Política económica para decidir en tiempos difíciles. Juan Carlos de Pablo

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Política económica para decidir en tiempos difíciles - Juan Carlos de Pablo

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florecimiento es el corazón de la generación de prosperidad –compromiso, enfrentar desafíos, autoexpresión y crecimiento personal–… El florecimiento personal surge de experimentar lo nuevo: nuevas situaciones, nuevos problemas, nuevas percepciones, nuevas ideas para desarrollar y compartir… Un recurso clave es la creatividad. Steve Jobs debe su gran éxito a su creatividad y a sus profundas percepciones. La curiosidad para explorar y el coraje para hacer algo diferente también deben ser mencionados… Las ideas que tienen los hombres de negocios surgen del propio sector. Están basadas en la observación personal y el conocimiento privado, en combinación con lo que sabe todo el mundo. Friedrich August von Hayek fue el primero en ver la economía desde esta perspectiva… La cultura no es simplemente políticas, leyes e instituciones, porque también incluye actitudes, normas, bases sobre las que se realizan los negocios, el trabajo y los otros aspectos de la economía.

      Un gerente, o un trabajador, que sabe que no tiene forma de proteger su nueva idea, de la captura por parte de los demás, no encarará ninguna nueva idea… La estatización de actividades donde los talentos de los participantes son idiosincráticos, como los estudios de arquitectura, los equipos de fútbol, los restaurantes gourmets, las compañías de ballet, son inviables porque el Estado tiene poco o nulo conocimiento de su funcionamiento.

      Un desarrollo que tuvo lugar en los Estados Unidos [a partir de la década de 1970] fue el aumento espectacular de la litigación y el consecuente temor a los juicios. El cortoplacismo de las grandes corporaciones ha sido recientemente exacerbado por la importancia creciente de los fondos mutuos, los cuales son extremadamente aversos al riesgo. Los grandes bancos de inversión se volcaron a especular con monedas, o con títulos públicos, en vez de evaluar a las empresas privadas. El sector financiero traicionó el concepto mismo de economía moderna, al apostar a favor de grandes cantidades de activos, sin ejercer la visión y el juicio prudencial esenciales para el buen funcionamiento de una economía… Debería prohibírseles a los fondos mutuos que atosiguen a los CEO de las empresas con vender sus acciones a menos que se concentren en las ganancias del próximo trimestre.

      Hay que rehabilitar el capitalismo moderno quitando las piedras del camino que impiden el dinamismo, tanto en la sociedad como en las instituciones… Un empresario de Silicon Valley comentó que si tuviera que comenzar hoy su empresa, necesitaría tantos abogados como ingenieros… Pocos reguladores han trabajado en alguna empresa, y muchos ni siquiera conocen las oficinas de una firma… Sería deseable que realizaran una pasantía en alguna de ellas.

      Enfatizar los elementos institucionales, y sobre todo los culturales, puede sugerir la existencia de un determinismo paralizante. Para que la acción rinda frutos, no debe caer en los extremos: ni considerar que dichos elementos imposibilitan los cambios, ni partir de la base de que desaparecerán fácilmente, frente a un cambio de políticas. Lo que ocurrió en la Argentina desde mediados del siglo XIX, pero también lo que pasó con las privatizaciones, ilustran el punto.

      Por un lado, “se trataba de surgir, y no de resurgir. Si puede hablarse de un milagro argentino, consistió en que los hombres a quienes les correspondió conducir los asuntos del país a mediados del siglo XIX supieron sobreponerse a las tendencias perversas engendradas en el ambiente anárquico en que se formaron, y se dedicaron a cumplir, o mejor dicho a que se cumpliera por gobernantes y por los que no lo eran, las tareas que demandaba un país pobre, atrasado y desierto... El proceso se hizo con recursos mínimos y dificultades inmensas” (Pinedo, 1968).

      “Si se acepta el hecho de que en la década de 1870 la Argentina era poco más que una gran llanura fértil, con población tan escasa que ni siquiera resultaba suficiente para explotar de modo racional los muchos millones de ovinos y vacunos que se reproducían libremente en sus tierras; que estos animales eran la única fuente de exportaciones, compuesta por lanas, cueros, sebo y tasajo; que la importancia económica del país no estaba entonces de modo claro por encima de las otras naciones latinoamericanas; y que en consecuencia los empréstitos extranjeros que le ayudaban a cubrir el exceso crónico de las importaciones sobre las exportaciones eran relativamente modestos si se los compara con los del Brasil, Perú o México; entonces aparece naturalmente la necesidad de explicar los cambios que llevaron al país a la posición superior que gozó, hacia 1914, en el grupo latinoamericano de naciones” (Vázquez Presedo, 1971)

      Funcionarios “no angelicales”

      En las dos primeras secciones de este capítulo la política económica se planteó de manera unidireccional e interactiva, para diferenciar el caso en el cual la población reacciona de manera pasiva a las decisiones de los funcionarios, de aquel en el cual anticipa o descree dichas decisiones.

      Pero en ambas secciones los funcionarios son “angelicales”, en el sentido de que guían su accionar pensando exclusivamente en el bienestar de la población. Claro que es fácil imaginar que quienes ocupan cargos públicos pueden perseguir objetivos personales, como enriquecerse vía actos de corrupción, o trabajar para su reelección. ¿Cómo se modifica el análisis cuando los funcionarios no operan como imaginamos que lo haría la Madre Teresa de Calcuta?

      En este contexto “el problema de otorgarle poder al Estado, para que cree orden, mientras se lo restringe para evitar que se vuelva predatorio, es de fundamental importancia” (Greif y Kingston, 2011). “En última instancia la respuesta a la pregunta ‘¿quién nos cuida de quienes nos cuidan?’ debe ser ‘nadie’” (Dixit, 1996), tópico que Leonid Hurwicz (2008) abordó en su conferencia Nobel, titulada ¿Quién nos cuida de los cuidadores?.

      A propósito de esta cuestión inventé el caso de una isla habitada por un grandote y un pequeño, en la cual el único alimento posible es el pescado. Todos los días el grandote le ordena al pequeño que se interne en el mar y pesque para ambos, mientras él se queda tomando sol en la playa. Por la tarde, cansadísimo, el pequeño regresa, el grandote le quita casi todo lo que pescó (solo le deja al pequeño lo que este necesita para no morir de hambre), y lo come. La dramática realidad se repite cotidianamente (“una situación de equilibrio”, como diría un economista).

      Un día aparece un tercero, quien viendo la escena puede adoptar alguna de las siguientes acciones: 1) sugerirle al grandote que cambie su comportamiento, en el nombre de la ética o de Dios; 2) forzar al grandote a que cambie su comportamiento, en el nombre de la ley; 3) pedirle al grandote que le ordene al pequeño que pesque para los tres, y el tercero se pasa el día en la playa, tomando sol, junto al grandote. Tengo una aversión visceral contra el intervencionismo estatal, no porque no vea los problemas que crea el accionar de algunos integrantes del sector privado, sino porque mi experiencia personal, y la lectura de la historia, me muestran la frecuencia con la cual los funcionarios no pueden resistir la tentación de optar por la tercera alternativa. Cuando se le encarga a un ser humano que, en rol de funcionario, solucione “el problema de la vivienda”, lo primero que hace –¿quién debería esperar algo diferente?– es solucionar el problema de su vivienda,

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