Conflicto armado en Siria. Janiel Melamed Visbal

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Conflicto armado en Siria - Janiel Melamed Visbal

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violento y transnacional, se han asentado en Siria y proyectan la comisión de actos de terrorismo contra objetivos de alto interés norteamericano.

       ANTECEDENTES DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADOS UNIDOS Y SIRIA

      Para los Estados Unidos, el norte de África, el Medio Oriente y el golfo Pérsico en general han sido regiones absolutamente críticas en sus intereses desde el descubrimiento y explotación a gran escala de sus riquezas energéticas a principios del siglo XX. Tal como lo explica Elrich (2014), después de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos se han consolidado como el principal actor foráneo con influencia en estas zonas, al punto que sus principales compañías petroleras controlan o han controlado directa o indirectamente −mediante acuerdos con las elites locales dominantes− las enormes riquezas energéticas provenientes de Arabia Saudita, Kuwait, Iraq, Irán y los Emiratos Árabes Unidos.

      En este orden de ideas, los antecedentes más representativos de la relación entre los Estados Unidos y Siria necesariamente deben presentarse alrededor de la problemática realidad evidenciada durante la Guerra Fría. La evolución de esta rivalidad en Medio Oriente puede dividirse en cuatro fases fundamentales. Una primera fase (1946-1955) caracterizada por el antagonismo soviético con Estados Unidos y otras potencias occidentales, en especial a partir de Estados no árabes que se ubicaban cerca de las fronteras soviéticas, particularmente Irán y Turquía. La segunda fase (1955-1974), a partir de la consolidación de la URSS como aliado de regímenes árabes de corte nacionalista, en franca oposición al dominio norteamericano en la región. La tercera fase (1974-1985) es especialmente importante por el escalamiento de la tensión hegemónica entre soviéticos y estadounidenses a través de sus aliados. Finalmente, la cuarta fase (1985-1991) estuvo condicionada por un desescalamiento de algunas de las hostilidades que la Guerra Fría había ocasionado en la región, a partir del liderazgo de Mijail Gorbachov y su nuevo modelo político (Halliday, 2005). En consecuencia, a lo largo de estas fases, las relaciones entre Estados Unidos y Siria fueron complejas, tensas y ocasionalmente agresivas, pues gravitaron entre importantes episodios de hostilidad hasta, cuando las circunstancias lo ameritaron, momentos de discreta cooperación (Zisser, 2003).

      El colapso del bloque soviético trajo una reaproximación de la política exterior en Siria. De acuerdo con Ortiz de Zárate (2016), a partir de entonces el régimen de Hafez al-Assad experimentó un breve proceso de rehabilitación en la esfera internacional desde su encuentro con el presidente George Bush (padre) en 1990, el restablecimiento diplomático con el Reino Unido el mismo año, su participación en la Conferencia de Paz para Medio Oriente en 1991 y, fundamentalmente, su acomodo frente a la guerra del golfo Pérsico luego de la invasión iraquí a Kuwait. Sin embargo, el nuevo milenio estaría determinado por nuevas convulsiones internas y regionales. La muerte de Hafez al-Assad significó la puesta en marcha de un apresurado proceso de sucesión que era visto con desconfianza por muchos actores regionales y terminaría radicalizando en gran medida la política antiamericanista del país.

       INTERESES GEOPOLÍTICOS DE ESTADOS UNIDOS EN SIRIA

      Los nacionales sirios están siendo en gran medida violentados de manera brutal por el mismo Gobierno que debería protegerlos. Esta circunstancia, si bien es apremiante, no es suficiente para ilustrar de manera integral la movilización de los Estados Unidos en este conflicto. Para ello se deben tener en cuenta también aspectos propios de la geopolítica y que enfatizan en el hecho de que Siria es un país vecino de importantes aliados de norteamericanos en la región como Israel, Turquía y Jordania, así como que también se encuentra muy próxima al teatro de operaciones militares más recientes del poder militar norteamericano, Iraq. Así que lo que pase en Siria afecta a la región, y de manera directa a los intereses vitales que los Estados Unidos pretenden salvaguardar allí.

