Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista. Kevin Hartmann

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Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista - Kevin Hartmann Ciencias Humanas

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atravesaba la ciudad. Inmediatamente llega a Santafé, se da cuenta de que aquí hay muchas carencias para atender a la población, y por eso abre una botica en Las Nieves, con un cirujano.

      Y, por último, frente a las carencias de la educación, decide fundar el Colegio.

      ¿El Colegio se vuelve la idea fija de fray Cristóbal?

      Aparentemente, como a los diez años de estar acá, él advierte la polémica que existe entre los dominicos y los jesuitas por el privilegio de dar los títulos educativos. La situación de permanente agitación eclesial también se vivía en las provincias del imperio, y más aún, acá, en este microcosmos que era Santafé. La aparente apacibilidad o tranquilidad del periodo colonial era engañosa: aquí había un sinnúmero de polémicas sobre todo tipo de temas y se entramaban discusiones muy complejas. Entre los jesuitas y los dominicos, por ejemplo, había disputas intelectuales muy encendidas; por eso, fray Cristóbal decidió pasar por encima de la situación, y en la década de 1640 —ya a una edad muy avanzada—, percibiendo que acá no existía una educación confiable, decidió empezar a planear su idea de fundar un Colegio. Eso mismo lo dice en su lenguaje Hernández de Alba: “la idea del Colegio es producto de su meditación y de su reflexión sobre la realidad que está percibiendo en la Nueva Granada”5.

      Ahora bien, precisamente, esa idea que él ha recibido y defendido respecto a la educación del príncipe de la Corte española encuentra plena vigencia aquí; es decir, fray Cristóbal advirtió la urgencia de ese tipo de educación para procurar un progreso sostenido y estable de estos territorios. Hay que tener en cuenta otra cosa, y es que, justo en ese momento, también la economía colonial estaba cambiando.

      Usualmente, se tiene la creencia de que la Colonia fue una etapa homogénea durante los tres siglos que duró. Eso no es cierto. Hubo ciclos diferentes, marcados por la economía, la situación social, el desarrollo de las ideas, etc. Y el siglo XVI es muy distinto del siglo XVII y de los demás. En la mitad del siglo XVII —cuando ya se va a concretar la fundación del Colegio—, hay muchos cambios, porque se está mutando de una economía extractiva —principalmente, basada en el oro y en las encomiendas y en torno a las esmeraldas, que para el interior eran muy importantes— a una economía de las haciendas. Eso es un fenómeno que se vivió en toda la América española, con ciertos matices, tomando en cuenta que acá, por ejemplo, las haciendas tampoco eran tan importantes, sino más bien modestas.

      Fray Cristóbal, al percatarse de esos cambios y teniendo la idea de fundar un Colegio, se aseguró de adquirir unas haciendas que fuesen medianamente productivas: las de trapiche, por ejemplo, que son las de Mesitas del Colegio y de la Mesa de Juan Díaz. Es más: le compró una a los jesuitas, que es acá en la Sabana: la Hacienda de San Vicente —que se llama Fucha—, cerca de Fontibón. Y también compró El Chircal, que queda donde hoy es la Universidad Jorge Tadeo Lozano: en la calle 22 con carrera 4ª. Fue en esta última donde se produjeron los adobes y las tejas para la construcción del Colegio.

      Es más, hoy en día, saliendo de la rectoría de la Jorge Tadeo Lozano, se puede ver en esa esquina, en un edificio de la Universidad Central, una placa que dice: “Calle del Chircal”.

      ¿Qué tipos de criterios se utilizaron para escoger la ubicación donde está el Claustro hoy en día?

      Este era un lugar que señalaba el final de la ciudad. El río Vicachá, que después se llamó San Francisco, era como un límite natural de la zona donde estaban los poderes públicos que se asentaban alrededor de lo que hoy es la Plaza de Bolívar. Todo ello, dentro de la idea arquitectónica de la cuadrícula española: la Plaza Mayor, con las instalaciones de la Real Audiencia y la Iglesia; es decir, la casa de los canónigos y la Catedral. Esa cuadrícula se iba expandiendo y llegaba hasta la margen izquierda del río.

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      Calle 22 con carrera 4ª, esquina. Bogotá, D. C.

      En realidad, no era como decía Daniel Arango: “qué visión de fray Cristóbal haber construido al lado de la Avenida Jiménez”, sino que esto era, más bien, el límite norte de la ciudad.

      No deja de ser curioso que estemos reproduciendo, más o menos, la misma idea con la Sede del Emprendimiento y la Innovación. Pareciera no haber cambiado mucho el espíritu de esa óptica operativa a lo largo del tiempo…

      Es cierto. Y también pareciera que repetimos el trabajo que tomó la fundación y el establecimiento del Colegio. En principio, según lo había estimado, fray Cristóbal decidió que los temas que se enseñarían serían básicamente tres: teología, medicina y jurisprudencia, porque eran los saberes fundamentales del momento; es decir, la meditación de la relación del hombre con Dios era básica; por supuesto, el tema de la sociedad en la jurisprudencia era importante, y, para contribuir a superar la calamitosa situación de salud pública que existía en ese momento, era importante estudiar medicina.

      Ahí cobra sentido su tesis sobre la educación del príncipe como principio inspirador del Colegio, reflejado en esa placa de la Universidad que reza: “Propondremos la definición de un Colegio Mayor que viene a ser congregación de personas mayores, escogidas para sacar en ellas varones insignes, ilustradores de la República con sus grandes letras, y con los puestos que merecerán con ellas, siendo en todo el dechado del culto divino y de las buenas costumbres, conforme al estado de la profesión”.

      ¡Claro! Yo creo que fray Cristóbal se hacía la misma pregunta que los intelectuales españoles: ¿por qué ese imperio tan poderoso estaba entrando en una etapa de decadencia? y sabía que, en parte, era atribuible a la carencia de la educación. Además, su propia experiencia aquí en Santafé le había mostrado que la existencia de la Universidad Santo Tomás, en 1580, y del Colegio de San Bartolomé no había solucionado ese asunto, porque, de todas maneras, no eran operativas. Se requería entonces, la enseñanza de las mencionadas tres materias. Eso sí, todas precedidas por las Artes, que era la Filosofía, porque en las mismas Constituciones se dispone que no se puede entrar a estudiar en las facultades sin la formación en Artes (Filosofía) y basadas en santo Tomás.

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      Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución V.

      Creo que fray Cristóbal, en últimas, era un hombre profundamente estructurado, que pensaba en grande. Tenía, como diríamos hoy, una visión macro.

      Claro, él era un personaje preocupado por las realidades locales…

      Y que, además, tenía un conocimiento de todo lo que estaba pasando aquí y en España. Por ejemplo, fray Cristóbal sabía que Felipe IV tenía un problema con los gastos que le habían implicado a la corona el sostenimiento de las tropas para sofocar la rebelión de Cataluña. Sabiendo esa situación, fray Cristóbal hizo una donación, con el fin de facilitar el otorgamiento del permiso de fundación. Y funcionó muy bien. Eso está en la cédula real de fundación, del 31 de diciembre de 1651.

      En esa cédula real, el rey dice que, a pesar de ser consciente del pleito que existe entre dominicos y jesuitas, eso no interfiere en la petición que ha hecho fray Cristóbal, con quien está muy agradecido, porque ha hecho la donación de 40.000 ducados de plata para sostener el ejército sobre Barcelona.

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      Cédula real del 31 de diciembre de 1651.

      Eso nos lleva a preguntarnos por qué fray Cristóbal escogió un tipo de gobierno al estilo del gobierno del Colegio de Fonseca, en Salamanca, siendo

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