El comportamiento administrativo. Herbert Alexander Simon

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de falta de racionalidad de los que debe ocuparse la teoría.

      Un primer paso, entonces, al revisar los proverbios de la administración es desarrollar un vocabulario, según las líneas recién sugeridas, para la descripción de la organización administrativa. Un segundo paso, que también se ha bosquejado, es estudiar los límites de la racionalidad para desarrollar una enumeración completa y comprensiva de los criterios que deben ponderarse al evaluar una organización administrativa. Los proverbios actuales representan solo una porción fragmentaria y no sistematizada de estos criterios.

      Una vez que se hayan llevado a cabo estas dos tareas, quedará por asignar los pesos de ponderación a los criterios. Dado que los criterios, o “proverbios”, son a menudo mutuamente antagónicos o contradictorios, no alcanza solo con identificarlos. Saber apenas, por ejemplo, que un cambio especificado en la organización reducirá el alcance del control no es suficiente para justificar el cambio. Esta ganancia debe equilibrarse con la posibilidad de que dé como resultado una pérdida de contacto entre los rangos superiores e inferiores de la jerarquía.

      Por lo tanto, la teoría administrativa también debe ocuparse de la cuestión de la ponderación de estos criterios –de los problemas de su importancia relativa en cualquier situación concreta–. Esta pregunta es empírica, y ni siquiera se puede intentar su resolución en una obra como esta. Lo que se necesita es investigación empírica y experimentación para determinar la conveniencia relativa de esquemas administrativos alternativos. El marco metodológico para esta investigación ya está disponible en el principio de eficiencia. Si se estudiara una organización administrativa cuyas actividades fueran susceptibles de una evaluación objetiva, entonces se podría observar y analizar el cambio real producido en la obtención de resultados al modificar los esquemas administrativos.

      Existen dos condiciones indispensables para lograr el éxito en una investigación según estas líneas. Primero, es necesario que los objetivos de la organización administrativa bajo estudio se definan en términos concretos de modo que los resultados, expresados en función de estos objetivos, se puedan medir con precisión. Segundo, es necesario que se ejerza un control suficiente sobre el experimento para poder aislar el efecto particular bajo estudio, de otros factores confundidores que puedan estar operando al mismo tiempo en la organización.

      Estas dos condiciones rara vez se han cumplido siquiera parcialmente en los así llamados “experimentos administrativos”. El simple hecho de que una legislatura apruebe una ley para crear un organismo administrativo, que el organismo opere durante cinco años, que luego sea abolido definitivamente y que se haga un estudio histórico de sus operaciones, no es suficiente para convertir el historial de ese organismo en un “experimento administrativo”. La legislación estadounidense moderna está repleta de tales “experimentos” que proveen a los oradores de los estados vecinos con munición suficiente cuando en sus territorios surgen cuestiones similares, pero que brindan a los investigadores científicos poco o nada en lo que respecta a evidencia objetiva, de una manera u otra.

      Como, aparte de estos ejemplos dispersos, los estudios de los organismos públicos se han llevado a cabo sin el beneficio de un control o mediciones objetivas de resultados, han debido depender, para sus recomendaciones y conclusiones, de un procedimiento de razonamiento “a priori” a partir de los “principios de administración”. Ya se han mencionado en este capítulo las razones por las cuales unos “principios” derivados de este modo no pueden ser más que “proverbios”.

      Tal vez el programa acá bosquejado parecerá ambicioso o incluso quijotesco. No se deberían tener ilusiones, al encararlo, en lo que respecta a la longitud y tortuosidad del camino. Es difícil de ver, sin embargo, qué alternativa permanece abierta. Ciertamente, ni el profesional en la práctica de la administración ni el teórico pueden quedar satisfechos con las pobres herramientas analíticas que los proverbios les ofrecen. Tampoco existe razón para creer que una reconversión menos drástica que la que aquí fue bosquejada transformará esas herramientas para que sean útiles.

      Se puede objetar que la administración no puede aspirar a ser una “ciencia”, que por la naturaleza de su materia no puede ser más que un “arte”. Verdadera o falsa, esta objeción es irrelevante con respecto a la presente discusión. La cuestión de cuán exactos se pueden volver los principios de administración solo la puede responder la experiencia. Pero no puede haber debate sobre si deberían ser lógicos o ilógicos. Ni siquiera un “arte” se puede fundar sobre proverbios.

      Como ya se indicó, el presente volumen sólo intentará los primeros pasos en la reconstrucción de la teoría administrativa, la construcción de un vocabulario adecuado y un esquema analítico. Al decir que deberán seguirlos otros pasos, uno debe ser cuidadoso y no subestimar la importancia o la necesidad de este primero. Por cierto, la literatura sobre la administración no ha carecido de “teoría”, no más que de estudios descriptivos y empíricos. Lo que ha faltado ha sido un puente entre ambos, de modo que la teoría brindara una guía para el diseño de estudios y experimentos “críticos”, mientras que los estudios experimentales ofrecieran un examen agudo y correctivo de la teoría. Si este volumen tiene éxito, contribuirá a la construcción de tal puente.

      1. Para una exposición sistemática de los “principios” actualmente aceptados, ver Gulick y Urwick, op.cit., o L. Urwick, The Elements of Administration (New York: Harper & Brothers, 1945).

      2. Gulick, “Notes on the Theory of Organization”, en Gulick y Urwick, op.cit., página 9.

      3. Herbert A. Simon trata este punto en “Decision-Making and Administrative Organization”, Public Administration Review 4:20-21 (invierno, 1944).

      4. Gulick, “Notes on the Theory of Organization”, página 9; L.D. White, Introduction to the Study of Public Administration (New York: Macmillan, 1939), página 45.

      5. Frederick W. Taylor, Shop Management (New York: Harper & Bros., 1911), página 99; MacMahon, Millett y Ogden, The Administration of Federal Work Relief (Chigaco: Public Administration Service, 1941), páginas 265-268, y L. Urwick, quien describe la práctica del ejército británico en “Organization as a Technical Problem”, Gulick y Urwick, eds., op.cit., páginas 67-69.

      

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