Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista. Kevin Hartmann
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Yo recuerdo la primera vez que hablé con Ignacio Berdugo, rector de Salamanca, quien me manifestaba, con sorpresa, que no podía creer que el Rosario se constituyera en 1653 como persona jurídica autónoma siendo que esa ficción legal no existía en aquel entonces. Yo le expliqué que eso fue resultado del pleito. Que ese proceso obligó a crear una entidad sui generis: una entidad autónoma con sus rentas propias, con un sistema de gobierno propio y que desarrollaba una actividad muy concreta. Eso le pareció rarísimo.
Y es que todavía es raro…
Es una rareza histórica, porque no se presentó en ninguna otra parte. Es decir, existían universidades como la de San Marcos, en Lima, que eran, más bien, creaciones virreinales. La Universidad de México también lo era, pero, en todo caso, la Corona le encargó su administración a una comunidad religiosa. Acá se creó una entidad privada, sin dueño, autónoma y autogestionaria.
¿Quiénes son los dueños de la Universidad hoy en día?
Es una fundación y, como tal, no tiene propiamente dueños. Ahora, precisamente, cuando se acaba de aprobar una reforma a las Constituciones, se recoge muy claramente la idea de la autonomía y la independencia de la Universidad; es decir, el Rosario no pertenece a una orden, ni a un partido político, ni a nadie distinto de los mismos rosaristas.
Es interesante ver cómo el pleito se dio porque los dominicos querían apropiarse del Colegio y el rey lo impidió. Frente a eso se ha visto que, históricamente, siempre han existido ciertos grupos que se han querido tomar la Universidad…
Pues el sistema electivo mismo ha reflejado la fuerza de determinadas ideas del momento. Es importante aclarar que eso no es fruto de la época republicana, sino que viene desde la Colonia.
Se sabe que en el siglo XVIII, en el Rosario se va a dar la confrontación entre novatores y peripatos. Los peripatos eran quienes continuaban con la idea de una educación basada en la escolástica, mientras que los novatores estaban más a la vanguardia de los tiempos, tomando como base las nuevas ideas de la Ilustración. El sistema electivo permitía la alternancia ideológica en el Claustro: a veces llegaba un rector que era más afín a las ideas de los novatores y ajustaba el pensum, y luego llegaba otro más afín a las ideas de los peripatos y hacía lo propio. Esas confrontaciones ideológicas y su influencia son un tema que debería ser objeto de investigación.
Hablemos de otro símbolo del Rosario: el patronato. Hemos hablado de que el rey Felipe IV, cuando resuelve el pleito, se asigna a sí mismo como patrono del Colegio.
En las Constituciones, fray Cristóbal consideraba que por ser él mismo el arzobispo de Santafé, entonces sus sucesores deberían ejercer el patronato. Pero en la cédula real donde resuelve el pleito con los dominicos, Felipe IV se nombra patrono y dice que en lo sucesivo los monarcas de Castilla que lo sucedan serán patronos del Colegio. Eso va a tener una importancia enorme, porque un tiempo después se va a crear el Virreinato de la Nueva Granada, y el nuevo virrey es el que va a ejercer directamente el vicepatronato sobre el Rosario. Entre otras funciones, como la de pedirles a los rectores que rindieran cuentas anualmente sobre la gestión del Colegio, está, además, la de escoger entre la terna de personas que el colegio elector sometía a su consideración para escoger al rector de la Universidad, lo cual hacía que su tutela se volviera fundamental. Entre otras cosas, en las mismas Constituciones está la previsión de que el rector pueda ser un “no religioso”.
Esa función del patrono sigue más o menos vigente en las Constituciones. Si el colegio elector no se pone de acuerdo en quién debe ser el elegido, se deberá enviar una terna al patrono, para que este escoja de allí quién será el próximo rector del Rosario.
Pero aparte de esa función puramente estatutaria, el rey, por solicitud del virrey, también se preocupó mucho por atender las necesidades económicas del Rosario; por eso es fundamental el tema de las cédulas reales que hemos recopilado y digitalizado en el Archivo Histórico; dicho sea de paso, gracias a ello nos ganamos un premio.
El vicepatrono hacía ver al rey que en el Rosario había unas necesidades muy grandes: que faltaba dinero para las cátedras, que el dinero de las haciendas ya no alcanzaba, etc. Entonces, el rey ordenaba otorgar auxilios, pero los otorgaba de manera provisional, no de forma permanente. Es decir, entregaba un auxilio y se evaluaba el resultado de lo que se hacía con ese dinero; en otras palabras, siempre tenía una idea de mantener una vigilancia sobre la inversión para que la institución lograra sus cometidos.
Hablemos de las haciendas del colegio que están en las Constituciones.
Es muy importante esa idea de fray Cristóbal de dotar al Colegio de haciendas. Tanta prioridad le daba, que el primer capítulo de las Constituciones es el de las haciendas.
Constituciones para el Colegio de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título I.
Para fray Cristóbal era muy importante tener unas haciendas que produjeran réditos al Colegio. La idea de que no podía sostener la fundación de una institución sin un respaldo económico previo era una idea novedosa en aquel tiempo. La gente, me imagino, creía que al ser el Imperio tan grande pues le sobraba la riqueza y podía ayudar en todo y, por tanto, esa parte puramente material para emprender distintos proyectos no se tenía en cuenta.
Fray Cristóbal hizo todo lo contrario: pensó primero en la certeza de un respaldo económico para construir su proyecto. Una de las curiosidades de esta idea de las haciendas es que fray Cristóbal no le da un gran valor a la propiedad en sí, sino al trabajo que allí se realiza. Por eso es tan cuidadoso en las instrucciones que registra frente a cómo debe mantenerse y vigilarse una hacienda, a lo cual le dedica prácticamente la mitad de las Constituciones.
Alguna vez hablaba con Alfonso Borrero Cabal, cuyas obras, por cierto, vale la pena consultar. Él un día me confesaba que antes de ser rector de la Universidad Javeriana, creía, ingenuamente, que esa parte del respaldo económico era un asunto relativamente menor dentro de la enseñanza universitaria. Que lo importante para la academia era el desarrollo de los cursos, los pensum, los profesores y demás. Pero resulta que siendo rector se dio cuenta de que el respaldo económico era lo más importante; es decir, que sin recursos no se puede hacer nada. Esto lo cuento porque si yo pudiera hablar con los colegiales, les diría que lo que deben tener en cuenta en la escogencia del rector es un perfil que lograse atender, como quería fray Cristóbal, a la institución desde el punto de vista empresarial.
En los países sajones tienen esa parte clarísima. Por eso cuentan con patrimonios gigantescos…
Continuando con el tema del Patronato, el rey, por dar esos auxilios, tenía la vigilancia y el control sobre las inversiones y el tiempo; después, la figura va mutando. ¿Cómo va mutando hasta decantarse por la figura que tenemos hoy en día? Tengo entendido que, una vez declarada la independencia, Simón Bolívar expidió una norma en la cual indicaba que él iba a asumir todas las funciones que estuvieran a cargo del rey, y por eso el presidente de la República es el actual patrono.
Se entendía que el presidente en la era republicana asumiría las funciones del rey; entre ellas, el Patronato, que no era únicamente el del Rosario, sino el de varias otras instituciones. La idea del patronato surge dentro del marco de la Contrarreforma. Ahora bien, obviamente, la figura del Patronato va mutando dentro de un proceso muy complejo que se enmarca, finalmente, en la lucha por la autonomía del Rosario.
Durante todo el siglo XIX, que es un siglo de definiciones, en el cual se trata de