Conflicto armado en Siria. Janiel Melamed Visbal

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Conflicto armado en Siria - Janiel Melamed Visbal

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hachemita Faisal asistió a la conferencia de París celebrada en 1919. Allí evidenció que sus aliados europeos habían concluido que los pueblos de la región no estaban en capacidad de autogobernarse y que, consecuentemente, requerían de la administración conjunta de Gran Bretaña y Francia a través de la figura de mandatos hasta que estuvieran en capacidad de hacerlo. Algo completamente diferente del proyecto político prometido.

      El alcance exacto de dicha medida puede verse claramente en el contenido del artículo 22 del Tratado de Versalles (1919), el cual textualmente señala:

      Los principios siguientes se aplicarán a las colonias y territorios que, a consecuencia de la guerra, hayan dejado de estar bajo la soberanía de los Estados que los gobernaban anteriormente y que estén habitados por pueblos aún no capacitados para dirigirse por sí mismos en las condiciones particularmente difíciles del mundo moderno. El bienestar y el desenvolvimiento de estos pueblos constituye una misión sagrada de civilización, y conviene incorporar al presente Pacto garantías para el cumplimiento de dicha misión. El mejor método para realizar prácticamente este principio será el de confiar la tutela de dichos pueblos a las naciones más adelantadas, que, por razón de sus recursos, de su experiencia o de su posición geográfica, se hallen en mejores condiciones de asumir esta responsabilidad y consientan en aceptarla. Estas naciones ejercerán la tutela en calidad de mandatarias y en nombre de la Sociedad. El carácter del mandato deberá diferir según el grado de desenvolvimiento del pueblo, la situación geográfica del territorio, sus condiciones económicas y demás circunstancias análogas. Ciertas comunidades que pertenecieron en otro tiempo al Imperio Otomano han alcanzado un grado de desenvolvimiento tal, que su existencia como naciones independientes puede ser reconocida provisionalmente a condición de que la ayuda y los consejos de un mandatario guíen su administración hasta el momento en que sean capaces de dirigirse por sí mismas.

      Este nuevo contexto significaba nada más y nada menos que serían franceses y británicos quienes tendrían el control y dominio sobre los territorios árabes que alguna vez fueron dominados por el Imperio otomano. A su vez, por el momento dejaba en entredicho las aspiraciones de independencia, soberanía y autodeterminación de aquellos nativos que lucharon contra los otomanos solo para atestiguar la continuidad de su condición de súbditos ante un mero reemplazo de patrono imperial que nada tenía de altruista o filantrópico (Hirst, 2010).

      En este contexto, en un principio el papel de Faisal sobre Damasco fue limitado al de un mero gobernador con tareas puramente administrativas, papel que, por supuesto, estaba muy distante de la función de monarca en la ciudad que consideraba debía servir de capital al reino árabe unificado por el que tanto él como su padre y su tribu entera habían luchado durante la Primera Guerra Mundial. Eventualmente, tras consolidar su posición durante varios meses y revelarse finalmente ante la influencia que Francia ejercería con su mandato sobre Siria, Faisal formaría en Damasco un gobierno árabe en la forma de una monarquía constitucional y sería declarado como el rey Faisal I de Siria.

      Como es natural en este escenario histórico, Francia bajo ninguna circunstancia contemplaba permitir que este tipo de actuación unilateral se interpusiera entre sus intereses coloniales y el control territorial que había negociado con los británicos y que le había sido conferido por la Sociedad de las Naciones. En virtud de lo anterior, la marcha de las tropas francesas hacia Damasco no se hizo esperar, y hacia mediados de 1920, en la batalla de Maysalun, sometieron militarmente a las fuerzas de Faisal, quien sería expulsado de Siria, y como premio de consolación bajo la tutela de los británicos, nombrado rey de Iraq (Aboultaif, 2016; Rabil, 2006).

