Aproximación histórica a la relación de la masonería . José Eduardo Rueda Enciso
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Aproximación histórica a la relación de la masonería - José Eduardo Rueda Enciso страница 5
A partir de mayo de 1831 centró sus actividades en Bogotá, como comandante de una parte del Ejército Restaurador. Facilita el conocimiento de la década de los treinta, un tanto abandonada por la historiografía colombiana. En noviembre de 1838 fue nombrado Encargado de Negocios de la Nueva Granada en la Santa Sede, en julio de 1839 se posesionó en tal cargo y se dedicó a la redacción de sus memorias. Tal vez, por las medidas vigentes sobre sociedades secretas, no hace alusión alguna a su vinculación a la masonería.
Uno de los más importantes y significativos casos fue el de José María Samper Agudelo, ya que entre 1852 y 1853 se dedicó a escribir de memoria y con vehemencia, sin citas de los documentos históricos en que se apoyó, por haberlos perdido en la coyuntura de su temprana viudez, lleno de apasionamiento y ligeros e imparciales juicios sobre el papel cumplido por el liberalismo, un extenso volumen titulado Apuntamientos para la historia política y social de la Nueva Granada (Bogotá: Imprenta del Neo-Granadino, 1853, 585 páginas), en el que hace una serie de cuadros históricos de 41 años (1810-1851) de historia republicana, autodenominado por él como de historia nacional filosófica.3
Años después, en 1880, escribió Historia de un alma. Memorias íntimas y de historia contemporánea 1834-1881 (Bogotá: Imprenta de Zalamea Hermanos, 1881, 540 páginas), en el que hace un recuento crítico de su extensa vida pública como escritor, periodista, político, diplomático, comerciante, etc., y su evolutiva transformación de masón y liberal radical convencido a liberal moderado, para convertirse en masón arrepentido, conservador y ferviente católico, lo que permite apreciar algunos de los problemas, vicisitudes y angustias de un destacado hombre público durante la segunda mitad del siglo XIX.
Otro ejemplo es el de Salvador Camacho Roldán, quien escribió Memorias (1923), en las que relató una serie de datos y hechos de la época comprendida entre 1846 y 1852, narración cronológica que se detiene y abruptamente hace un salto en el tiempo para relatar la Convención de Rionegro de 1863. Camacho ha sido considerado como uno de los pioneros de la sociología en Colombia, así como un destacado economista, por lo que su narración está impregnada de sociología y economía. Escritas estas memorias en 1897, cuando se encontraba enfermo, son diferentes a las de Samper, son producto de la madurez y vejez, existe cierto reposo frente a los hechos narrados, no hay tanto apasionamiento y subjetivismo.
Aunque no deja de dar algunas informaciones sobre su vida pública, el gran cúmulo de información y análisis se centra en el devenir histórico del país, suministra abundante y rica información sobre aspectos políticos: elecciones, guerras civiles, la administración de López; económicos, sustentado en cifras y datos estadísticos; sociales y culturales: sociedades democráticas, la epidemia del cólera entre 1849 y 1850, costumbres y oradores destacados.
Las memorias de Aquileo Parra son un caso particularmente raro. Durante sus primeros años de juventud, desde finales de la Guerra de los Supremos, se dedicó a actividades comerciales, primero en su natal Barichara, luego en otros lugares de la región santandereana, en especial en el Carare y Vélez, como también de la costa Atlántica, Huila y Bogotá; proporciona así una serie de informaciones sobre productos de eventual explotación, y las dificultades para su comercialización, principalmente por las condiciones de los caminos y vías de comunicación.
