Conflicto armado en Siria. Janiel Melamed Visbal
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Cualquiera que sea la perspectiva desde la cual se analice a Siria, es innegable que ya teniendo una aproximación conceptual clara respecto a la geopolítica, se la debe referenciar como un sitio de enorme importancia. Para ilustrarlo adecuadamente es necesario realizar una breve pero útil caracterización geopolítica de Siria, de tal manera que el lector pueda comprender más a fondo algunos de los aspectos sobre los cuales recae esta importancia.
Para empezar, vale la pena mencionar que la importancia geopolítica y estratégica de Siria se fundamenta en múltiples y variados elementos que deben ser idealmente considerados en conjunto. Por ejemplo, desde el punto de vista religioso, resulta particularmente interesante que la ciudad capital de Siria –Damasco− es mencionada 35 veces en el Antiguo Testamento y unas 20 más en el Nuevo Testamento. Damasco tiene adicionalmente un especial interés religioso e histórico para el mundo islámico, pues fue la base del califato Omeya entre los años 661 al 750 (McHugo, 2015; Armstrong, 2014).
Desde el ámbito poblacional, es importante señalar que antes del inicio del conflicto armado interno Siria contaba con 22 millones de habitantes aproximadamente. No obstante, a causa de la violencia generalizada y sistemática que atraviesa, la población se ha reducido ostensiblemente. Hasta marzo de 2019 se estimaba un numero aproximado de 570.000 muertes relacionadas al conflicto, así mismo se registraban cerca de 6 millones de refugiados sirios en países vecinos y muchos de los habitantes remanentes han buscado refugio en la zona costera del país (The Economist, 2015; Devadas, Elbadawi y Loayza, 2019). Ahora bien, con respecto a la población en Siria, es importante mencionar que es completamente diversa desde aspectos étnicos y religiosos. Esta circunstancia se ve reflejada al considerar que cerca del 75 % de sus habitantes son musulmanes sunitas, mientras que aproximadamente un 13 % restante de individuos pueden ser agrupados en otras minorías musulmanas, entre las cuales se pueden destacar los alauitas7 (quienes habitualmente han ostentado posiciones de relevancia en el ámbito militar desde la creación del Estado moderno sirio y que desde la década de los 1970 lograron el control político del país), los drusos y chiitas, mientras que el resto de la población es representada por una variedad de minorías cristianas (Starr, 2015; Van Dam, 2013).
Esta variedad poblacional, sumada a la compleja manera como tradicionalmente ha sido distribuido el poder a nivel nacional, han ocasionado una profunda fractura en el tejido social que puede incluso justificar lo manifestado por Van Dusen (1972), al señalar que desde que Siria adquirió su independencia se convirtió en un Estado sin nación donde históricamente ha sido muy difícil el desarrollo de elementos de cohesión entre sus habitantes.
Desde el punto de vista espacial, Siria es un Estado con un tamaño y una localización que le hacen vulnerable al carecer de una profundidad estratégica que le permita absorber ataques o amenazas. Adicionalmente, adolece de barreras naturales como grandes montañas o ríos infranqueables que la dejan en franca exposición frente a diversos actores regionales (Hinnebusch, 2014).
En este sentido, es también necesario hacer alusión a la localización geográfica del país y a la manera en que se encuentra ubicada al este del mar Mediterráneo. Si bien el país tiene menos de 200 kilómetros de costas, está situado en una zona estratégica por su cercana localización a otros 4 grandes cuerpos de agua como son el mar Rojo, el golfo Pérsico, el mar Caspio y el mar Negro, lo cual ha sido determinante para su habitual consolidación como puente en el tráfico y comercio de bienes y servicios en la región. Esta circunstancia permite en parte entender por qué Siria tiene un alto grado de influencia como agente estabilizador, no solo para aquellos países con los cuales tiene frontera, sino también para la región en general.