      Esta supremacía militar europea sirve como referente del devastador golpe sufrido por el nacionalismo árabe a principios del siglo XX –representado por Faisal–, y sembró en el imaginario social la idea de una Gran Bretaña traidora y una Francia hostil frente a los deseos de reunificación del pueblo árabe. Por ende, en buena parte del ideario social del Medio Oriente, norte de África y el golfo Pérsico estas naciones europeas no serían vistas como unas amigas, dispuestas a prestar ayuda y guía hacia la consecución de una independencia y autodeterminación genuina –como inicialmente indicaba el Tratado de Versalles–, sino como unas potencias coloniales, cristianas, occidentales y antiislámicas que rechazaban cualquier aspiración nacionalista y que amenazaban su cultura, religión y lenguaje (Chaitani, 2007).

      Por supuesto, hoy en día resulta prácticamente imposible pensar en una unidad política que comprenda estas tres subregiones en un solo Estado. Sin embargo, a principios del siglo pasado este sueño nacionalista era contemplado como posible mientras la Primera Guerra Mundial se acercaba a su fin. Ello en razón de que entonces no existían ni Siria, ni Iraq, ni Líbano, ni Jordania como Estados autónomos, independientes o soberanos y su referencia semántica obedecía simplemente a la mera determinación de lugares geográficos, entidades administrativas y/o provincias del decadente Imperio otomano (Maalouf, 2011).

      Por 25 años los franceses gobernaron Siria, separándola de los territorios árabes circundantes, dividiéndola en su interior en diversas unidades étnicas y forzando incluso la cesión del territorio de Alejandreta a Turquía (Kerr, 1973). Ahora bien, es cierto que la superioridad militar permitió a los franceses asegurar el territorio conferido por el mandato, pero gobernarlo era un asunto completamente diferente, pues encontraron múltiples formas de resistencia entre la población nativa. Por ello, según Hitti (1959), tal vez esto sea suficiente para explicar por qué los 3 primeros altos comisionados franceses para Siria –Henri Gouraud (1919-1923), Maxime Weygand (1923-1925) y Maurice Sarrail (1925)– serían en esencia militares de alto grado, sobresalientes y condecorados generales que se habían destacado al fragor de la batalla durante la Primera Guerra Mundial.

      El talante militar del gobierno francés en Siria, demostraba la falta de favorabilidad para promover una pronta independencia en el país. Mas aun, cuando desde el poder colonial se obstaculizaba la realización de elecciones para conformar una Asamblea Constituyente. Esto, aun cuando la temprana y necesaria realización de estas elecciones a mas tardar en 1923, había quedado estipulada en el mandato otorgado por la Sociedad de Naciones. Finalmente, estas elecciones solo se realizaron cuando la gravedad de las revueltas populares así lo condicionaron.

      Tal como es ilustrado por Provence (2008), cuando finalmente se realizaron estas elecciones, los resultados favorecieron a políticos de corte nacionalista que promovieron la inclusión en el texto constitucional de artículos controversiales que permitían a la Asamblea Constituyente, por ejemplo, la concesión de indultos, formar un ejército e incluso declarar estados de emergencia sin la autorización francesa o su consulta previa. Sin embargo, el mando francés había presionado para la inclusión de un artículo que les permitía la prerrogativa de suspender la aplicación de cualquiera de estas disposiciones, prerrogativa que efectivamente fue usada al día siguiente de ser aprobado el texto final de la Constitución en 1930, dejándola así sin posibilidad alguna de implementación.

      Por ello, de acuerdo con Saouli (2014), a partir de este momento prácticamente todos los intentos de independencia nacional y reformas sociopolíticas en favor de la autodeterminación y la soberanía siria fueron reprimidos brutalmente por Francia, que habría de mantener intacto este contexto de control colonial desde 1920 hasta 1945. Es decir, hasta el eventual final de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de un nuevo orden global liderado por Estados Unidos y la URSS. Para contextualizar, es importante considerar que la cruenta dinámica de la Segunda Guerra Mundial había ocasionado la evidente debilidad resultante tanto para Francia como para Gran Bretaña y proporcionaría finalmente una circunstancia favorable para la independencia de la mayoría de sus colonias, incluyendo Siria. El país obtendría por fin su independencia política en 1946, tras un periodo de colonización relativamente corto si lo comparamos con las notables y prolongadas experiencias coloniales europeas en África y Suramérica.

      Por lo tanto, al igual que otros actores estatales de la región, el diseño e invención de la Siria moderna estuvo basado en los acuerdos políticos realizados entre franceses y británicos sobre los territorios

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