Huenun Ñamku. M. Inez Hilger

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Huenun Ñamku - M. Inez Hilger

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puede que no sea más que algo que trae consigo, pero no le da ninguna importancia al engaño, tal como indica Levi-Strauss en su célebre artículo sobre la cura chamánica. Alguna vez dice que fue invitado a un machitun para gritar, para ahuyentar a los espíritus que en su relato sale arrancando bajo la forma de un gallo negro, e indica que él mismo fue curado de joven por una machi en cuyo poder cree firmemente. Huenun conserva intacta su creencia en el arte chamánico que en otras partes los misioneros reemplazaron por las devociones de santuarios prácticamente inexistentes en territorio mapuche.

      Huenun es un testimonio fascinante de un mundo que ha permanecido en pie contra todo pronóstico. En este testimonio aparece intacto el koyagtun, la fina cortesía del saludo mapuche, el orgullo implacable de un anciano que conduce permanentemente el relato y se niega a contestar lo que le parece poco importante y la confianza en los recursos de su propia cultura. El relato muestra un mundo que está cambiando aceleradamente y que en cierto sentido se desmorona. Huenun es capaz de identificar las semillas antiguas que han desaparecido, cómo se conseguía miel de avispas antes que llegaran las abejas y cómo se hacían tazas y cucharas del cuerno del buey. En el ocaso de su vida tiene premoniciones acerca de insectos que arruinan los sembrados y tiempos de climas adversos y de escasez. Debemos hacer un nguillatun dice, porque “a pesar de que ahora soy cristiano, aún tengo mucha fe en nuestra propia religión”.

      Eduardo Valenzuela

      Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)

      Pontificia Universidad Católica de Chile

      Prólogo

      Por Margaret Mead

      El etnólogo ve a través de los ojos de otros y escucha de sus oídos. Para la recreación de un mundo, el etnólogo debe depender de aquellos que anhelan y puedan hablar vivamente y con precisión, especialmente cuando la vida de un pueblo está cambiando y las viejas costumbres están desapareciendo. Cada etnografía acabada es construida sobre esas conversaciones, como lo son las consignadas aquí. Pero, solo rara vez, al lector se le da más que una mirada rápida del proceso. Generalmente, el registro del intercambio cercano, personal y algunas veces frágil entre el etnólogo y el informante permanece oculto en viejos cuadernos de anotaciones, y solo el etnólogo mantiene esa memoria vívida del estilo personal del informante. Sin embargo, aquí, detrás de descripciones impersonales sobre cómo los peces son capturados o los enfermos son curados, subyace todo eso.

      La hermana Inez se preocupó tanto por presentar la declaración de Huenun Ñamku tal como él la dio, dividida como él la quiso dividir entre los momentos elegidos por él para presentarse, que nos deja también un informe sobre cómo ella misma trabaja —ponderando poco a poco las ideas de su informante, reservando su orgullo, hermanando su ritmo al de él, reprimiendo su curiosidad científica y excediendo su tiempo. Cuando el orgulloso Huenun se enoja al ser cuestionado por segunda vez acerca de algo, ella puede asegurarle a Margaret Mondloch, su sobrina asistente, que ellas serán capaces de hablar con otras personas más adelante. El ritmo de Huenun es un reflejo tan valioso de su cultura como lo son los detalles que él da sobre la vida mapuche.

      Sabiamente, como solo el etnólogo más experimentado puede, la hermana Inez también bosqueja el ambiente en el cual, día a día, ella trabajó con Huenun. Las montañas altas, la sala de clases, la presencia de Francisca Fraundorfner, su intérprete que conocía bien a Huenun y había enseñado a sus hijos, y el caballo de Huenun relinchando afuera —todo esto es parte de una estructura de vida que lentamente se expande hasta que, en el último de sus encuentros, tras cruzar los campos, pasando por sobre y debajo de cercos, llegan al hogar y la familia de Huenun—.

