Ciencistorias. Alexis Hidrobo

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Ciencistorias - Alexis Hidrobo Artes Liberales

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de masas solares. Esta colosal pareja presenta la peculiaridad de emitir pulsos de energía de manera casi periódica, lo que demuestra que el agujero pequeño orbita al mayor aproximadamente cada 12 años. Estas emisiones son tan monumentales que se superponen a la actividad normal de la propia galaxia. No se conoce a ciencia cierta el destino final de este baile celestial, pero quizá corresponda a la fusión de los dos agujeros para formar uno de masa mayor, ¡un supermonstruo!

      Si eres fanático de los cómics, cómo no recordar a aquella forma de vida suprema, agente de destrucción y responsable del armagedón en buena parte del universo. Me refiero al supervillano Doomsday, responsable de la muerte de Superman, en el ya mítico título de 1992, La muerte de Superman. Sin duda es un buen monstruo, al tener la capacidad para derrotar al máximo superhéroe de todos los tiempos. No obstante, el Doomsday del universo real es supremamente más poderoso y letal. Se trata de un inusual evento que tiene que ver con la muerte de estrellas de entre 8 y 10 veces la masa de nuestro Sol. Cuando estas estrellas gigantes terminan con el hidrógeno que las alimenta, y después de explotar como supernovas, el tirón gravitacional hacia el centro es tan potente que combina los electrones atómicos con los protones en el núcleo y genera lo que se conoce como una estrella de neutrones. En este especial evento, la estrella de neutrones es ultradensa, de tal manera que una cucharadita de su materia pesaría 100 millones de toneladas; además, como resultado de su fabulosa velocidad de giro, se produce un campo magnético enorme. Este portento de la naturaleza se llama magnetar, y su campo magnético es mil veces más fuerte que el de las estrellas de neutrones ordinarias, y 10 000 millones de veces mayor que el campo magnético de la Tierra. Los magnetares son los imanes más potentes del universo, y expulsan en un breve periodo enormes cantidades de energía en forma de rayos X y gamma.

      A pesar de que pueden generarse al otro extremo de la galaxia, las explosiones de los magnetares emiten energía detectable desde la Tierra. En 2005 la NASA captó una explosión que tuvo la efímera duración de 250 segundos, pero que produjo la misma cantidad de energía que generaría nuestro Sol en 10 000 millones de años. En la opinión de los astrónomos, si una explosión magnetar se produjera a solo unos 10 años luz de la Tierra, que corresponde a la distancia que nos separa de algunas de las estrellas más cercanas, la vida en nuestro planeta peligraría seriamente, debido al efecto conjunto en la destrucción de la capa de ozono, de la atmósfera y la alteración en el clima global.

      Hasta el momento estos son algunos portentos del cosmos que hemos descubierto con la tecnología que poseemos. El futuro, con mejores y nuevos telescopios y el añadido de las sondas espaciales, nos sorprenderá con nuevas maravillas que mejorarán la comprensión acerca de nuestro hermoso universo. Todo es cuestión de tiempo.

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      Desde la primera vez que una persona apuntó con un telescopio hacia el cielo nocturno han pasado ya 400 años. Tal portento lo realizó Galileo Galilei. A partir de ese instante, nuestra forma de ver y entender el universo cambió para siempre. Galileo descubrió que la superficie de la Luna estaba llena de cráteres, también nos acercó en forma impresionante hacia los satélites naturales más grandes de Júpiter (Io, Europa, Ganimedes y Calixto) que nunca nadie, antes que él, había observado.

      Ahora, con nuestro nivel de ciencia y tecnología, las cosas han cambiado notablemente. Tenemos poderosos telescopios, que son verdaderos complejos tecnológicos, situados en sitios privilegiados del suelo terrestre, pero también tenemos inmensas instalaciones que surcan el espacio. Ejemplos sobran, todos hemos escuchado algo acerca del fabuloso telescopio espacial Hubble, que terminará su vida útil en pocos años. Desde el 6 de octubre de 2018 el Hubble se encuentra en “modo seguro” (configuración estable), debido a un fallo mecánico en uno de los tres giroscopios. Se espera que pueda seguir en funcionamiento, para que nos siga maravillando, hasta finales de la década. En su reemplazo, y con capacidades muy superiores, está el telescopio James Webb, que en 2021 se colocará en órbita a una distancia de unas cinco veces la existente entre la Tierra y la Luna. El James Webb tendrá el mayor espejo jamás lanzado al espacio, y el funcionamiento a bajas temperaturas de sus instrumentos infrarrojos nos permitirá llegar más lejos y observar con mayor detalle nuestros orígenes cósmicos.

      Ya en funcionamiento están las sondas espaciales Spitzer y el telescopio espacial Planck. Más impresionante todavía es la misión del telescopio espacial Kepler, que permite que nos acerquemos a los exoplanetas, específicamente hacia aquellos que tienen tamaños similares a la Tierra. Más importante aún, Kepler tratará de encontrar dichos planetas dentro de la zona habitable, con el fin de contestar la ancestral pregunta: ¿estamos solos? Todos estos instrumentos captan la luz del universo que es visible a nuestros ojos, pero también la invisible. Radiaciones del tipo infrarrojo, rayos X o de microondas son el “pan de cada día” para lograr sus objetivos y develar los misterios del universo.

      De vuelta a la Tierra, en América del Sur, en la cordillera de los Andes, y, específicamente, en las alturas del Llano de Chajnantor, en Chile, el Observatorio Europeo Austral (ESO), junto a sus socios (Canadá, Estados Unidos y Japón, en cooperación con la República de Chile), han construido el Atacama Large Millimeter/Submillimeter Array. Conocido familiarmente como ALMA, es el más grande proyecto astronómico existente hasta el momento. El emplazamiento de ALMA, a unos 50 km al este de San Pedro de Atacama (a 5 000 metros de altitud), en el norte de Chile, es uno de los lugares más secos de la Tierra. Esta característica es de vital importancia para el correcto funcionamiento del proyecto, pues las gotas de vapor de agua que normalmente existen en la atmósfera terrestre distorsionan las señales que provienen del espacio y entorpecen las lecturas; esto se debe a que las señales espaciales son fuertemente absorbidas por el vapor de agua atmosférico.

      Los colores que podemos apreciar normalmente con nuestra vista corresponden a una minúscula parte del espectro electromagnético. El espectro inicia con las radiaciones de longitud de onda corta como los rayos gamma y X, pasando por la luz ultravioleta, visible (a nuestros ojos) e infrarroja hasta llegar a las radiaciones de longitud de onda larga como los microondas y las ondas de radio. Como el universo emite radiaciones que comprenden todo el espectro electromagnético, se puede tener una variedad de telescopios para “mirarlo” con distintas fracciones del espectro. Así, el telescopio espacial Spitzer hurga el universo buscando radiaciones del tipo infrarrojo, mientras que la sonda WMAP y su sucesor, el telescopio espacial Planck, rastrean las microondas. Gracias a WMAP, sabemos que la edad del universo es de 13 700 millones de años. Ahora, con el ambicioso proyecto ALMA, las radiaciones a estudiar son las ondas de radio de muy baja frecuencia (longitud de onda larga, alrededor de los milímetros), que no han sido posibles de estudiar por otro telescopio terrestre o en órbita. Otra ventaja fundamental es que ALMA está en la Tierra, lo que facilita enormemente el trabajo de las personas que lo operan y analizan sus datos. Imagínense

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