La armonía. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Sí, nuestra Enseñanza da los elementos más valiosos e indispensables que todavía no se encuentran en la medicina. Hay enfermos que se podrían curar con unas buenas palabras del médico; pero como éste tiene prisa, se contenta con darle la receta y se va. Para los médicos, el amor, la esperanza, los ánimos, no cuentan; e incluso matan a los enfermos diciéndoles resueltamente que no les quedan más que unos meses de vida. De todos modos, algunos médicos ya se dan cuenta de que no sólo los remedios curan, y que deben tener con los enfermos intercambios amistosos. Antaño, los médicos eran apóstoles, por eso curaban. Hoy, a menudo, no son sino mercenarios. Incluso ocurre, en Estados Unidos, que el enfermo no ve al médico. Las máquinas electrónicas son las que hacen el diagnóstico y, según los resultados, el enfermo ve o no al médico, que le envía su receta por correo. Ya no hay contacto humano, todo se mecaniza y el amor se va. Y lo que cura precisamente es el amor.
Pero un día todo cambiará. Los hombres se darán cuenta por sí mismos que lo que les falta es el amor, la confianza, la esperanza, y que son, justamente las dudas, las sospechas y la desarmonía lo que les hace enfermar. Por eso insisto: la medicina más eficaz, es la manera de vivir. Claro que no puedo deciros que actúa tan rápidamente como un medicamento. Cuando os tomáis una pastilla, casi inmediatamente sentís los efectos. Pero ¿serán duraderos estos resultados?… ¿Y tolerará siempre bien el organismo estos medicamentos? La medicina que os preconizo es lenta, pero es la más segura y, a la larga, la más eficaz. Por eso todos los Iniciados aconsejaban vivir razonablemente, cambiar de actitud y de comportamiento.
En realidad, eso sólo es posible si el hombre posee una filosofía verídica. Por eso, cuando hablo de filosofía, estoy hablando de la única filosofía de los grandes Iniciados que no ha sido inventada por el razonamiento del intelecto sino que ha sido descubierta por las facultades de clarividencia y de desdoblamiento. Y os lo puedo decir, me han escogido para ser un heredero de esta divina filosofía. Sin ella no se puede conocer el camino, y, hagamos lo que hagamos, nos extraviaremos. Por eso, incluso en la base de la medicina yo pongo la filosofía, pero la verdadera, la que explica que el hombre debe vivir en armonía con todas las fuerzas y todos los mundos para que no haya en él ni luchas ni contradicciones; una filosofía que nos revela también cómo está construido el hombre y que su alma y su espíritu tienen necesidad de hacer intercambios con las fuerzas de la naturaleza. Como la respiración: la respiración es un intercambio, y si el hombre no hace este intercambio, muere. De la misma manera morirá si su alma y su espíritu no respiran, es decir, no hacen intercambios con el cosmos.
Mis queridos hermanos y hermanas, ahora debéis retomar todas las reglas y las fórmulas que os he dado para enseñaros a conectaros con las fuerzas de la naturaleza, y la luz que se hará entonces en vosotros, os mostrará el universo como una construcción, como un edificio formidable en el que todo está conectado, desde la cima hasta la base; y entonces, podréis restablecer muchas cosas en vosotros mismos. Pero no apreciáis el valor de las verdades que os doy y escucháis otros consejos. ¿Por qué? ¿Por qué no soy célebre? Esto no impide que conozca lo esencial… ¿Y quién sabe si un día yo no seré también una celebridad? No es más que una cuestión de tiempo. Lo que siempre me ha interesado no interesa a los demás, que sólo piensan en ganar dinero y en hacerse célebres. A mí, lo que me interesa, es descubrir la verdad. He puesto en ello toda mi vida. Lo demás: la celebridad, la gloria, no me interesan mucho. Por otra parte, vendrán sin que yo lo quiera, porque cuando estáis en la verdad, tarde o temprano os reconocen. Mientras que si estáis en el error, acabarán por darse cuenta y, aunque os hayan ovacionado, os olvidarán. No, no, yo trabajo para algo que nunca será olvidado ni reemplazado.
