¡ Queremos lo nuestro!. Bernadette Atuahene

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¡ Queremos lo nuestro! - Bernadette Atuahene

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te sientes desnuda […] te sientes como si te hubieran desnudado a la fuerza. No eres nada»2. Los buldóceres que arrasaron Kliptown no solamente acabaron con edificios físicos, destruyeron la comunidad vibrante de Adanna, robaron su herencia y le negaron su dignidad. La destrucción y reubicación fue parte de la estrategia del régimen del apartheid para subyugar a la gente negra y consolidar su posición en la política como sub-personas.

      En muchos sentidos, la historia de Adanna no es única. Sudáfrica no es la única nación donde un grupo de personas ha subordinado a otro y le ha privado de su propiedad y dignidad. La historia está repleta de ejemplos. Los conflictos en Ruanda e Iraq son ejemplos recientes de esta tendencia histórica que se mantiene. En el genocidio de Ruanda de 1994 la guardia presidencial empezó el asesinato masivo de tutsis en retaliación por el ataque fatal al avión del presidente hutu Juvenal Habyarimana. Los hutus masacraron alrededor de 800.000 tutsis y robaron sus propiedades3. Previo a la masacre, los tutsis fueron deshumanizados e igualados a cucarachas que merecían ser exterminadas4. Ahora, a medida que la nación se recupera de estos eventos horrendos y busca promover la paz, uno de los retos centrales de Ruanda ha sido ocuparse de los sobrevivientes que fueron desplazados de sus hogares, despojados de su propiedad y a quienes se les negó su dignidad.

      De forma similar, durante varias olas de despojo, en Iraq, el partido árabe socialista Ba’ath oprimió y desplazó a sus oponentes así como a los kurdos, chiitas, turkmenos y asirios. La primera ola fue la campaña de arabización en la cual el Estado forzó a los kurdos a dejar sus casas y fincas5. El Estado entonces transfirió sus propiedades a los árabes sunitas del sur, desplazando finalmente entre 600.000 y 800.000 kurdos6.

      Los kurdos fueron privados de su propiedad y su dignidad. Después del asesinato de Saddam Hussein, el régimen del terror ba’athista terminó y un estimado de 500.000 personas regresaron a los hogares y fincas confiscados por el Estado7. Para evitar más conflictos, el Estado iraquí debe encontrar maneras de resolver pacíficamente las disputas entre los propietarios pasados y actuales.

      En Sudáfrica, Ruanda, Iraq y otras numerosas naciones, cuando acabaron las guerras, el apartheid y el colonialismo cayeron, la dictadura terminó y los genocidios pararon, los gobiernos que emergieron de las cenizas tuvieron que afrontar el peligroso paisaje que rodea la restitución de la tierra y otras propiedades a las poblaciones desterradas o diezmadas. Estas naciones tenían que elegir: podían ignorar el hecho de que las personas fueron privadas de su propiedad y dignidad, o podían resolver el asunto. Muchos Estados han tomado medidas. Iraq, Colombia, Sudáfrica, Nicaragua, Estados Unidos, Canadá, Australia, Alemania, República Checa, Hungría, Francia, Países Bajos, Kosovo y las repúblicas bálticas están entre los muchos Estados que han provisto remedios para el despojo de propiedad ocurrido con ocasión de guerras, bajo el comunismo o durante procesos de conquista8.

      Cuando un Estado toma la propiedad de un individuo o de una comunidad, la solución apropiada es devolver esa propiedad o proveer una compensación justa, la cual comúnmente es calculada con base en elvalor de mercado de los derechos de propiedad confiscados9. Pero, bajo ciertas circunstancias, el Estado ha hecho más que confiscar la propiedad, también ha negado a los desterrados su dignidad. He acuñado el término «expropiación de la dignidad» para describir este fenómeno. La expropiación de la dignidad ocurre cuando un Estado directa o indirectamente destruye o confisca derechos de propiedad de propietarios u ocupantes a quienes categoriza como sub-personas sin pagar una compensación justa o sin un propósito público legítimo10. Sostengo en este libro que un remedio integral para la expropiación de la dignidad requiere lo que yo llamo una «restauración de la dignidad», es decir, una compensación que considere tanto los daños económicos como la expropiación de la dignidad involucrada.