A partir de 1854 se inició la vida pública de Parra: inicialmente se vinculó a los ejércitos constitucionales, actividad que lo ocupó en los momentos de las siguientes guerras civiles, y en la que alcanzó el grado de general; una vez que la rebelión de Melo fue derrotada, se dedicó a la política, por lo que ocupó cargos de representación: diputado, representante, senador, constituyente, secretario de Estado y presidente de la república, así como administrador público. A diferencia de Camacho y Samper, se afilió con, algunas reservas, a la hermandad tardíamente, a los 44 años, mientras que Camacho lo había hecho a los 21 y Samper a los 23, con algunas circunspecciones que también abrigó frente al radicalismo, por considerarlo una comunidad que actuaba con decoro político, distinguido por su espíritu de tolerancia, y por la magnanimidad con sus adversarios vencidos,4 sin abandonar sus aventuras comerciales, pues fue explorador de los bosques del Opón-Carare, en la búsqueda del caucho, la tagua, y la quina.
Parte de nuestro trabajo se orienta hacia la masonería, al respecto debemos decir que en los tres autores mencionados encontramos que Samper escribió prolíficamente acerca de la adscripción y trayectoria en la hermandad, en menor cantidad lo hizo Camacho y prácticamente nada en el caso de Parra.
En la misma tónica de Parra y Camacho encontramos a Aníbal Galindo, quien en 1900 publicó Recuerdos históricos: 1840-1895, obra que arranca con los antecedentes de la Guerra de los Supremos, enfatiza en el fusilamiento de su padre José María Tadeo Galindo, en el que, parece, el general Tomás Cipriano de Mosquera cumplió papel determinante, circunstancia que marcó sus Recuerdos, pues a lo largo de ellos es nula la mención del caucano, muestra gran simpatía por Manuel Murillo Toro, que había sido amigo de su padre y de su tío, el coronel José María Vezga.
Aunque fue masón, se afilió a los 19 años, solo hace una ligera mención de ella, no contó su vinculación y participación en la hermandad. Pese a que José María Samper ya había publicado sus memorias, en las que se refiere en malos términos a su antiguo discípulo, a Galindo no le interesó en lo más mínimo referirse a los evidentes problemas que surgieron entre ambos.
Al publicar sus Recuerdos, Galindo contaba con 66 años, muchos hechos y circunstancias por él vividas las había decantado y reposado; catorce años hacía que la Regeneración estaba en pleno rigor, y que la hegemonía conservadora dominaba el país, por ello, quizás, es que muestra cierta evaluación en sus ideas y pensamientos: de la intolerancia, fanatismo y exageración absolutos de los años cincuenta, víctima de desengaños en los años finales del dominio radical, la meditación es evidente y se aprecia un escritor ilustrado en su razón y atemperado en sus juicios.5
A diferencia de otros países, en los Estados Unidos de Colombia no hubo tratadistas sobre la caridad y la beneficencia.6 Lo más cercano podría ser el diagnóstico que sobre la miseria en Bogotá adelantó, en 1867, Miguel Samper Agudelo. Ante tal falencia, el recurso de información básico sigue siendo la prensa.
En épocas recientes, la profesora Beatriz Castro Carvajal es tal vez la principal investigadora colombiana sobre las temáticas de caridad, beneficencia y asistencialismo. Efectivamente, a partir de dos libros: Caridad y beneficencia. El tratamiento de la pobreza en Colombia 1870-1930 (2007), producto de su tesis doctoral en Historia, y La relación entre Iglesia católica y el Estado colombiano en la asistencia social c. 1870-1960 (2014), ha logrado profundizar sobre una temática un tanto olvidada por la historiografía colombiana. Sin olvidar que, por los mismos años que la doctora Castro investigó sus trabajos, por lo menos tres historiadores: Frédéric Martínez,7 Diana Obregón Torres8 y Marco Palacios Rozo9 habían reseñado que durante la segunda mitad del siglo XIX comenzó el proceso de construcción del Estado nacional alrededor de los modelos y debates internacionales sobre la importancia del Estado, y que en dicho período la beneficencia fue adoptada como un paso más allá de la caridad por los dos partidos.10
En el primero de ellos da una importante visión panorámica de cómo fue abordada la caridad y la beneficencia a nivel nacional, propone un marco conceptual para estudiar