Inteligencia lúdica. Marcos Cristal

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Inteligencia lúdica - Marcos Cristal

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y a sus interacciones en las redes sociales.

      En la actualidad, la visita casi permanente a Twitter, Instagram y a tantas otras redes sociales forman parte de un juego con otros, de interacciones lúdicas, mezcla de curiosidad, de humor; un lugar donde encontrar y compartir nuevas ideas e imágenes, así como crear nuevas maneras de relacionarnos, de aprender y desarrollarnos.

      El fenómeno lúdico gana terreno en casi cualquier ámbito del quehacer humano. De los muchos ejemplos se pueden citar los siguientes:

       La interacción con nuestros colegas y amigos a través de las miles de maneras que las redes nos ofrecen.

       La presentación de productos nuevos.

       La capacitación del personal de las empresas.

       Los procesos de cambio.

       El desarrollo de la creatividad.

       La fidelización de clientes.

       El tratamiento de enfermedades y adicciones.

       La adquisición de consciencia sobre la necesidad del cuidado del medio ambiente.

       Y, por suerte, hasta sirve para combatir la corrupción en las esferas públicas2.

      No obstante, este fenómeno de expansión e impacto de lo lúdico en tan diferentes esferas de la vida pasa todavía desapercibido para algunos y genera grandes temores en otros. No se deben ignorar cuestiones como el peligro de la adicción, de la pérdida de foco y concentración o la confirmación de la inseguridad de los seres humanos, que necesitamos validarnos todo el tiempo cayendo en la ilusión de que somos «alguien» a partir de las identidades que nos creamos en las redes y la cantidad de likes que recibimos. Pero pensemos en positivo y profundicemos en el análisis.

      Permítanme esta digresión: ¿qué semejanzas y diferencias existen entre un ámbito lúdico y una organización?

      Ambas tienen cosas en común:

       Objetivos.

       Personas con roles y responsabilidades.

       Reglas que seguir: abren oportunidades y delimitan restricciones.

      Y las dos presentan desemejanzas o brechas:

En la mayoría de los entornos lúdicosEn muchas organizaciones
Las personas eligen voluntariamente involucrarse.Las personas sienten que su trabajo es más una necesidad que una elección, y que conlleva sacrificios y obligaciones.
Aparece –de manera rápida y espontánea– un gran entusiasmo y un alto compromiso (emocional, físico e intelectual).El compromiso no nace espontáneamente; se disocia lo emocional de la tarea y muchas veces el entusiasmo es esporádico o no aparece.

       Aun a riesgo de simplificar –y sin quitarle la enorme profundidad e impacto que conlleva– casi se podría concluir que la presente obra trata sobre la posibilidad de cerrar esta brecha.

      Reitero lo dicho más atrás: no se trata de llenar las empresas con juegos, ni de agregar dinámicas lúdicas. Se trata de demostrar como el desarrollo de entornos donde se pongan en juego (valga la redundancia) lo que aquí se denomina una inteligencia y una actitud lúdica constituyen una de las más grandes oportunidades, casi infinitas, para responder a los nuevos desafíos. Esta es la tesis principal de este libro.

      Estoy convencido de que lo que determinó el avance de las múltiples manifestaciones de la creatividad humana a lo largo de los siglos –sea en el arte, la ciencia, los negocios o la cultura– tuvo que ver con la inteligencia y actitud lúdica. En muchos casos se trató de personas que irrumpieron con esa actitud, a contramano del saber establecido. Individuos o equipos que, jugando, explorando, experimentando algo diferente, posibilitaron saltos sorprendentes para la humanidad, desde los griegos clásicos hasta Steve Jobs, pasando por Galileo, Shakespeare, Beethoven, Gandhi, Einstein y Picasso, junto a los equipos que en ocasiones los acompañaron.

      A todas estas personas que posibilitaron grandes avances para la humanidad bien les cabría la actual denominación de game changers. Un término (muy de moda) que –no casualmente– lleva la palabra juego. Si tuviera que definir su esencia destacaría dos de los hechos que ocurren cuando uno juega o interactúa con otros desde una actitud lúdica: nos dejarmos sorprender y buscamos nuevas maneras de resolver desafíos.

      Cierto nivel de sorpresa satisface nuestra curiosidad permanente, nos pone a prueba y nos motiva. A la vez, la búsqueda de nuevas estrategias y formas de intervenir nos mantiene vivos, comprometidos, creativos y entusiastas. Qué más puede pretender una organización respecto de su gente que conquistar su motivación y su creatividad. Desde este punto de vista, el desarrollo de una inteligencia y actitud lúdica no se presenta solo como una posibilildad sino como una necesidad.

      ¿Te has parado a pensar alguna vez cuán sabia es la naturaleza (para muchos Dios, para el filósofo Baruch Spinoza el Dios-Naturaleza), al establecer el deseo y el acto sexual como un impulso irrefrenable y una de las actividades más placenteras? ¿Fue para hacer más disfrutable la vida? La ciencia ofrece una respuesta contundente: el impulso sexual y el disfrute que genera buscan –ante todo–asegurar la supervivencia.

      Continuando con este razonamiento: ¿podemos afirmar que el juego se presenta desde la más tierna infancia como algo espontáneo y natural, como una necesidad imparable, asimilable –salvando las distancias– a lo que ocurre con la actividad sexual? Numerosos estudios demuestran (como ya hemos visto y veremos más adelante) que lo lúdico existe en prácticamente todas las especies y es más visible e importante en las más evolucionadas –los mamíferos– llegando a su plenitud en el ser humano.

      Nuevamente, la sabia naturaleza dotó a los seres vivos del impulso lúdico para, a través del juego, descubrir el mundo, para practicar y desarrollar habilidades de intervención en la realidad y de interacción con los demás.

      Múltiples estudios demuestran que la actitud lúdica y la actividad lúdica son esenciales para el desarrollo del cerebro y de las capacidades necesarias para adaptarnos y sobrevivir en el mundo que nos toca vivir.

      Aquí otra vez, la naturaleza supo desarrollar la estrategia del impulso lúdico como mecanismo innato en los seres vivos –en particular en los seres humanos– para asegurar su preparación y adaptación al medio, es decir, su sobrevivencia. Un impulso que, parecido al deseo sexual, tiene un aliciente de disfrute que lo hace irrefrenable.

      Hablamos aquí no solo de inteligencia, sino también de actitud, pues, a diferencia de otras inteligencias restringidas a lo puramente intelectual o emocional, aquí lo intelectual y lo emocional van unidos a lo actitudinal y a la práctica, de un modo inseparable. Una estrecha conexión de enriquecimiento en espiral entre lo racional, lo emocional y la experiencia. Ahondaré en este punto más adelante.

      En este punto, para introducir una de las principales hipótesis de esta obra, preciso reiterar la idea de que vivimos en un entorno dinámico, volátil, incierto, ambiguo y complejo (el llamado mundo VUCA); un contexto cambiante que vino para quedarse. El tipo de inteligencia que se requiere para los nuevos desafíos que nos presenta el futuro (¡que ya llegó!)

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