La buena voluntad. Ingmar Bergman
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anna: No tenemos que contarle a todo el mundo que… Bueno, que tenemos intención de…
henrik: No, claro.
anna: Me horrorizo cuando pienso que no sabemos nada el uno del otro. Deberíamos estar aquí sentados cien días hablando y preguntando cosas.
henrik: No bastaría.
anna: Decidimos que vamos a vivir juntos toda la vida y no sabemos nada el uno del otro. Es un poco raro, ¿no?
henrik: Y ni siquiera nos hemos besado.
anna: ¿Nos besamos ahora? No, no, que eso puede esperar.
henrik: Primero tenemos que decir nuestros defectos.
anna (risas): No, no me atrevo. ¡Igual te marchas!
henrik: O te marchas tú.
anna: Mamá dice que soy obstinada. Que soy egoísta. Amiga de diversiones. Impaciente. Mis hermanos dicen que tengo muy mal carácter, que me enfado por cualquier cosa. No sé qué más decir. Ernst dice que soy coqueta, que me encanta mirarme al espejo. Papá dice que soy perezosa para las cosas que hay que hacer: limpiar, cocinar, hacer deberes aburridos. Mamá dice que me gustan demasiado los chicos. Bueno, como ves, la lista es interminable.
henrik: Mi mayor defecto es que soy confuso.
anna: Pero eso no es un defecto.
henrik: Sí, eso es exactamente lo que es, un defecto.
anna: ¿Qué quieres decir?
henrik: Soy confuso. No entiendo nada. Solo hago lo que los demás me dicen. Yo creo que no soy muy inteligente. Si leo un texto complicado me resulta difícil comprender lo que dice. Tengo tantos sentimientos, eso también contribuye a mi confusión. Casi siempre tengo mala conciencia, pero la mayoría de las veces no sé por qué.
anna: ¡Qué pena!
Tristeza y desánimo. ¿Qué clase de juego es este? ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué no nos besamos hoy que es fiesta? Guardan silencio y evitan mirarse.
henrik: Nos hemos puesto tristes los dos.
anna: Sí.
henrik: Es la soledad la que nos da miedo. Si estamos juntos, tendremos valor para entender y perdonar nuestras faltas. Hay que tener cuidado de no empezar mal.
anna: Si nos besamos ahora, nos pondremos de buen humor otra vez.
henrik: Espera un momento. Hay algo importante que tengo que contarte, Anna. No, no te rías. Es necesario que te diga que…
anna: ¡Ya estoy cansada de estas tonterías!
Se pone frente a él, le toma la cabeza entre sus manos, le vuelve la cara hacia arriba, se inclina sobre él y lo besa fervorosamente. Henrik solloza, su olor, su piel, sus pequeñas y fuertes manos que lo aprisionan, el pelo que se desborda por su espalda.
Se abraza a su cintura y la oprime contra él, la frente apoyada en su pecho, ella no suelta su cabeza, se tambalean, enlazados. Así se quedan durante largo rato, no se atreven o no pueden romper el abrazo. ¿Cómo será la vida real después de esto? ¿Qué nos pasa?
anna: … Ahora me figuro que somos novios.
Ella se libera y acerca su silla a la de él, están sentados uno frente a otro, ya no está la mesa por medio, entrelazan las manos, están emocionados y tratan de serenar la respiración y el corazón. Henrik, además, sufre, debería decir lo que tiene que decir, pero no puede. Ella nota que hay algo que no está bien y escudriña la cara de Henrik.
anna (sonriendo): … Ahora somos novios, Henrik.
henrik: No.
anna (risas): … ¿Que no somos novios?
henrik: Yo ya sabía desde el principio que iba a salir mal. Tengo que irme. Nunca más volveremos a vernos.
anna: Hay otra mujer.
Henrik asiente con la cabeza.
El rostro de Anna se vuelve ceniciento, apoya el índice sobre los labios, como imponiéndose silencio. Pasa fugazmente la mano izquierda por la frente de Henrik y la deja descansar sobre su hombro un instante. Luego va rodeando la mesa y se sienta en la cabecera a espaldas de Henrik. Allí se queda, sentada, mordiéndose una uña, sin saber qué decir.
henrik: Hemos vivido juntos más de dos años. Ella estaba tan sola como yo. Me quiere. Me ha ayudado mucho. Lo hemos pasado bien. Somos novios.
anna: No tienes nada que reprocharte. Nada, en realidad. Quizás hubieras podido decir algo esta noche, pero fue todo tan irreal… Comprendo que no me dijeras nada. ¿Qué va a ser ahora de nuestro hermoso futuro? ¿Qué es lo que quieres tú en realidad?
henrik: Yo quiero vivir contigo. Pero ayer no lo sabía. Todo ha cambiado… ¡Así, de pronto!
Hace un gesto con la mano, que cae luego pesadamente y sin consuelo sobre el tablero de la mesa. Luego se vuelve hacia ella y sacude la cabeza.
anna: Entonces, ¿lo que quieres decir es que piensas dejar a… como se llame… quien sea?
henrik (pausa): Se llama Frida, si quieres saberlo. Es unos años mayor que yo. Es del norte, también, trabaja en el hotel Gillet.
anna: ¿Qué hace?
henrik (irritado): Es camarera.
anna (con frialdad): De modo que… camarera.
henrik: ¿Tiene algo de malo que sea camarera?
anna: No, ¿qué más da?
henrik: Me parece que olvidaste mencionar uno de tus defectos más graves: es evidente que eres orgullosa. Tú eres la que te has inventado eso de nuestro futuro en común. No yo. Yo siempre he estado dispuesto a vivir en la realidad. Y mi realidad es gris. Y aburrida. Fea. (Se levanta). ¿Y sabes lo que voy a hacer ahora? Pues voy a ir a ver a Frida. Voy a ir a su casa a pedirle perdón por mi estúpida y necia traición. Le voy a contar lo que yo he dicho y lo que has dicho tú y lo que hemos hecho y le voy a pedir perdón.
Anna: Tengo frío.
Henrik no escucha. Se va.
En el vestíbulo se tropieza con Ernst, que acaba de entrar y está quitándose la gabardina. Henrik farfulla unas palabras y trata de escabullirse, pero queda apresado.
ernst: Hola, hola, hola. ¿Qué es lo que pasa aquí?
henrik: Suéltame. Quiero irme y no volver a poner aquí los pies.
ernst (imitándolo): Irme y no volver a poner aquí los pies. ¿Qué estás