Consejos sobre la salud. Elena Gould de White

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Consejos sobre la salud - Elena Gould de White Biblioteca del hogar cristiano

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tocante a nuestra apariencia externa. Todo lo concerniente a nuestras personas y hogares debe ser ordenado y atractivo. Debe enseñársele a la juventud la importancia de presentar una apariencia irreprochable, una apariencia que honre a Dios y la verdad.

       El ejemplo de la madre

      El vestido de la madre debe ser sencillo, pero aseado y de buen gusto. La madre que viste ropas rasgadas y desaseadas, que piensa que cualquier vestido es apropiado para el hogar, sin importarle cuán sucio o descuidado esté, da a sus hijos un ejemplo que los hará ser desaliñados. Y sobre todo, perderá su influencia sobre ellos. Sus hijos no pueden evitar notar la dife­rencia entre ella y quienes visten apropiadamente; y su respeto por ella se debilita. Madres, háganse atractivas, sin necesidad de usar atuendos elaborados sino vestidos apropiados y que les queden bien. Dejen que su apariencia enseñe una lección de buen gusto. Ustedes no deben perder el respeto de sus hijos.

      A los niños se les deben enseñar lecciones de pureza des­de su infancia. A temprana edad las madres deben empezar a llenar la mente de sus hijos con pensamientos puros y san­tos. Y una manera efectiva de hacerlo es manteniendo limpio y puro todo lo que hay alrededor de ellos. Madres, si ustedes desean que los pensamientos de sus hijos sean puros, dejen que el ambiente que los rodea sea limpio. Permitan que sus recámaras se mantengan escrupulosamente ordenadas y lim­pias. Enséñenles a cuidar su ropa. Cada niño debiera tener un lugar propio donde guardar su ropa. Pocos padres son tan pobres que no puedan proveer una caja grande para este fin, que puede acondicionarse con gavetas y cubrirse atractiva­mente.

       Enséñense verdades espirituales

      Para enseñar a los niños hábitos de orden se necesitará ocu­par un poco de tiempo cada día; pero éste no es tiempo perdi­do. En el futuro la madre verá recompensados con creces sus esfuerzos.

      Hay que asegurarse que los niños tomen un baño diario y luego frotar su cuerpo vigorosamente hasta que parezca relucir. Dígaseles que a Dios no le gusta ver a sus hijos con cuerpos sucios y ropas raídas. Luego hábleseles de la pureza interior. Haga la madre un esfuerzo constante por elevar y ennoblecer a sus hijos.

      Vivimos en los últimos días. Pronto Cristo vendrá para lle­var a su pueblo a las mansiones que está preparando para ellos. Pero en esas mansiones no puede entrar nada que contamine. El cielo es puro y santo, y los que pasen por las puertas de la ciudad de Dios deben revestirse aquí de pureza interior y ex­terior.

      Las personas saludables no deberían por ningún motivo des­cuidar el baño personal. Deben bañarse por lo menos dos veces por semana. Los enfermos tienen impurezas en la sangre y su piel no es saludable. La multitud de poros de la piel, a través de los cuales el cuerpo respira, se tapan y se llenan de desperdicios. La piel necesita ser limpiada cuidadosa y cabalmente con el fin de que los poros cumplan su función de librar al cuerpo de im­purezas. Por esta razón las personas enfermas necesitan las ven­tajas y bendiciones del baño, al menos dos veces por semana, y en algunos casos es necesario hacerlo más frecuentemente. Ya sea que la persona esté enferma o sana, la respiración será más fácil si se practica el baño. Gracias a él los músculos se vuelven más flexibles, se vigorizan la mente y el cuerpo, el intelecto se aviva y se despierta cada facultad. El baño relaja los nervios, promueve la transpiración general, acelera la circulación, ayuda a librar de obstrucciones el organismo, y actúa beneficiosamente sobre los riñones y el sistema urinario. El baño también forta­lece las funciones de los intestinos, el estómago y el hígado, dando energía y nueva vida a cada uno de ellos. También pro­mueve la digestión y, en vez de debilitar el sistema, lo vigoriza. En lugar de aumentar la sensibilidad al frío, un baño tomado apropiadamente fortalece al cuerpo contra el frío porque mejora la circulación; y los órganos internos, que a veces están conges­tionados, experimentan alivio porque la sangre afluye a la superficie, produciéndose así una circulación más regular a través de todos los vasos sanguíneos.–Testimonios para la iglesia, t. 3, págs. 80, 81 (1871).

      Dios creó al hombre un poco inferior a los ángeles y le confirió atributos que, si son empleados correctamente, lo convertirán en una bendición para el mundo y lo impulsarán a dar la gloria al Dador. Pero si bien fue creado a la ima­gen de Dios, mediante la intemperancia ha quebrantado la ley de Dios. La intemperancia de cualquier clase adormece los órganos de la percepción y debilita el poder nervioso del cerebro de manera que las cosas eternas no son apreciadas, sino que son puestas en el mismo plano de lo común. Las facultades superiores de la mente, designadas para propósi­tos elevados, son esclavizadas por las pasiones más bajas. Si nuestros hábitos físicos no son correctos, nuestras facultades mentales y morales no pueden ser fuertes; porque existe una relación estrecha entre lo tísico y lo moral. El apóstol Pedro lo comprendía y elevó su voz de advertencia a sus hermanos: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Ped. 2:11)...

      Los que han recibido luz en lo que concierne a comer y vestir con sencillez en obediencia a las leyes físicas y morales, y se han apartado de la luz que les señala su deber, también re­husarán cumplir su deber en otras cosas. Si endurecen su con­ciencia para evitar la cruz que deben llevar con el fin de estar en armonía con la ley natural, violarán los Diez Mandamientos para evitar el reproche. Algunos se niegan decididamente a cargar la cruz y a despreciar la vergüenza. Muchos abandona­rán sus principios a causa de las burlas. La conformidad con el mundo está ganando terreno entre el pueblo de Dios, los que profesan ser peregrinos y extranjeros y dicen velar en espera de la aparición del Señor. Hay muchos entre los profesos ob­servadores del sábado que están más firmemente atados a las modas y los placeres mundanos que a cuerpos y mentes salu­dables o corazones santificados...

      Mediante las verdades señaladas para estos tiempos, el Señor está apartando a un pueblo del mundo y lo está purificando en Cristo. El orgullo y las modas no saludables, el amor a la ostentación y a la alabanza, todo debe ser dejado en el mundo si hemos de ser renovados en conocimiento a la imagen del Ser que nos creó. “Porque la gracia de Dios se ha manifes­tado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la es­peranza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).

      Dijo el ángel: “Absténgase de las lujurias de la carne que batallan contra el alma”. Ha vacilado en adoptar la reforma pro salud. Pareciera que para usted no es más que un agregado inútil de la verdad. No es así; forma parte de la verdad. Ante usted se presenta la obra más desafiante y más pesada que ja­más se le haya presentado. Mientras titubea y desaprovecha la bendición que es su privilegio recibir, sufrirá gran pérdida.–Testimonios para la iglesia, t. 1, pág. 476 (1890).

      7 Health Reformer, Agosto de 1866, t. 1, Nº 1.

      8 Review and Herald, 1º de diciembre de 1896.

      9 Testimonios para la iglesia, t. 2, págs. 317-321 (1869).

      

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