      El derecho internacional y la mayoría de programas que buscan enfrentar despojos de propiedad se han enfocado en brindar reparaciones sin ocuparse de restaurar la dignidad11. La reparación es «el derecho de recibir restauración por la propiedad que fue despojada o de la cual se fue privado en el curso del conflicto y de ser compensado apropiadamente por las propiedades que no puedan ser restauradas»12. El objetivo de la reparación es reintegrar la propiedad perdida (es decir, el resultado). En contraste, la restauración de la dignidad se basa en principios de justicia restaurativa y, por lo tanto, busca rehabilitar al desposeído y reintegrarlo al tejido de la sociedad, haciendo énfasis en el proceso. Como lo afirma John Braitwhite, la justicia restaurativa está interesada en «restaurar la pérdida de propiedad, restaurar el daño, restaurar un sentido de seguridad, restaurar la dignidad, restaurar un sentido de empoderamiento, restaurar la democracia deliberativa, restaurar la armonía basada en un sentimiento de que se ha hecho justicia y restaurar el apoyo social»13. Cuando las reparaciones y la justicia restaurativa forman una alianza, la restauración de la dignidad es el resultado de esta unión formidable.

      La mayoría de Estados que han enfrentado despojos de propiedad ocurridos en el pasado no han implementado medidas destinadas a la restauración de la dignidad porque se trata de un remedio más prolongado, complicado y costoso que las reparaciones. Los despojos de tierra de la era colonial y del apartheid en Sudáfrica son el ejemplo por excelencia de expropiación de la dignidad, y el gobierno del post-apartheid es único porque ha tratado de ir más allá de las reparaciones para facilitar la restauración de la dignidad. Dicho gobierno entendió su programa de restitución de tierras como una oportunidad de restaurar la propiedad así como la dignidad de sus ciudadanos negros14. Por ello, este libro usa el caso sudafricano para explorar empíricamente el intento de la nación de facilitar la restauración de la dignidad.

      En Sudáfrica, como en muchas otras naciones, la expropiación de la dignidad ocurrió en medio de un proceso mayor de subordinación que incluyó el uso de la muerte, la desaparición, la tortura, la interrupción del proceso educativo, la exclusión política, el encarcelamiento, la violencia sexual y el terrorismo psicológico. El despojo de la propiedad exacerbaba y reflejaba la posición subordinada en la política de los desposeídos. Como tal, la restauración de la dignidad frecuentemente ocurre de manera simultánea con otras medidas no relacionadas con la propiedad. Por ejemplo, en Sudáfrica, el Estado del post-apartheid ha intentado remediar todo el espectro de afectaciones a la dignidad a través de distintas medidas que en todo caso se interrelacionan. La Comisión de Verdad y Reconciliación trajo a la luz la represión política, la violencia psicológica, la muerte y la tortura perpetradas bajo los regímenes pasados15. La Constitución post-apartheid concedió a las personas negras derechos civiles, políticos y socioeconómicos, y la Corte Constitucional fue la institución creada para defender estos derechos recientemente adquiridos16. Los programas de acción afirmativa crearon oportunidades para grupos previamente en desventaja que habían sido excluidos sistemáticamente de las oportunidades en los sectores público y privado durante regímenes anteriores. Los intentos del Estado del post-apartheid destinados a promover la restauración de la dignidad han ocurrido en conjunción con estos otros esfuerzos de mejorar el estatus de las personas negras, quienes solían ser tratadas como sub-personas hacia su nuevo estado de miembros dignificados de la política.

      La pregunta central que aborda este libro es: cuando ha habido una expropiación de la dignidad, ¿qué se necesita para restaurar la dignidad? Existen, sin embargo, varias preguntas normativas que preceden esta pregunta. Por ejemplo, ¿debería una nación proveer remedios para despojos ocurridos en el pasado? De ser así, ¿qué tipo de remedio es más apropiado: la restitución de la tierra, la compensación monetaria, gestos simbólicos o disculpas? ¿Quién debería recibir el remedio: los desterrados durante un periodo específico de tiempo? En ese caso, ¿qué periodo de tiempo?; y si esos desterrados están muertos, ¿deberían los herederos ser beneficiarios de las reparaciones? ¿Cuánta compensación financiera debería pagar un Estado cuando usa sus poderes de expropiación para tomar propiedades de sus dueños actuales y dárselas a las poblaciones que fueron despojadas? Los académicos ya han desarrollado una literatura abundante que aborda estas importantes

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