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acá, sino también los hicieron padecer en nuestro territorio. Nuestra gente había ido allá a robar ganado, algo que a menudo hacían, pero nunca habían sido perseguidos. Por este evento, yo estimo que debo tener ochenta años, pero la verdad es que no sé cuántos años tengo. Pero ¿quién quiere saber eso? ¿Qué importancia tiene eso para su libro? En agosto pasado, quería ir a Argentina de visita. Tenía que ir a Valdivia para obtener un permiso para salir de Chile. Allá querían saber la fecha de mi nacimiento. Inventé una fecha para ellos, y también otros hechos acerca de mí. Dije que había nacido el 30 de agosto de 1889; que había estado en el servicio militar en 1903; que me casé el 7 de mayo de 1907. ¿Qué importancia puede tener para cualquiera saber todo eso acerca de mí?”.

      Huenun aún estaba interesado en nuestros libros y panfletos. Los tomó, caminó al otro lado de la mesa y se sentó. Los examinó un poco más y luego expresó: “Quiero decirles otra cosa sobre su libro. No ponga el retrato de una mujer mapuche en la portada; ciertamente ese no es el lugar para el retrato de una mujer; el de un hombre estaría bien”. Más adelante aprendimos que él se estaba refiriendo al retrato de una mujer mapuche en la portada de Lecturas araucanas, un libro publicado en 1934 por Félix José de Augusta y Sigisfredo de Fraunhäusl, el Padre Sigisfredo el cual recién habíamos conocido.

      Me arriesgué a preguntar: “¿Qué tal si ponemos su retrato en la portada?”.

      Él respondió y se rio enérgicamente: “Entonces ustedes podrán estar satisfechas de que tendrán a un mapuche inteligente y representativo en ella”. Él continuó: “Una vez vi un libro que un pescador argentino tenía —estaba pescando aquí alrededor de nuestros lagos. La portada de ese libro retrataba una trampa para atrapar animales de cuatro patas; creo que era una trampa usada en países lejanos. Ustedes podrían fotografiar una de nuestras trampas y usarla en la portada de su libro”.

      “¿Qué tipo de trampas usan los mapuche?”, pregunté.

      Él tomó un pedazo de papel e hizo un esquema. “Esta es una trampa para pescar peces en un río”, dijo. “Es circular, y la llamamos llolle. Los hombres la usan para pescar peces grandes y vivos”. Siguió describiendo cómo se hacen: los hombres extienden tallos de colihue [Chusquea culeon, bambú nativo]uno al lado del otro con las puntas más delgadas en una dirección —los tallos deben ser de una extensión de dos brazos de largo; no deben ser más cortos. En esa posición, son amarrados con una parra fuerte usando una técnica de tejido por arriba y por abajo. Una vez que están amarrados, el conjunto tiene una forma de abanico. Luego los lados se juntan y amarran unos a otros, dando a la trampa una apariencia de tronco alargado. Huenun advirtió que el diámetro en XX puede ser de cualquier ancho, pero en el punto X nunca debe ser mayor a la extensión de una mano; si es más grande, los peces se devuelven y nadan nuevamente a XX. Antes de que la trampa sea colocada, se plantan muy cerca unas de otras ramas grandes de árboles a lo largo del sendero indicado por las Y´s. “Esto es como una reja”, dijo Huenun; “nosotros lo llamamos müko. Amarramos la trampa a algunas de las ramas cerca de la mitad del müko, de modo que quede en posición. Los peces vienen al müko, luego miran alrededor para encontrar otro camino para ir río abajo, y encuentran esta vía para entrar al llolle. Aquí salen nadando por X donde un hombre se para listo para agarrarlos. He hecho llolle y he pescado con ellos; pescamos con ellos en la noche. Como ustedes saben, los peces grandes vienen río abajo en camadas, dos o tres veces durante la noche”.

      Llolle, una trampa para peces.