       1. ¿LA SALIDA DE BASHAR AL-ASSAD?

      Desde el comienzo de la administración del presidente Barack Obama era evidente que su gobierno no se sentía cómodo con la cercanía y dependencia del régimen sirio hacia Irán, su decidido apoyo a la milicia chiita libanesa de Hezbolá ni por el férreo control dictatorial que la familia al-Assad había desarrollado en el país a lo largo de varias décadas (Barkey, 2016). Por ello, la Primavera Árabe se constituyó en un escenario ideal para promover su caída. La adecuada comprensión de esta circunstancia permite evidenciar con gran claridad lo que podría interpretarse como la manifiesta intención de promover la salida del poder al presidente sirio. Frente a este hecho en particular, las declaraciones del propio presidente Obama son bastante dicientes:

      Creo que Assad tendrá que marcharse para que el país detenga el derramamiento de sangre y para que todas las partes involucradas puedan ser capaces de avanzar de una manera no sectaria [...] Él ha perdido la legitimidad en los ojos de la gran mayoría del país. (Reuters, 2015).

      Sin embargo, pese a lo ambicioso de este objetivo, la política norteamericana durante la mayor parte de su gobierno fue caracterizada por la contención militar a gran escala, favoreciendo lo que podría llamarse un involucramiento de bajo costo y no necesariamente una ambiciosa apuesta de cambio de régimen (Patman, 2015). Esto básicamente significaba un tipo de involucramiento de bajo perfil, pues fundamentalmente evitaba el despliegue de grandes contingentes militares norteamericanos al teatro de operaciones Siria. No se debe olvidar que precisamente uno de los pilares sobre los cuales se edificó la candidatura y posterior elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos fue su interés de cerrar la participación norteamericana en dos frentes de guerra abiertos en la región (Afganistán e Iraq).

      Estas intervenciones militares fueron costosas, desgastantes y contraproducentes. Con esto, lo que quiero decir es que la casi una década de intervenciones militares en estos países antes del inicio del conflicto armado en Siria ocasionó irremediablemente una enorme fatiga en la economía de los Estados Unidos, en adición a las crecientes manifestaciones sociales de rechazo y de opinión pública desfavorable que generaron en buena parte del pueblo norteamericano. Se estima que el costo financiero aproximado de tales intervenciones superó los 814 billones de dólares en Iraq y 685 billones de dólares adicionales en Afganistán, y ocasionaron la muerte de cerca de 10 000 efectivos, un costo muy elevado si se toma en consideración el limitado éxito obtenido a partir de ellas (Zakaria, 2016).

      Por ello, siendo consecuente con su discurso político, el gobierno de Barack Obama evitó tomar medidas de escalamiento bélico que tuvieran una vinculación directa con el personal militar norteamericano. En tal virtud, la mejor alternativa posible era proporcionar el debido equipamiento bélico y entrenamiento militar a grupos rebeldes y sectores de oposición al régimen que ya estaban desplegados en la zona y realizar, en los casos requeridos, operaciones aéreas de contraterrorismo que permitieran degradar y ultimadamente derrotar al movimiento islamista radical conocido como Estado Islámico, minimizando el daño colateral a personal norteamericano (McDonald y Parent, 2018).

      Sin embargo, este apoyo militar también estuvo permanentemente limitado. Esto, en la medida de las lecciones aprendidas con ocasión al anterior aprovisionamiento bélico norteamericano a los grupos irregulares Muyahidín en Afganistán en su lucha contra el Ejército soviético durante la década del ochenta17. Se temía la probable ocurrencia de un efecto de réplica, en la medida que en aquel entonces estos aliados momentáneos terminaron estructurando una organización transnacional conocida como al-Qaeda y utilizaron posteriormente esas mismas armas y entrenamiento para atentar en contra de los intereses, aliados, ciudadanos y tropas norteamericanas a

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