Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista. Kevin Hartmann

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Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista - Kevin Hartmann Ciencias Humanas

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repiten sobre la vida de fray Cristóbal: que, supuestamente, él fue colegial mayor del Colegio de Fonseca. No. Él estudió, como ya se dijo, en el Colegio de San Pablo, en Burgos. Lo que pasa es que ese modelo salmantino era muy reconocido en la época; pero la razón que lo llevó a escogerlo tiene una historia y un contexto, dado que ese esquema de gobierno no fue su idea original.

      Fray Cristóbal quería que sus hermanos de orden se encargaran del Colegio cuando él falleciera; sin embargo, los hermanos dominicos, al parecer, hicieron una lectura más bien caprichosa de ese encargo, y pensaron que se trataba de una donación que Cristóbal de Torres les hacía para que el Colegio fuera un seminario de la orden.

      Entonces fray Cristóbal, al ver que estaban malinterpretando su voluntad, quiso adoptar el modelo del Colegio de Fonseca, en Salamanca, para solucionar de raíz ese impasse.

      ¿Por qué hubo impasse, si los dominicos ya tenían la Universidad Santo Tomás, que también predicaba la doctrina tomista? Según entiendo, Marcos de Betancur, que era el provincial de esa orden, tuvo la idea de unir al Colegio del Rosario con la Universidad Santo Tomás. ¿Ese fue el origen de la disputa?

      No es que eso fuera el motivo principal de la disputa que tuvo con los dominicos. La cuestión es esta: fray Cristóbal duró diez años tramitando el permiso para fundar el Colegio. Permiso al que se opusieron todos en España. Tanto así, que le empezaron a solicitar un montón de información que lo complicaba todo, porque, claro: imagínese, desde aquí, con la lentitud de las comunicaciones, pidiendo permiso y que le contestaran poniéndole trabas. ¡Es que una carta duraba un año en llegar a su destino, y en muchas oportunidades se perdían! Eso era muy complicado; porque, además, estaba el interés compartido entre dominicos y jesuitas, que, en medio de su pleito, no querían que se fundara un tercer Colegio.

      Cuando finalmente recibió el permiso —con la famosa cédula real de 1651—, fray Cristóbal nombró a Juan del Rosario y a otro hermano como rector y vicerrector. Ellos, unidos al provincial Marcos de Betancur, creyeron que fray Cristóbal lo que estaba haciendo era donar irrevocablemente el Colegio y sus bienes a la orden. Recordemos que la primera cuestión que tocan las Constituciones son los bienes y las haciendas del Colegio. Es decir, se trataba de un asunto que tocaba prácticamente todos los bienes asimilados a unas haciendas que se encontraban unidos a la idea de la fundación.

      Hay que entender que las universidades en esa época estaban compuestas por “colegios”. Los colegios eran los sitios físicos, mientras que la universidad era un permiso o una licencia para poder otorgar títulos. La educación implicaba una inmersión total. No era solo impartir unas cátedras, sino que se requería, según el modelo de la época, una vida en comunidad. Primero había que pasar por las aulas de latinidad, que era importante para dominar la lengua natural de las enseñanzas. ¿Los libros? Todos, en latín. Era una educación bilingüe en ese sentido, porque el castellano era la lengua vehicular, pero todas las cuestiones académicas se dirimían en latín.

      Y, pues, con la exigencia de toda esta formación en artes y en la disciplina, se necesitaban por lo menos siete años; lo que implicaba toda una vida en comunidad.

      Entonces, los hermanos dominicos creyeron que fray Cristóbal estaba entregando su Colegio a la orden. Pero ¿con qué objetivo?

      Para que fuera un seminario de la orden. En esa época había un problema originado en el Concilio de Trento. Una de las grandes discusiones del concilio fue la vida de los monjes. A veces, los monjes vivían una vida disoluta y la educación que recibían internamente en los conventos era muy deficiente. Por eso, se crearon lo que se llamaban “seminarios conciliares” para la formación de los sacerdotes.

