Prevención del delito y la violencia. Franz Vanderschueren
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Kirkholt Burglary Prevention Project, prevención basada en el delincuente potencial, enfocada en la víctima potencial o real y en la privación de los beneficios del delito16. Muestra que si solo se recurre a la vigilancia policial para reducir el robo no hay resultados. Trabaja con víctimas, sus vecinos y posibles infractores, eliminando oportunidades y motivaciones para delinquir, es fructífero. El involucramiento de distintos organismos con injerencia en los territorios es crucial en el éxito de un programa (inclusión de la policía, los servicios de libertad condicional, servicios de apoyo a las víctimas y el departamento de vivienda del municipio, etc.).
Por otra parte, una segunda lectura permite otra respuesta complementaria, poniendo acento en otros aprendizajes sobre cómo hacer intervenciones más efectivas. Puede afirmarse que para tener éxito se debería poner atención en la estructura de ejecución, facilitando:
Una fidelidad reflexiva con el diseño o modelo.
El oportuno seguimiento (continuo) y una ejecución reflexiva respecto del diseño y los componentes de un programa de referencia-modelo son esenciales.
El cumplimiento de los pasos-etapas de la intervención y la adecuada capacitación de los participantes-ejecutores.
La inclusión oportuna y temprana de elementos técnicos para el seguimiento y la evaluación, durante el diseño y ejecución, que colaboran en identificar mejores prácticas que serán útiles a otros.
Sin embargo, para arribar a esto es fundamental tomar consciencia de que el diseño y la ejecución deben dialogar con la evaluación a través de un uso más intensivo, más allá del instrumental y evidente. A la hora del diseño y de la ejecución la no inclusión oportuna y temprana de criterios técnicos para facilitar la identificación de mejores prácticas tiene un costo importante. Hay tres elementos que son esenciales, para reducir la pérdida.
Una es la posibilidad cierta de un seguimiento y evaluación, como un proceso continuo durante su implementación y ejecución. Esto permite, en caso de ser necesario, hacer ajustes para aumentar la probabilidad de alcanzar los resultados deseados (metas). Tanto el seguimiento como la evaluación deben ser oportunos, así se elimina o evita la falsa ilusión de que un programa en ejecución es sinónimo de que está funcionando y está logrando los resultados buscados.
Otra es la coherencia de la evaluación del programa. No se trata de juicios de valor o estimaciones preliminares. Este debe obedecer a un examen de consistencia entre el diseño, la implementación y el sistema de indicadores en cada nivel y proceso principal, esto es, con el fin, de que el propósito y sus componentes (marco lógico) sean factibles, alcanzables y medibles. En esta línea, la evaluación debe ser objetiva y hecha por terceros.
Finalmente, la validación del proceso evaluativo. Las herramientas de la evaluación deben ser adecuadas a la naturaleza y estrategia de intervención del programa. Si bien se ha puesto énfasis en diseños estadísticos, la evaluación comprensiva –que recoge la mirada de los involucrados sobre los distintos procesos y servicios– es más útil, especialmente a la hora de entender el impacto de decisiones y actividades durante la implementación y ejecución, y también de dimensionar –desde la perspectiva los beneficiarios y usuarios– la calidad de los productos y servicios del programa.
Conclusiones y comentarios finales
La carencia de evidencia empírica y de herramientas para planificar, implementar y evaluar limita la efectividad en la gestión de la prevención. El enfoque de programas basados en evidencia científica ayuda a reducir resultados inesperados. El fortalecimiento institucional y el desarrollo de sistemas de evaluación tienen más sentido especialmente cuando contribuyen a generar conocimiento criminológico aplicado a mejorar la gestión pública en prevención. El análisis de las políticas públicas y de los programas de prevención es muy fructífero, pero la generación de capacidades para esto es aún un reto.
Se necesitan conocimientos y competencias para solucionar problemas y para facilitar un aprendizaje colectivo (organizacional). La prevención demanda con urgencia un oportuno aprovechamiento de aprendizajes, transitando de proyectos “prometedores” a intervenciones que no dejan dudas sobre su efectividad. Un nudo crítico está determinado por la capacidad de una ejecución eficiente y la fidelidad al diseño validado.
Los estudios –escasos todavía– se han centrado en gran medida en la presentación de resultados e impactos de los programas (por ejemplo, en términos de reducción de la delincuencia) y solo unos pocos han investigado el proceso de elegir un programa y explicado los motivos de la selección. Esta distinción no es menor, pues nos lleva a advertir que el hecho de que, por ejemplo, un programa tenga en el diseño la mayoría de los componentes comunitarios deseables no es garantía de éxito. Los componentes deben estar alineados y debe haber pertinencia o coherencia entre objetivos-productos/servicios y actividades. La revitalización de la comunidad es una cosa y otra, distinta, es la prevención y control de los delitos.
La revisión de las experiencias enfocadas en grupos vulnerables (de riesgo/ en riesgo) revela que hay decisiones que deben fundarse en experiencias y conocimientos claves. Dado que hay muchas opciones de intervención posibles, la toma de decisiones encaminada a seleccionar un programa pertinente es compleja, exige una inversión significativa de conocimiento y considerar varios factores, entre ellos el contexto local, los recursos y capacidades organizacionales de los promotores, la idoneidad y el alineamiento con el programa (por ejemplo, con la población beneficiaria u objetivo, los factores de riesgo priorizados y las capacidades organizacionales del grupo de interés).
En Chile hay poca investigación sobre el contexto en el que se implementa y ejecuta un programa. Hay que promover una discusión informada, basada en evidencia y la comprobación de resultados. La discusión racional con datos concretos es parte indispensable del proceso de mejora. El éxito radica sustantivamente en la aplicación de criterios de ejecución validados, aquellos que hacen que las intervenciones funcionen, más que en la replicación irreflexiva.
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