El territorio que constituye actualmente el Estado moderno sirio es tan solo una pequeña parte de una zona conocida históricamente como la Gran Siria. En este sentido, según Goujon (2014), tradicionalmente esta designación era frecuentemente usada por emperadores, mercaderes, navegantes y gente del común en general para designar un área de territorio que comprendía desde el Monte Tauro al norte (actual Turquía), el mar Mediterráneo hacia el occidente, la península del Sinaí hacia el sur (actual Egipto) y el vasto desierto hacia el oriente. Es decir, la Gran Siria comprendía en su momento una amplia extensión territorial de zonas que hoy pertenecen a Estados como Egipto, Turquía, Siria, Iraq, Israel, Jordania, Líbano y los territorios palestinos.
Por ende, la Siria contemporánea es mucho más pequeña, y hace apenas referencia al conglomerado social, política y jurídicamente constituido sobre un área territorial de mediana extensión y que tal como se evidenciar en el siguiente mapa, cuenta con una división administrativa de 14 provincias (Quneitra, Dar’a, Suwayda, Damasco, Rif Damasco, Homs, Hama, Tartús, Latakia, Idlib, Alepo, Raqqa, Hasaka, Dayr az-Zawr).
A lo largo y ancho de su extensión Siria posee 2363 kilómetros de fronteras territoriales con otros 5 grandes actores regionales. Al norte limita con Turquía (con 899 kilómetros de frontera), al este y al sudeste con Iraq (con 599 kilómetros de frontera), al sur colinda con Jordania (con 379 kilómetros de frontera), mientras al suroccidente se encuentra con Líbano (con 403 kilómetros de frontera) e Israel (con 83 kilómetros de frontera), con el que mantiene una disputa territorial por los Altos del Golán.
A través de su vida republicana Siria ha sido un actor de importancia en la zona, y ha sido a la vez un actor recurrente en diversos conflictos presentes en la región. Por ello, pueden identificarse claramente múltiples episodios de conflictividad bélica, tensiones y hostilidad con varios de sus vecinos, entre los cuales destacan Israel, Turquía, Iraq, Jordania, Líbano y distintos movimientos de resistencia palestina (Hof y Simon, 2013).
Fuente: elaboración propia.
Mapa 1. Divisiones administrativas de Siria
Pese a que su territorio comprende diversas cadenas montañosas y vastas extensiones de desiertos, paradójicamente, Siria también posee un importante potencial para la agricultura, pues cerca del 25 % de su tierra es arable, porcentaje considerablemente elevado al compararse con la vocación agrícola de otros Estados vecinos (Banco Mundial, 2019). Esta circunstancia deriva del importante número de fuentes hídricas con las que cuenta el país, entre las cuales destacan el río Eufrates (compartido con Turquía e Iraq), el río Tigris (compartido con Iraq y Turquía), el río Orontes (compartido con Turquía y Líbano), el río Khabur (compartido con Turquía), el río Sajur (compartido con Turquía) y el río Balikh, entre otros.
En virtud de la notable interconexión que buena parte de sus más importantes ríos tienen con varios Estados de la región, puede afirmarse que Siria se encuentra en una compleja posición de interdependencia con sus vecinos. Esta relación no siempre se ha caracterizado por la cordialidad o la amable cooperación interestatal, por el contrario, presenta antecedentes con amargos episodios de controversias y tensiones diplomáticas. Para mayor ilustración al respecto se puede analizar, por ejemplo, que Siria se encuentra en la mitad del recorrido entre los extremos del río Éufrates, una de las principales fuentes hídricas de la región. Ahora bien, el punto de nacimiento de este río se encuentra en Turquía, lo cual genera vulnerabilidad en Siria frente a proyectos de infraestructura desarrollados en ese país y que tengan el potencial de afectar el normal cauce del río y, con ello, el suministro de agua. Por otra parte, la desembocadura del río Éufrates al golfo Pérsico se encuentra en Iraq, por lo que este último también observa con desconfianza cualquier acción para reducir el cauce de esta