene como consecuencia actual la expansión de la morbilidad, lo cual lleva aparejado un mayor riesgo de discapacidad y dependencia funcional.
A partir del análisis del comportamiento de la esperanza de vida en salud, es posible aseverar que México se enfrenta a una situación demográfica en que las condiciones de vida que mermaban el desarrollo de la población desde mediados del siglo pasado, han sido superadas en gran medida, lo cual refleja los avances en materia de salud en el país. Sin embargo, existe una dificultad creciente para mejorar esos indicadores, al enfrentarnos a nuevos riesgos para la salud relacionados al aumento en la prevalencia y en los costos del tratamiento de enfermedades crónico-degenerativas que no podemos remediar (como la de Alzheimer) en una población creciente. Ello obliga a un énfasis en la comprensión del proceso de discapacidad y de los determinantes de la dependencia funcional (Prince, Wu, Guo, Gutiérrez-Robledo, et al 2014).
Las características de la información y fuentes disponibles
En los años 90, el estudio epidemiológico del envejecimiento se abordó de una manera más bien convencional, haciendo uso, en primer término de la información de mortalidad y en parte de la información de morbilidad hospitalaria pero con un enfoque limitado a un ámbito de conocimiento muy reducido y que no permitió una idea clara e integral de las necesidades de salud de las personas mayores.
Las limitaciones del enfoque han sido de muy diversa índole, así por ejemplo, el reporte oficial de la ensa 2000 (Sepúlveda, 2000) no se refirió sino colateralmente a la población de mayor edad y con particular énfasis en lo relacionado a las afecciones crónico degenerativas: diabetes, hipertensión arterial e hipercolesterolemia. El sector de la población está presente en el análisis, pero su problemática es vista tan sólo desde la perspectiva de la morbi mortalidad y deja fuera el aspecto de la repercusión funcional de la enfermedad que constituye uno de los elementos clave para la estimación de los costos asistenciales. En la encuesta hubo información acerca del estado funcional pero ésta es limitada y no ha sido hasta la fecha analizada.
Las insuficiencias provenían, de limitaciones en el diseño muestral de las encuestas, por ejemplo; en el caso de la Encuesta Nacional de Salud Mental, donde los datos se limitaron a las personas menores de 65 años de edad; tal fue el caso también de la Encuesta Nacional de Nutrición (ensanut).
Al aproximarse al estudio de los estados de salud del anciano, hoy sabemos que hay que tener presente que éstos se entienden mejor en términos de la repercusión funcional de la enfermedad. Para entender la epidemiología del envejecimiento, y mejor apreciar las consecuencias que para la planificación tiene la transición epidemiológica y el peso de la enfermedad en esta etapa de la vida, no basta ya con enumerar las patologías de las que ha sido víctima la población anciana o aquellas por las cuales sufre una muerte precoz. Se necesita también tener la medida de la repercusión que un cúmulo de afecciones tienen sobre un sujeto en particular, y es necesario saber de qué manera esto influye en la utilización de servicios, y qué costos genera y en qué niveles. Es así que resulta necesario introducir nuevos conceptos para la observación epidemiológica de la población adulta mayor: la observación del estado funcional y del fenómeno de la dependencia y la consideración de las causas de morbilidad actualmente “ocultas” por ser peculiares de éste grupo de edad, y que hasta recién han merecido sólo una modesta e insuficiente consideración.
En los últimos 20 años se ha venido generando en nuestro país un cúmulo de información relativo al tema del envejecimiento. Por razones diversas, estas fuentes de información han permanecido al margen de la corriente principal del análisis estadístico de la epidemiología nacional, en parte quizás por una mala difusión, o bien por insuficiencias metodológicas, en parte también porque algunas no tienen representatividad nacional, pero probablemente sobre todo porque no han sido suficientemente publicitadas para ser explotadas, esto último