Lo más importante es pues saber cómo vivir, cómo pensar, sentir y actuar. En varias conferencias, cuando os he explicado el proceso de formación de las plantas, de los peces, o incluso del niño en el seno de su madre, os he hablado de la ley de afinidad, y os he mostrado cómo el hombre, con sus pensamientos y sus sentimientos, se conecta con las regiones, con las entidades, con las fuerzas y los elementos del espacio que le corresponden, y cómo acaba atrayéndolos. Sí, el hombre atrae aquello con lo que está conectado, esto es algo absoluto, y así se explican la salud y la enfermedad, la fuerza y la debilidad, la inteligencia y la tontería, la belleza y la fealdad, etc… Son elementos que hemos atraído.15
Así pues, si os encontráis con dificultades porque en el pasado, habéis perturbado por vuestra ignorancia el orden de las cosas, ahora, gracias a esta filosofía iniciática que os enseña cómo pensar, cómo desear y cómo trabajar, podéis conectaros con las entidades y con las regiones más maravillosas y construiros un nuevo cuerpo con todas las cualidades que deseéis: la salud, la belleza, la fuerza, la inteligencia… Éste es el secreto de la resurrección. Pero si no tenéis esta filosofía, nunca lograréis reconstruir vuestra existencia. ¿Veis?, si sabéis cómo vivir, tendréis el poder de curaros, y no sólo de curaros, sino de reconstruir vuestro cuerpo como queráis. Puede ser, claro, que ahora esté tan deteriorado que se resista a todos vuestros esfuerzos; pero es porque, desde hace siglos, habéis trabajado inconscientemente para destruirlo, y ahora hará falta mucho tiempo para restablecerlo. Pero lo que os digo es absoluto.
Así pues, lo repito: hay que poner la manera de vivir en primer lugar pero la ciencia de la vida no se aprende en unos días. Ser médico es fácil: seis o siete años de estudios y un poco de memoria… Pero para la ciencia de la vida hacen falta miles de años, porque es muy vasta. Y cuando hemos comprendido las necesidades del alma y del espíritu, debemos comprender también que hay que despertarlos para un trabajo. Todo lo demás depende de esta actividad del alma y del espíritu, porque en el alma y en el espíritu residen las causas; lo demás sólo son consecuencias. Cuando sabemos que estamos en las causas, ahí donde se encuentran las fuerzas, vivimos en la paz, en la certeza, porque conocemos las consecuencias que seguirán.
Así es como se logran expulsar las enfermedades psíquicas: dándole al hombre el conocimiento, la certeza. El hombre está inseguro, angustiado, desequilibrado porque no se conecta conscientemente con su alma y su espíritu, con las fuerzas luminosas de la naturaleza. Pero cuando llegue la luz, ésta le mostrará que es un ser formidable, que está conectado con la inmensidad, con la eternidad, que puede comulgar con las fuerzas cósmicas, que puede transformar su vida, y la certeza y el gozo le acompañarán. ¡Ya no habrá hospitales ni clínicas!… Pero, mientras no se instruya a los hombres, es inútil tratar de curarles, incluso con electrochoques. Hay que instruirles, y durante mucho tiempo, desde su infancia. Los humanos sólo se curarán cuando se les muestre su verdadera naturaleza, cómo están conectados al Árbol de la Vida y cómo pueden extraer de él fuerzas para trabajar.16
No lo olvidéis nunca: lo esencial es la filosofía y la manera de vivir; pero en el plano físico, debemos dar al sol el primer lugar. Un día, la ciencia estudiará cómo podemos curarnos a través del sol: en qué momento, durante cuánto tiempo y con qué aparatos hay que tomar el sol, cómo hay que exponer agua al sol en botellas de diferentes colores y a qué hora hay que beberla, cómo hay que trabajar con la luz del sol bajo todas sus formas y tomar del sol todos los productos farmacéuticos. ¡Será extraordinario! Actualmente la ciencia no toma en demasiada consideración al sol porque sólo busca lo que está muy abajo, en el plano físico, los elementos químicos. Pero, más tarde, habrá toda una industria con aparatos que captarán las energías solares. El agua de mar, las algas, las hierbas, los árboles, y hasta las piedras y los cristales curan porque toman su fuerza curativa del sol; sin embargo lo dejan de lado y será el último en ser apreciado. Pero, cuando lo descubran, se verán obligados a ponerlo en primer lugar.
Los hombres descubrieron primero la tierra con los minerales y los vegetales y, al final, descubrirán al sol, que se apresurarán también a explotar, porque en cuanto descubren algo nuevo en la naturaleza, los hombres se lanzan inmediatamente sobre ello para hacer comercio. Habrá pues toda una industria formidable: la luz del