      Huenun continuó diciendo que, antes de ir al río a pescar, cada hombre hace un colgador de peces para sí mismo. Él encuentra parra ligeramente rizada y toma tres pedazos de ella, cada una del largo de un brazo más o menos. Las amarra juntas usando una para hacer un nudo alrededor de la mitad. Huenun hizo el esquema de uno y dijo. “Un colgador de peces se ve así”. “En mapuche lo llamamos mauche challwa”. Ahora los hombres están listos para pescar. Todos caminan al río. Cada uno tiene su turno en el punto X del llolle. Cuando un pez aparece, el hombre en X lo agarra con sus manos, mete un extremo de la parra de su colgador de peces a través de las agallas, y empuja el pez hacia el nudo. La pesca es llevada al hogar agarrando el nudo. “No, no, ¡los peces no pueden deslizarse! ¿Cómo podrían? La parra está enroscada”.

      Mauche challwa, un colgador de peces.

      Las mujeres y los niños pescan menos peces vigorosos que los hombres, continuó explicando Huenun. Uno de los favoritos es el puyen [Galaxia maculatus], llamado upesh en mapudungun. Las mujeres pescan estos en una trampa larga parecida a un canasto llamada chiñe, que ellas tejen con la técnica usada al tejer un chaiwe, es decir, un colador casero que sirve como filtro y para escurrir. Mientras hacía el bosquejo del chiñe, él reparó: “Los upesh se encuentran en ciertos ríos pequeños y en arroyos. Estos vienen en camadas, son más bien dóciles. Uno puede ver sus espaldas a medida que vienen río abajo. Las mujeres saben dónde encontrarlos. Cuando las mujeres los ven venir, ellas caminan silenciosamente por el río. Muy pronto puedes ver a las mujeres persiguiéndolos de ida y vuelta, recogiendo los upesh con sus chiñe. Hace poco las vi pescar de esta manera en el arroyo en Baihuenta”.

      Huenun no había escuchado sobre anestesiar peces vertiendo decocciones de plantas específicas al río. Sin embargo, mi pregunta le recordó algo que las mujeres hacen y que logra tranquilizar a los peces o de lo contrario ponerlos en alerta —él no sabía cuál. Una mujer del grupo amarra una serpiente a una hebra fina de tendón de caballo y lo guía lentamente río arriba desde la boca misma del río; las otras mujeres también caminan río arriba al mismo paso que la mujer que lleva la serpiente, pero esta lo hace por la ribera del río. Huenun continuó: “Esa serpiente, parece que domestica a los peces, porque los peces que vienen corriente abajo se dan vuelta y se devuelven lentamente río arriba. Cuando llegan a un lugar poco profundo, con fondo arenoso se reúnen en camadas. Aquí las mujeres que están en la ribera pueden fácilmente verlos, en realidad, no tienen que buscarlos porque el wala [un pájaro de agua, no identificado] los ve antes y les avisa. El pájaro se para cerca de la camada y grita “waa-waa-waa-waa”. Las mujeres salen de la ribera del río sin hablar, caminan lenta y silenciosamente donde el wala indica que están los peces, y luego los recogen alegremente con sus chiñes”.

      Chiñe, una trampa para peces usada por las mujeres.

      Los hombres también prenden peces con arpón desde las riberas del río. Huenun había hecho un arpón ahuecando un larguero de colihue, con excepción de que este no tenía la extensión de una mano en su extremo. Él rebanó este extremo en mitades a lo largo, extendió las mitades e insertó dos aberturas de colihue adicionales del mismo largo entre ellos. Para mantener estas cuatro aberturas aparte, amarró secciones de parra fuerte retorcidas entre cada dos. Tal lanza se llama nülewe.

      Nülewe, un arpón para peces.

      Huenun pescó cinco tipos de peces en ríos andinos. Él nos dio sus nombres en mapudungun y nosotros los identificamos y clasificamos por sus nombres en castellano. Ellos son: lipügn [perca; Percichthys trucha], peliolo o peloilla [peladilla; Haplochiton taeniatus], kauke o remü [pejerry; Patagonia hatcheri o Atherinichthys argentinensis], upesh, y fosha. Fuimos incapaces de identificar el fosha. Huenun lo describió como un pez sin escamas, con pocos huesos y una cabeza grande que tenía dos cuernos suaves. Hizo un bosquejo del fosha, pero lo destruyó cuando no pudo decidir si los cuernos se volvían hacia adelante o hacia atrás. Él añadió: “Comemos fosha solo cuando la comida es escasa y otros peces no aparecen en nuestro camino. Cuando llegamos a esto, que ese pez no aparece más,

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