Consejos sobre la salud. Elena Gould de White
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Evitar el uso de drogas venenosas 22
Una práctica que prepara el terreno para un gran acopio de enfermedades y de males aun peores es el libre uso de drogas venenosas. Cuando se sienten atacados por alguna enfermedad, muchos no quieren darse el trabajo de buscar la causa. Su principal afán es liberarse del dolor y las molestias. Por tanto, recurren a específicos, cuyas propiedades apenas conocen, o acuden al médico para conseguir algún remedio que contrarreste las consecuencias de su mal proceder, pero no piensan en modificar sus hábitos no saludables. Si no consiguen alivio inmediato, prueban otro medicamento y después otro. Y así continúa el mal.
Las drogas no curan la enfermedad
Hay que enseñar a la gente que las drogas no curan la enfermedad. Es cierto que a veces proporcionan algún momentáneo alivio inmediato, y el paciente parece recobrarse como resultado de su uso, pero en realidad se debe a que la naturaleza posee fuerza vital suficiente para expeler el veneno y corregir las condiciones causantes de la enfermedad. Se recobra la salud a pesar de la droga, que en la mayoría de los casos sólo cambia la forma y el foco de la enfermedad. Muchas veces el efecto del veneno parece quedar neutralizado por algún tiempo, pero los resultados permanecen en el organismo y producen un gran daño ulterior.
Por causa del uso de drogas venenosas muchos se acarrean enfermedades para toda la vida, y se malogran muchas existencias que hubieran podido salvarse mediante los métodos naturales de curación. Los venenos contenidos en los muchos así llamados remedios crean hábitos y apetitos que labran la ruina del alma y el cuerpo. Muchos de los específicos populares llamados medicamentos patentados, y aun algunas de las drogas recetadas por médicos, contribuyen a que se contraigan los vicios del alcoholismo, el opio y la morfina, que son una terrible maldición para la sociedad.
El poder restaurador de la naturaleza
La única esperanza para mejorar la situación estriba en educar a la gente en los principios correctos. Enseñen los médicos que el poder curativo no está en las drogas sino en la naturaleza. La enfermedad es un esfuerzo de la naturaleza para librar al organismo de las condiciones resultantes de una violación de las leyes de la salud. En caso de enfermedad hay que indagar la causa. Deben cambiarse las condiciones antihigiénicas y corregirse los hábitos erróneos. Después hay que ayudar a la naturaleza en sus esfuerzos por eliminar las impurezas y restablecer las condiciones correctas en el organismo.
Los remedios naturales
El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimentario conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los remedios verdaderos. Todos debieran conocer los agentes que la naturaleza provee como remedios y saber aplicarlos. Es de suma importancia darse cuenta exacta de los principios implicados en el tratamiento de los enfermos, y recibir una instrucción práctica que lo habilite a uno para hacer uso correcto de esos conocimientos.
El empleo de remedios naturales requiere una cierta cantidad de cuidados y esfuerzos que muchos no quieren realizar. El proceso natural de curación y reconstitución es gradual y les parece lento a los impacientes. El renunciar a la satisfacción dañina de los apetitos impone sacrificios. Pero al fin se verá que, si no se le pone trabas, la naturaleza desempeña su obra con acierto y bien. Los que perseveren en obedecer sus leyes encontrarán recompensa en la salud del cuerpo y la mente.
Vestir saludablemente 23
En todo sentido debemos vestir conforme a la higiene. “Sobre todas las cosas”, Dios quiere que tengamos salud tanto del cuerpo como del alma [3 Juan 2]. Debemos colaborar con Dios para asegurar esa salud de alma y cuerpo. Ambos se logran gracias a la ropa saludable...
El enemigo de todo lo bueno fue quien instigó el invento de modas en permanente cambio. No desea otra cosa que causar perjuicio y deshonra a Dios al labrar la ruina y miseria de los seres humanos. Uno de los medios más eficaces para lograr esto lo constituyen los ardides de la moda, que debilitan el cuerpo y la mente y empequeñecen el alma.
Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de conservar su salud para las contingencias que seguramente han de venir, demasiado a menudo sacrifican con sus malos hábitos no sólo la salud sino la vida, y dejan a sus hijos una herencia de infortunio en una constitución arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca de la vida.
Uno de los disparates más dispendiosos y perjudiciales de la moda es la falda que barre el suelo. Sucia, incomoda, inconveniente y malsana; todo esto y mucho más puede decirse de la falda rastrera. Es costosa, no sólo por la cantidad de género superfluo que entra en su confección, sino porque se desgasta innecesariamente por ser muy larga. Cualquiera que haya visto a una mujer así ataviada, con las manos llenas de paquetes, intentando subir o bajar escaleras, trepar a un tranvía, abrirse paso por entre la muchedumbre, andar por suelo encharcado o camino cenagoso, no necesita más pruebas para convencerse de la inconveniencia de la falda larga.
Otro grave mal es que las caderas sostengan el peso de la falda. Este gran peso, al oprimir los órganos internos, los arrastra hacia abajo, por lo que causa debilidad del estómago y una sensación de cansancio, que crea en la víctima una propensión a encorvarse, que oprime aún más los pulmones y dificulta la respiración correcta.
En estos últimos años los peligros que resultan de la compresión de la cintura han sido tan discutidos que pocas personas pueden alegar ignorancia sobre el particular; y sin embargo, tan grande es el poder de la moda que el mal sigue adelante. Por causa de esta práctica, ¡cuán incalculable daño se hacen las mujeres! Es de suma importancia para la salud que el pecho disponga de sitio suficiente para su completa expansión y los pulmones puedan inspirar completamente, pues cuando están oprimidos disminuye la cantidad de oxígeno que inhalan. La sangre resulta insuficientemente vitalizada, y las materias tóxicas del desgaste, que deberían ser eliminadas por los pulmones, quedan en el organismo. Además, la circulación se entorpece, y los órganos internos quedan tan oprimidos y desplazados de su lugar que no pueden funcionar debidamente.
El corsé apretado no embellece la figura. Uno de los principales elementos de la belleza física es la simetría, la proporción armónica de los miembros. Y el modelo correcto para el desarrollo físico no se encuentra en los figurines de los modistos franceses, sino en la forma humana tal como se desarrolla según las leyes de Dios en la naturaleza. Dios es autor de toda belleza, y sólo en la medida en que nos conformemos a su ideal nos acercaremos a la norma de la verdadera belleza.
Otro mal fomentado por la costumbre es la distribución desigual de la ropa, de modo que mientras ciertas partes del cuerpo llevan un