Política económica para decidir en tiempos difíciles. Juan Carlos de Pablo

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Política económica para decidir en tiempos difíciles - Juan Carlos de Pablo

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ya el poder político necesario para sustentarlo, el poder pasa al “bando” contrario y se inicia un nuevo ciclo político debido al mal manejo de la política económica

      La actualización de de Pablo (1982) llevaría a incluir la hiperinflación de 1989, que obligó al presidente Raúl Ricardo Alfonsín a adelantar el traspaso del gobierno a Carlos Saúl Menem, y la crisis de fines de 2001.

      En síntesis, es difícil que los estrategas electorales no le presten atención a la probable situación económica que existirá cuando la población tenga que concurrir a las urnas, pero las correspondientes demandas sobre el equipo económico no siempre pueden ser satisfechas.

      Fallas de los mercados y de los gobiernos

      El principio de la mano invisible, planteado por Adam Smith, sugirió que –libre de restricciones– el accionar individual genera el óptimo social.

      En términos de la frontera de posibilidades de producción, el gráfico que muestra las cantidades de bienes que se pueden producir, en base a los recursos existentes y la tecnología en uso, el referido principio indica que, persiguiendo cada uno su propio interés, los habitantes de un país lograrán ubicar la economía en algún punto de la frontera, es decir, en una situación donde resulta imposible aumentar la producción de un bien sin reducir la de los otros.

      Sabemos, modernamente, las condiciones requeridas para que esto se verifique, porque el análisis económico moderno convirtió una intuición en un teorema (sistematizado en Olivera, 1977, y Samuelson, 1977). Específicamente sabemos que la existencia de economías y deseconomías externas, bienes públicos, monopolios y demás generan “fallas de mercado”. En términos gráficos, ubican a la actividad económica dentro de la frontera de posibilidades de producción. Bator (1958) reseñó las referidas fallas de mercado.

      En la década de 1960, al costado de cada falla de mercado aparecía la correspondiente intervención estatal. Categoría heterogénea, por cuanto engloba múltiples instrumentos, diferentes desde el punto de vista de la información requerida para aplicarlos correctamente, tendencia a generar “quioscos” proclives a que surjan casos de corrupción.

      Con el tiempo, al costado de cada falla de mercado se anotó la probable “falla del gobierno”, obligando a sopesar los costos y los beneficios, antes de recomendar qué hacer. Lo aprendí de mi viejo, quien solía decir: “A veces el remedio es peor que la enfermedad”. Al respecto cabe citar la teoría de la elección pública y la cuestión del diseño de mecanismos.

       Elección pública

      “En la década de 1950, en el ambiente académico predominaba el concepto ‘pigouviano’ de las finanzas públicas, según el cual la autoridad se ocupa del ‘interés general’ o ‘del bien público’. [James Mc Gill] Buchanan centró su crítica en lo que denomina ‘la romántica creencia’ de que el Estado trata solamente de hacer un ‘bien’ vagamente definido y que, incluso, puede cumplir con todo lo que se propone. Así como la economía del bienestar pigouviana se convirtió en una teoría de las ‘fallas’ del mercado, la teoría de la elección pública se convirtió en una teoría de las ‘fallas’ del Estado. La contribución de Buchanan consistió en modificar el paradigma con el cual se analizan las relaciones de la economía y la política, y dentro mismo de la política. Su desacuerdo con las corrientes predominantes en materia de hacienda pública lo fueron llevando a integrar el campo de la economía con el de la política e incluso con la filosofía” (Bara, 1987).

      “A través de su redescubrimiento de los matemáticos Condorcet, Borda, Laplace y Lewis Carroll, [Duncan] Black (1958) puede ser considerado el padre de la moderna teoría de la elección pública” (Tullock, 1987). “La teoría de la elección pública, o al menos mi versión, es una consecuencia casi natural de la absorción del mensaje de Wicksell (1896)” (Buchanan, 1992).

      “Elección pública es el término que describe la aplicación del análisis de los mercados, al de las alternativas políticas” (Buchanan, en Breit y Spencer, 1995). “Si el interés propio domina a la mayoría de los seres humanos en todas sus transacciones comerciales, ¿por qué no en sus menesteres políticos? ¿Calculan los hombres con lógica y objetividad en cuestiones monetarias, pero con confusión y amor en cuestiones electorales?” (Stigler, 1971).

      “Instituciones como los ‘mercados’ y el ‘gobierno’ no tienen funciones objetivas. Lo que en realidad sucede es que, a través de ellas, individuos o grupos de individuos logran sus objetivos personales o grupales. Si las decisiones colectivas son adoptadas por una minoría, los costos decisorios son pequeños, pero hay grandes chances de que el peso de dichas decisiones recaiga sobre la mayoría. Por el otro lado, si se requiere unanimidad, los costos decisorios son inmensos, pero nadie soporta personalmente efectos no queridos. Resolver el conflicto entre estos costos es la esencia del ‘cálculo constitucional’” (Romer, 1988).

      La teoría de la elección pública no desestima por completo la intervención estatal, pero recomienda no plantear esta última en función de condiciones ideales sino en base a realidades concretas del comportamiento de los funcionarios. Estas últimas, dicho sea de paso, tienen fuerte componente local. Probablemente en Alemania, o en Suiza, yo sería más estatista que en la Argentina, dado el funcionamiento privado o estatal de las empresas de servicios públicos.

       Diseño de mecanismos

      En 2007 el Premio Nobel de Economía fue compartido por Leonid Hurwicz, Eric Stark Maskin y Roger Bruce Myerson; y en 2012 por Alvin Eliot Roth y Lloyd Stowell Shapley. Según el Comité Nobel, lo merecieron por haber planteado los fundamentos de la teoría del diseño de mecanismos (TDM), y Roth y Shapley por la teoría de las asignaciones estables y la práctica del diseño de mecanismos.

      Intuitivamente, la idea es la siguiente: imaginemos un rostro ideal y un rostro real. ¿Cómo se hace para acercar el rostro real al ideal? Imposible, diría un marxista, quien recomendaría cortarle la cabeza al individuo que sufre “contradicciones internas”; que use una careta, recomendaría un intervencionista. En términos de este ejemplo los partidarios de la TDM se parecen más a los cirujanos plásticos, que inducen vía procedimientos a que sea el propio cuerpo quien acerque el rostro real al ideal.

      “Las transacciones tienen lugar en los mercados, dentro de las empresas y bajo gran variedad de acuerdos institucionales. Algunos mercados funcionan sin regulación, otros son regulados; dentro de las empresas algunas transacciones se guían por precios de mercado, otras surgen de negociaciones y no faltan las que derivan de decisiones directas de la gerencia. La TDM generó un esquema general para analizar esta gran variedad de instituciones, o de ‘mecanismos de asignación’, focalizando la atención en los incentivos y en la información privada” (Comité Nobel, 2007). “Se trata de encontrar mecanismos óptimos de sistemas de subastas, licitaciones y regateos, para utilizar en los mercados que no pueden funcionar

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