      Como esto acá era tan pobre, en Santafé no había este tipo de seminarios. Entonces los dominicos consideraron que fray Cristóbal estaba dándoles a sus hermanos de la orden un seminario conciliar para la formación de sus sacerdotes.

      Y fray Cristóbal se opone…

      No exactamente. El punto definitivo de la ruptura con los dominicos fue el día de la fundación.

      Fray Cristóbal aparentemente ya había empezado algunas obras de construcción, cuando recibió el permiso de funcionamiento. Lo que hizo fue acelerar ese proceso, y terminar de construir tanto el Claustro como la capilla anexa. Ahí citó, finalmente, a la eucaristía de fundación, el 18 de diciembre de 1653.

      A esa misa —y eso es importante, y está documentado— no asistieron los jesuitas. La Compañía de Jesús no asistió, a pesar de ser un acto social importantísimo de la época, lo que dio origen a una tensión sobre la precedencia en los actos sociales. Ahora bien, en ese momento los jesuitas se habían opuesto en España a la fundación del Colegio y se habían considerado derrotados. Por otro lado, el disenso con los dominicos se presentó con el nombramiento de los colegiales. Fray Cristóbal se había reservado el derecho a escoger a los colegiales, y no designó a ninguno de los hermanos dominicos. Eso creó una enorme confusión en la orden, y es ahí cuando se tranzó la pelea.

      Fray Cristóbal hizo los nombramientos, dictó las Constituciones y decidió que el Colegio iba a funcionar como el de Fonseca o el del arzobispo, en Salamanca. Ese sistema, el de Fonseca, tenía como fundador a otro arzobispo, y venía del siglo XIV, que, a su vez, tenía también como modelo el colegio referente de Bolonia: el Colegio de San Clemente, cuyo fundador, el cardenal Gil de Albornoz, lo había instituido hacia 1300.

      He ahí el origen del modelo de gobierno del Rosario. Acogerlo era estratégico, porque a través de ese modelo se le permitía independizarse de los dominicos y zanjar la disputa con la orden.

      Pero ahí no paró todo: justo por acoger ese modelo de gobierno y “despojar” a los dominicos de lo que creían su herencia, se desató el pleito…

      Así es. Ese es un punto que conviene estudiar. Lamentablemente, no hemos tenido acceso a los documentos completos del pleito, pero la historia es más o menos así:

      Cuando empieza el pleito con los dominicos, fray Cristóbal decide enviar a quien nombra como primer rector del colegio: Cristóbal de Araque y Ponce de León, que era un fiel escudero, para que lo representara e hiciera valer su voluntad. Fray Cristóbal de Torres lo nombra rector perpetuo del Claustro y lo envía a España para defender su causa; y, por cierto, nunca regresa. Cristóbal de Araque y Ponce de León muere allá, después de diez años de pleito.

      Es algo que quiero resaltar: la perseverancia, la persistencia de fray Cristóbal en su idea de fundar un colegio. Él dura diez años sacando el permiso, y luego diez más esperando a que le confirmen la voluntad que él tenía de formar su colegio autónomo.

      De ahí surge la originalidad del Rosario. En un momento en que tanto la educación como la salud eran desarrolladas por las órdenes religiosas, había un sometimiento de la Iglesia al rey por medio del Patronato Real; sin embargo, ambas instituciones tenían una separación natural de funciones, puesto que a la Iglesia se la encargaba de las necesidades en salud y en educación, y al Patronato Real, de los asuntos propios de la administración pública.

      Pero lo curioso está en que, por razones de ese pleito insólito entre los dominicos y los herederos de fray Cristóbal, el Colegio termina surgiendo como una institución autónoma, original, fuera de esas dos órbitas, con sus propias normas y con su vida independiente de la Iglesia, lejos de los mandatos de ninguna orden.

      Y, bueno, eso nos deja en que el Colegio queda prácticamente sin un dueño…

      Exacto. Fray Cristóbal también había contemplado la posibilidad de que en ese sistema autónomo de gobierno, el arzobispo debía ser el patrono del Colegio que estuviera por encima de todo; sin embargo, el rey, al aprobar el funcionamiento

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