Ciencistorias. Alexis Hidrobo

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Ciencistorias - Alexis Hidrobo Artes Liberales

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cifra de un billón.

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      En 1609 Galileo apuntó su mensajero celeste, el telescopio, hacia nuestro satélite natural. Lo que observó cambió en forma radical la forma de mirar la Luna. Aquella, que se consideraba lisa, resultó tener una topografía desafiante: llena de montañas, planicies y cráteres. Ese mismo telescopio sugirió la existencia de anillos alrededor de Saturno y demostró que no todo tenía por qué girar en torno a la Tierra, tal como lo había dicho años antes Copérnico. A partir de ese momento, el antiguo deseo de explorar el espacio cobró nuevos aires para la humanidad.

      Solo por una casualidad del destino, en 1969, exactamente 360 años después del telescopio de Galileo, el primer ser humano, Neil Armstrong, dejó huellas sobre suelo lunar. Los titulares de los diarios de ese 21 de julio fueron alucinantes, solo comparables a la noticia de la decodificación del genoma humano y la clonación de Dolly. El “salto enorme para la humanidad” solo fue posible gracias a la conjunción de un extraordinario esfuerzo, enorme creatividad y mucho coraje. En ese momento, nadie que no fuese parte del equipo de la NASA podía imaginar cuán cerca del desastre estuvieron los tripulantes del mítico Apolo 11.

      En 1972, tras seis misiones que lograron posarse en suelo lunar y con el “casi” desastre del Apolo 13, el programa de las misiones espaciales tripuladas se dio por finalizado. La NASA regresaría a la exploración espacial con una nueva y revolucionaria astronave: “el transbordador”.

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      El transbordador espacial fue diseñado para ser lanzado de manera rutinaria, segura y barata como un cohete, para luego regresar sano y salvo, como si fuera un avión. En 1976 se realizó la demostración del despegue, vuelo en la atmósfera y aterrizaje para el Enterprise. Cuatro orbitadores adicionales lo seguirían: el Columbia, el Challenger, el Discovery y el Atlantis. En 1981, el transbordador Columbia se convirtió en el primero en ingresar en el espacio exterior.

      Ninguno de los transbordadores ha estado libre de problemas. Dos viajes fueron fatídicos: el del Challenger, que en 1986 apenas alcanzó a despegar y, tras la falla en un empaque del propulsor de combustible, ardió ante la atónita vista del mundo, y el del Columbia, en 2003, que se desintegró a su reingreso a la Tierra, debido a la salida de un pequeño trozo de aislante del tanque principal que impactó sobre el ala izquierda.

      Sin embargo, también existieron magníficos triunfos, como el lanzamiento de la sonda Galileo, la reparación en órbita del telescopio espacial Hubble o la ayuda para reconstruir y poner en marcha a la imponente Estación Espacial Internacional. Lastimosamente, el programa de los imponentes transbordadores se encuentra fuera de juego en la actualidad.

      La exploración espacial tripulada es extremadamente costosa, en vidas y en billetes. Hay que buscar otras alternativas. Las misiones que incluyen sondas son una buena salida. En 1957 la antigua Unión Soviética inauguró la era espacial con el lanzamiento del Sputnik, el primer satélite artificial, y en 1959 la humanidad contempló por primera vez la cara de la Luna gracias a las imágenes enviadas por la sonda soviética Lunik 3. El “rostro” de Marte fue develado por primera ocasión cuando la sonda norteamericana Mariner 4 orbitó al planeta en 1965, mientras que el primer amartizaje (descenso sobre superficie marciana) lo realizó la sonda soviética Mars 2, en 1971. En el sentido opuesto, hacia Venus, también ha habido aciertos: la sonda Mariner 2 sobrevoló por vez primera a este planeta en 1962 y reveló que su atmósfera está compuesta principalmente de CO2. Unos años después, en 1975, la Mariner 10 descubrió algunos secretos de la superficie de Mercurio.

      Los gigantes gaseosos no han estado fuera de nuestro alcance. Las sondas Pionner 10 y 11 (1971 y 1972) fueron las primeras en llegar más allá de Marte, al acercarse a Júpiter y descubrir un anillo adicional en Saturno. El proyecto Voyager (1 y 2) visualizó Júpiter en 1979, y Saturno en 1980 y 1981. Luego puso su vista en Urano y Neptuno en 1986 y 1989, y suministró importante información acerca de Titán y Europa, satélites de Saturno y Júpiter, respectivamente.

      Si nos acercamos al presente, se enviaron misiones de seguimiento mediante la sonda Galileo hacia Júpiter en 1989 y Cassini-Huygens a Saturno, en 1997. Ahora conocemos que los cuatro planetas gaseosos tienen anillos, que la densa atmósfera de Titán está saturada de metano y que el satélite contiene muchos lagos, quizás llenos de etano y metano líquidos, e incluso un probable océano lleno de agua. Cassini también encontró agua líquida en Encélado, otro satélite de Saturno, que bulle de actividad con cientos de géiseres activos.

      Actualmente, la misión New Horizons ha dejado a Plutón, y ha llegado al denominado cinturón de Kuiper (un sector lleno de asteroides en el límite del sistema solar), y la Messenger sobrevoló a Mercurio. El satélite Plank, de la Agencia Espacial Europea, estudia los orígenes del universo y la sonda Kepler amplía la búsqueda de planetas similares a la Tierra fuera del sistema solar. Increíblemente, la antigua Voyager 1 todavía se encuentra activa. Es el objeto de construcción humana que más lejos ha conseguido llegar. Se encuentra en el espacio interestelar desde 2012, y sigue en viaje con su señal cada vez más débil. Los descubrimientos realizados por estas naves demuestran que el espacio es un lugar bastante dinámico, incluso violento, y muy probablemente apto para la vida. Lo que el tiempo nos depara, si nos mantenemos como una civilización inteligente, quizás sea la frontera espacial de Star Trek. Incluso podríamos pensar en la metáfora de Buzz Lightyear: “Hacia el infinito y más allá”.

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      Para ponernos en contexto de la posible vida en otros lugares del universo, veamos la siguiente metáfora. En un soleado día campestre, Ricitos de Oro se dirige hacia la casa de su abuela que se encuentra enferma. Sin mucha prisa, se desvía del camino para jugar por los alrededores y pierde la noción del tiempo. Consciente de que el bosque es peligroso en la tarde, porque los depredadores buscan presas para su festín, decide buscar refugio urgentemente. No muy lejos encuentra una pequeña casa. Al ingresar se encuentra con las fotos de sus dueños: una familia de ositos. Sin encontrar a quién pedir permiso y con su estómago crujiendo del hambre, piensa

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