      Este es un registro invaluable, uno que permanecerá cuando desaparezca el último indio que conoció las maneras antiguas, y los hijos de nuestros hijos se pregunten cómo los etnólogos del siglo XX alguna vez descubrieron tanto.

      Museo Americano de Historia Natural

      Ciudad de Nueva York

      10 de marzo, 1966

      Agradecimientos

      Agradezco a E. Adamson Hoebel, Margaret Mead, Rhoda Metraux W. F. y Ruth Albright por leer el manuscrito de este libro, por sugerencias útiles y por incentivarme a publicarlo.

      Estoy también en deuda con mi asistente de campo, Margaret Mondloch, con nuestra intérprete, Francisca Fraundorfner, y las hermanas de la Estación de Misiones en Panguipulli por su afectuosa hospitalidad.

      A Huenun Ñamku, el informante cuyas conversaciones he registrado en este trabajo, le debo más que a todos.

      Debo agradecimientos especiales a la Fundación Wenner-Gren para Investigación Antropológica por una donación orientada a la publicación de este libro.

      Por ayuda financiera para realizar el estudio sobre los mapuche debo agradecer a la Fundación Wenner-Gren, la Sociedad Filosófica Americana (Fondos Penrose, Donaciones n. 805 y n. 1341), y a mi hermano, el difunto W.P. Hilger. Estoy especialmente agradecida de I.A. O’Shaughnessy de St. Paul, Minnesota, por una donación que ayudó a la publicación del estudio sobre mapuche Araucanian child life and its cultural background en Smithsonian Miscellaneous Collections, vol. 133.

      M. Inez Hilger

      St. Joseph, Minessota

      5 de marzo, 1966

      Introducción

      Este libro no es una biografía. No es un estudio en metodología etnográfica, aunque investigadores principiantes en etnografía pudiesen encontrar orientaciones útiles en él.

      Es un registro de costumbres mapuche como fueran relatadas por Huenun Ñamku, un viejo hombre mapuche en Chile. Conocimos a Huenun mientras estábamos haciendo un estudio etnográfico sobre la vida infantil de su pueblo. Él vivía en uno de los valles bajos de los Andes cerca de Panguipulli, una aldea predominantemente chilena en el lago Panguipulli.

      Durante nuestro estudio etnográfico, de los cincuenta y tres entrevistados en sus hogares principalmente, Huenun Ñamku fue un informante voluntario. Él, como muchos otros, era una persona interesada: quería un estudio verídico de su pueblo. Encontramos que él era un hombre que ejemplificaba los ideales de los mapuche; altamente inteligente, de integridad incuestionable, diligente, orgulloso, independiente, cortés, simpático y afectuoso.

      Mi asistente de campo, Margaret Mondloch, y yo veníamos de la zona costera chilena donde habíamos ocupado nuestro tiempo asignado entrevistando y observando. Ahora estábamos camino a Coñaripe, un valle en lo alto de los Andes, donde se nos había dicho que vivía uno de los grupos de mapuche menos aculturados. El camino a Coñaripe fue un viaje de ida y vuelta por los lagos Calafquén y Panguipulli, en uno de los barcos de transporte de madera que baja a Panguipulli desde campamentos madereros de los Andes. La navegación de regreso de estos barcos era de lo más impredecible. Esperamos en Panguipulli por tres semanas antes de que tuviésemos la oportunidad de viajar en uno de ellos.

      Fue durante estas tres semanas que Huenun Ñamku nos visitó en la Escuela Misional en Panguipulli para contarnos de las costumbres de su pueblo. Una de las profesoras de la Escuela Misional, Francisca Fraundorfner (nacida en Alemania), no fue solo nuestra anfitriona durante nuestra estadía, sino también nuestra intérprete. Huenun hablaba castellano mezclado con mapuche, un idioma comprendido muy bien por Francisca. Ella había enseñado a niños mapuche por muchos años, entre ellos a los hijos de Huenun.

      Como

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